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Realizan altares colectivos para migrantes y no creyentes en Ocotequila, Copanatoyac

*Busca la Iglesia Católica mantener la tradición prehispánica, dice un catequista

Carmen González Benicio

Ocotequila, Copanatoyac

En la comunidad nahua de Ocotequila del municipio de Copanatoyac se recupera la tradición prehispánica de los altares colectivos para aquellos difuntos que sus familiares migraron, cambiaron de religión, no tienen familiares vivos o simplemente ya no ponen ofrendas.
El joven catequista de la Iglesia Católica, José Luis de Dios Rosendo contó que es el primer año en que dentro de la iglesia se ponen más de cuatro altares para esperar a los niños que fallecieron, ya que en esta localidad la celebración inicia el 1 de noviembre con los niños y termina el 3 con los adultos.
Mencionó que hay un mayordomo que se encarga de poner ofrendas a los Principales en el interior del edificio cada año, pero “no le alcanza, es mucho lo que tiene que comprar para poner”.
En el piso de la iglesia se observó una alfombra de flores silvestres de cempasúchil y sobre ellas decenas de velas, jícaras de plástico llenas con atole, velas, pan y una mesa con la imagen de San Miguel Arcángel.
Dijo que por eso convocaron a los integrantes de la Carrera Guadalupana, a las parejas que contraerán matrimonio y a los niños que se bautizarán y confirmarán para que pusieran sus ofrendas en el atrio de la iglesia “con eso buscamos que los niños, jóvenes y las nuevas familias no se olviden de sus costumbres, pero sobre todo de sus muertos”.
Agregó que las ofrendas puestas de manera colectiva son “para aquellas almas” que han sido olvidadas de una u otra forma por sus familiares, ya que en la región hay varios casos de quienes han salido a otras partes del país sin que regresen para esta celebración y no se sabe si continúan con su tradición y “los difuntos cuando vienen a visitar y no les ponen nada se van tristes, por eso ahora se les pondrá ofrenda, porque también hay otros que sus familias cambiaron de religión católica a otra y ya no los reciben en su casa, al menos aquí (los muertos) podrán venir por algo”.
Durante la entrevista llegaron niños y adultos con ollas llenas de atole blanco hecho de maíz, el cual vaciaron en jícaras que sacaron de sus bolsas y colocaron sobre la mesa. Sacaron sus velas que encendieron y pusieron al pie del altar y otros dejaron pan, flores, frutas.
“El alimento es del almuerzo y sólo se da atole, en la comida se trae mole y frijoles y en la cena pan y chocolate que es lo que se acostumbra”, explicó el religioso.
Agregó que eso lo llevarían antes de las cinco de la tarde porque a las seis las familias llevan el chocolate al panteón que compartirán por un tiempo con sus familiares, donde les prenderán sus velas.
Los indígenas, como parte de sus creencias, fueron al medio día por sus difuntos niños a la salida del poblado, llevaron flores y velas y de ahí regresaron en procesión a la iglesia, acompañados de música de viento y cohetes.
Llegaron a la iglesia donde se concentraron para cerrar el rosario, algunos entraron y el resto se quedó en el atrio, mientras se rezó como parte de la bienvenida a los niños difuntos y de ahí se retiraron a sus hogares con las velas encendidas para colocarlas en el altar  que adornaron a temprana hora.
En los hogares, la celebración del Día de Muertos se vio por los caminos coloridos de flor de cempasúchil que rematan en la forma de una cruz. Se ven también arcos hechos de cañas, adornados con flores, panes y frutas en los marcos de sus puertas para dar la bienvenida.
Una vendedora de pan contó que la situación es difícil en la comunidad porque antes si la gente no tenía dinero para comprar intercambiaban los productos con el maíz, pero por las lluvias de la tormenta Manuel en septiembre, varias parcelas se perdieron y el maíz está escaso.

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