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“La vida me cambió todito, ya no siento la ilusión de antes”, dice una damnificada de la capital

A las 6 de la mañana del martes 17 de septiembre, doña Teodora García Juárez regresó con su esposo del albergue en que estaba refugiada sólo para ver cómo el agua se llevaba su casa.
“Haga de cuenta que nomás nos estaba esperando, porque nos paramos aquí enfrente, como 2 minutos, cuando vimos cómo se fue yendo poco a poquito, como si se estuviera despidiendo de nosotros, hasta en cámara lenta se cayó”, relató.
La casa de doña Teodora García estaba del lado poniente del cauce, en la calle principal de la colonia San Carlos, a unos 300 metros de la presa Cerrito Rico y fue la primera del encauzamiento Alejandro Cervantes Delgado, de norte a sur, que sucumbió ante la presión del agua que se desbordó a consecuencia de las lluvias de la tormenta tropical Manuel, que azotó al estado el 15, 16 y 17 de septiembre.
Sentada en una silla de plástico que le prestó su vecina Verónica Leonor, del lado oriente del cauce del Huacapa, el medio día del 13 de noviembre, Teodora contempla el cascarón de lo que fue su vivienda, de la que se vislumbran solamente las paredes de la planta alta, pues la planta baja está sepultada por escombros, arena y grava.
A doña Teodora se le quiebra la voz y gruesas lágrimas le bajan por las mejillas cuando afirma, “la vida me cambió todito, ya no siento la ilusión de antes. Mi casa la arreglaba yo bien en diciembre, con muchos foquitos de navidad  ¿Y ahora qué voy a arreglar?, ¿Cuándo vamos a recuperar todo lo que perdimos?, nunca”.
Recuera que a las 8 de la mañana del domingo 15 de septiembre, cuando a la presa le faltaba medio metro para que se desbordara, le fueron a avisar unos policías que tenía que salirse. “Yo corrí a avisarle a los vecinos después, apenas me dio tiempo subir a la segunda planta a avisarle a mi esposo que estaba durmiendo, él se paró bien asustado y sacamos dos mudas de ropa y nos salimos corriendo porque el agua ya estaba entrando a la planta baja”.
Esa mañana, doña Teodora, su esposo y sus dos hijas de 11 y 13 años se fueron al albergue de la escuela 18 de Marzo, que se encuentra cerca de la colonia San Carlos, de donde regresaron a las 6 de la mañana del martes 16 para ver el derrumbe de su casa que hasta este 13 de noviembre seguía sepultada a la mitad.
“Yo me tiré a llorar por la desesperación de ver cómo el agua iba sacando mis cosas, una a una, ¿qué más me quedaba?”, recuerda.
Relata que de sus pertenencias que se llevó el agua lo que más siente son sus tres máquinas de coser; dos mecánicas y una eléctrica, que formaban parte de su pequeño taller de costura con el que ganaba unos pesos para completar los gastos que ahora cubre sólo su esposo, quien es maestro de telesecundaria en una comunidad de la sierra. Hoy no tienen nada.
A dos meses de la tragedia, no ha recibido ningún apoyo de ninguna dependencia. (Zacarías Cervantes / Chilpancingo).

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