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Otorgan al escritor mexicano Álvaro Enrigue el premio Herralde de Novela

*El jurado, integrado por Salvador Clotas, Paloma Díaz-Mas, Marcos Giralt Torrente, Vicente Molina Foix y el editor Jorge Herralde seleccionó la obra ganadora, titulada Muerte súbita, de un total de 476 presentadas

Carlos Rubio Rosell / Agencia Reforma

Madrid

Con una novela calificada como “majestuosa, de enorme ambición y gran calidad literaria”, el escritor mexicano Álvaro Enrigue se alzó con el presitigioso Premio Herralde de Novela 2013, anunciado este lunes en Barcelona.
El jurado, integrado por Salvador Clotas, Paloma Díaz-Mas, Marcos Giralt Torrente, Vicente Molina Foix y el editor Jorge Herralde seleccionó la novela ganadora, titulada Muerte súbita, de un total de 476 presentadas, siendo ésta la más alta participación de la historia del galardón, convocado por Editorial Anagrama y dotado con 18 mil euros.
La obra de Enrigue (1969), fue presentada bajo el pseudónimo de Hamilton y el título de Patrón de todos los que estamos tristes, y compitió en la recta final con otras ocho novelas entre las que figuraba otro manuscrito mexicano, enviado bajo el seudónimo de Galeón y cuyo título era Algún día cantaré igual que Billy Joel.
La novela de Enrigue, según detalló la editorial en un comunicado, se ubica el 4 de octubre de 1599, a las 12 en punto del mediodía, cuando se encuentran en las canchas de tenis públicas de la Plaza Navona, en Roma, dos duelistas singulares: uno es un joven artista lombardo que ha descubierto que la forma de cambiar el arte de su tiempo no es reformando el contenido de sus cuadros, sino el método para pintarlos; el otro es un poeta español tal vez demasiado inteligente y sensible para su propio bien.
“Muerte súbita se juega en tres sets, con cambio de cancha, en un mundo que por fin se había vuelto redondo como una pelota”, indica el sello editorial.
“Comienza cuando un mercenario francés roba las trenzas de la cabeza decapitada de Ana Bolena. O quizá cuando la Malinche se sienta a tejerle a Cortés el regalo de divorcio más tétrico de todos tiempos: un escapulario hecho con el pelo de Cuauhtémoc. Tal vez cuando el papa Pío IV, padre de familia y aficionado al tenis, desata sin darse cuenta a los lobos de la persecución y llena de hogueras Europa y América; o cuando un artista nahua visita la cocina del Palacio toledano de Carlos I montado en lo que le parece la máxima aportación europea a la cultura universal: unos zapatos. Acaso en el momento en que un obispo michoacano lee Utopía de Tomás Moro y piensa que, en lugar de una parodia, es un manual de instrucciones”.
En Muerte súbita, agrega la editorial, el poeta Francisco de Quevedo conoce al que será su protector y compañero de juego toda la vida en un viaje delirante por los Pirineos en el que una hija idiota de Felipe II será propuesta para reinar en Francia y Cuauhtémoc, prisionero en la remota Laguna de Términos, sueña con un perro.
Caravaggio cruza la plaza de San Luis de los Franceses, en Roma, seguido por dos sirvientes que cargan el cuadro que lo convertirá en el primer rockstar de la historia del arte, y el amateca nahua Diego Huanitzin transforma la idea del color en el arte europeo a pesar de que habla en castellano imaginario. La duquesa de Alcalá asiste a los saraos reales con una cajita de plata rellena de chiles serranos y usa un verbo que nadie entiende, pero parece temible: xingar”.
“Se vale de todas las armas de la escritura literaria para dibujar un momento tan deslumbrante y atroz en la historia del mundo que sólo puede ser representado mediante la más venerable y maltratada de las tecnologías, el artefacto cuya regla de oro es que no tiene reglas: Su Majestad la novela”, destacó el jurado sobre la novela.
Álvaro Enrigue ganó el Premio de Primera Novela Joaquín Mortiz en 1996 con La muerte de un instalador.

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