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“La gente se está desmayando”; impide el Estado Mayor venta de agua

Andrés Martínez  / Agencia Reforma

Silao, Guanajuato

La misa que el Papa Benedicto XVI celebró ayer en el Parque Bicentenario no fue sólo un acto espiritual, sino también una prueba de resistencia física, ya que el calor y la sed llevó a muchos hasta el límite.
Al filo de las 9:30 de la mañana, cuando el sol primaveral pegaba a plomo, calentando las áreas con asfalto como si de un comal ardiente se tratara, quienes atendían los puntos donde se vendían bebidas hidratantes suspendieron el servicio, argumentando que así lo habían solicitado los organizadores del evento hasta que terminara la celebración eucarística.
Y es que por órdenes del Estado Mayor Presidencial, la mayoría de los asistentes tuvieron que dejar en los filtros de seguridad las botellas con agua que traían consigo, pues podían ser utilizadas como proyectiles.
Conforme el sol se elevaba hacia el cenit y la temperatura continuaba en aumento, hasta superar la barrera de los 30 grados centígrados, la poca agua que los fieles mantenían en su cuerpo se iba yendo en forma de sudor.
Con los labios secos, miradas desorbitantes y demás síntomas de la deshidratación, los asistentes se acercaban a los puntos de venta pidiendo, algunos con tono de súplica, otros exigiéndolo, un poco de agua o algo líquido para mitigar la sed que ya les hacía vivir un calvario.
“Cómo es posible que no nos quieran dar agua, en la entrada nos quitaron las botellas que traíamos y venimos con niños pequeño…  llevamos toda la mañana sin tomar nada”, argumentaba visiblemente alterada una mujer que intentaba convencer a una joven voluntaria, acusándola incluso de atentar contra su vida.
“No te das cuenta que hay gente grande y niños que se están deshidratando, no pueden prohibirnos comprar agua por Dios Santo”.
A pesar de que muchos de los que acudían a los puntos de venta aseguraban que el agua les era indispensable para tomarse una pastilla o que requerían un refresco, pues se les había bajado la presión, la prohibición continúo hasta el final de la celebración.
Cerca del medio día, cuando calor apretaba más, el organismo de algunos llegó al límite y los desmayos no se hicieron esperar.
A pesar de que por momentos se podían observar hasta tres personas que se desvanecían casi al mismo tiempo por las altas temperaturas, en un área menor a un campo de futbol y a que los paramédicos de la Cruz Roja no se daban abasto para llevarlos en camilla a una sombra, los voluntarios no permitieron que las bebidas que se mantenían en hieleras llegaran hasta los fieles.
“El Papa seguro prefiere que la gente compre agua a que esté sufriendo esto, mire el solazo que está, la gente se está desmayando”, insistía desesperadamente un hombre que mejor optó por buscar el módulo de atención médica.
Contrario a lo que se vivía en las zonas más alejadas del altar principal, en el área cercana a donde fue ubicada la prensa, paramédicos de la Cruz Roja repartían de forma gratuita botellas con agua.
Pero la intensa sed no fue lo único que tuvieron que padecer los feligreses que acudieron a la cita con Joseph Ratzinger.
Minutos antes de que amaneciera, cuando el frío calaba más, las filas para entrar a los baños móviles alcanzaron su máxima extensión.
“Ay no, ya no aguanto, de verdad, estoy en el límite de casi casi hacerme en los pantalones”, comentó mujer mientras tiritaba de frío, sueño y ganas de ir al baño.
Sin embargo, las filas para entrar al baño no fueron las más largas. Comprar un café implicó una espera de más de tres horas.
“Nos formamos desde antes de las 3 y todavía no llegamos, éste es el café más deseado y esperado de mi vida”, comentó una mujer.

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