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Humberto Musacchio

¿Hacia otro conflicto con Caracas?

Si un avión con matrícula extranjera entrara en territorio mexicano y se negara a identificarse, recibiría la orden de las autoridades de aterrizar. Si tal orden no se acatara y fuera necesario realizar una persecución de 40 minutos que terminara con el aterrizaje en una pista clandestina, los tripulantes y pasajeros serían detenidos e incautada su carga, especialmente si se tratara de drogas y dólares. La aeronave quedaría a disposición del Estado mexicano y éste, en ejercicio pleno de su soberanía, se hallaría en libertad de disponer del aparato.
Eso mismo hizo Venezuela con un avión de matrícula mexicana que partió de Querétaro y la reacción de las autoridades mexicanas ha sido desmesurada y muy poco comedida, pues demanda que Caracas le entregue información “basada en pruebas e información real”, según dijo Miguel Ángel Osorio Chong, secretario de Gobernación, quien de esa manera establece que la información podría ser falsa, “irreal”.
Sobra decir que se trata de un lenguaje inadmisible en los tratos diplomáticos a los que debe ajustarse este tipo de peticiones, pues Venezuela es un país con el que México tiene relaciones al más alto nivel y después de cierto incidente con el gobierno de Vicente Fox, provocado por la torpeza del entonces canciller Jorge G. Castañeda, ambos gobiernos habían dado importantes pasos hacia la normalización de relaciones.
Sorprende el interés de nuestras autoridades, habida cuenta de que los ocupantes del avión de marras presentaron al despegar documentación apócrifa, lo que sabían las autoridades mexicanas. Aunque es una mera especulación, se supone que a bordo iba Rafael Caro Quintero. En esas circunstancias, cuando había que actuar con cabeza fría y mucho respeto por la otra parte, el canciller José Antonio Meade llamó al embajador venezolano, a quien “instó” a compartir toda la información sobre el caso. En fin, que el asunto muestra la inconveniencia de sustituir a diplomáticos experimentados con gente que se supone talentosa para hacer negocios y atraer inversiones.
Del otro lado las cosas no han estado mejor. Al parecer los ocupantes del aeroplano se fugaron, lo que no es motivo de orgullo para las autoridades venezolanas, y ante los desplantes de la cancillería mexicana, el presidente Nicolás Maduro ha entrado en liza sin mucha fortuna, pues acusa a los funcionarios de la Secretaría de Relaciones Exteriores de estar “abogando por un avión que estaba full de cocaína”, por lo que instruyó a la representación de su país a dar las necesarias explicaciones para que Enrique Peña Nieto se enterara de lo anterior.
Los hechos se produjeron en el estado de Apure, fronterizo con Colombia, donde las autoridades venezolanas han desplegado una considerable fuerza para combatir el ingreso de drogas a su territorio, que es usado para el trasiego de estupefacientes con destino a Estados Unidos. “No nos van a parar ?ni con campañas mundiales ni con chantajes”, declaró Maduro, por lo cual cabe preguntar si esas campañas y esos chantajes provienen de la Cancillería mexicana, lo que convendría decir con más claridad.
Pero más allá de las pifias de la Cancillería y cierta bravuconería de la contraparte, hay puntos oscuros que sería bueno develar. Por ejemplo, saber quiénes eran los tripulantes y pasajeros de la aeronave, cuál era su carga, por qué se desvió del itinerario previamente fijado y por qué en lugar de confiscar el avión, las autoridades venezolanas hayan preferido destruirlo. Tal vez nunca lo sepamos.

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