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Muere Amparo Rivelles, heroína del melodrama en el cine y la televisión

*En su natal España desde muy joven cobró notoriedad con cintas como Eloísa debajo del almendro y La fe, para luego cotizarse como una de las más importantes actrices de su generación en México entre finales de los 50 y hasta los 70

Marco Castillo / Agencia Reforma

Ciudad de México

Una grande ha muerto. El teatro, el cine y la televisión lloran a una emblemática de la actuación: Amparo Rivelles.
Fue una mujer que forjó una historia en el cine y el teatro español… y en México, en donde además se coronó como reina de los melodramas en los 60.
La estrella falleció a los 88 años dejando uno de los legados más interesantes dentro del arte escénico.
Su prestigio lo ganó en España, donde desde muy joven –década de los 40– cobró notoriedad con cintas como Eloísa debajo del almendro y La fe.
Luego de cotizarse como una de las más importantes actrices de su generación llegó a México a los finales de los 50.
Se presentó ante la audiencia del país en la cinta Los hijos del divorcio… y de ahí en adelante todo fue cosechar éxitos.
Ernesto Alonso la respaldó en sus primeros melodramas de los 60.
Destacan Pecado mortal, Sor Juana Inés de la Cruz, Estafa de amor, Tres caras de mujer, Cristina Guzmán y dos de sus grandes aciertos: la histórica La tormenta y la de humor negro Doña Macabra.
Luego, llegaría Anita de Montemar, bajo la batuta de Jesús Bravo.
Sin embargo, antes de esos logros, Amparo ya había sentado un precedente en la pantalla grande mexicana gracias al thriller de humor negro El esqueleto de la señora Morales.
La imagen de la señora de sociedad o clase media –daba lo mismo, por su porte no se podía rebajar a otros papeles– se reflejó en cada uno de los personajes cinematográficos y de televisión.
De ahí que siempre luciera distinguida en las cintas Los novios de mis hijas, La viuda blanca, Anita de Montemar (en su versión de cine), Remolino de pasiones o El juicio de los hijos.
La Rivelles, como llamaron críticos y realizadores para referirse a ella como una grande de la pantalla, decidiría en los 70 poner fin a su trayectoria escénica en México.
Pero se fue por la puerta grande para seguir aportando su talento a los escenarios españoles.
Antes de partir, el mismo Ernesto Alonso le produciría tres de sus grandes éxitos: La hiena, Lo imperdonable y Pasiones encendidas.
Luego llevaría a la pantalla el clásico de Federico García Lorca, La casa de Bernarda Alba.
Filmaría una coproducción “escandalosa” que no fue bien recibida por sus seguidores, al menos en los de México: La playa vacía, en donde vive un romance lésbico con Pilar Velázquez.
En su país recibió los premios más importantes a su trayectoria: la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes (1990) y el Premio Nacional de Teatro (1996).
Le siguieron la Medalla de Oro al Mérito del Círculo de Escritores Cinematográficos (2006) y, en 1987 ganaría el Goya como Mejor Actriz por su trabajo en la cinta Hay que deshacer la casa.
“La actuación ha sido mi vida”, esto lo afirmó en el 2011, cuando recibiría uno de sus últimos homenajes a su carrera de parte de el Instituto Cervantes en Madrid.
Éste reconoce a las figuras que tienen una aportación relevante a la cultura de España.
Sí, España perdió un “monstruo” de los escenarios.
México la llora de lejos y recuerda a esa Anita de Montemar o a la sufrida Marissa Cruces que con su llanto contagió a millones de televidentes que la colocaron como heroína favorita del melodrama tradicional.

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