Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

La isla de Clipperton es un basurero, acusa expedicionario a su regreso

Oscar Cid de León / Agencia Reforma

Ciudad de México

Jon Bonfiglio es enfático: “La isla es un basurero”.
Se refiere a Clipperton, la Isla de la Pasión, ubicada en el Océano Pacífico a mil 280 kilómetros de las costas mexicanas, la cual visitó junto a una veintena de expedicionarios -él a la cabeza- como parte de un programa internacional de monitoreo ecológico llamado The Clipperton Project.
La célebre isla, que actualmente pertenece a Francia, país que impuso su soberanía tras un laudo del Rey de Italia en 1931, se encuentra deshabitada desde 1917, cuando un buque rescató a los últimos sobrevivientes de un regimiento militar que había enviado Porfirio Díaz para defenderla en nombre de México.
Pero esa historia remota no la ha librado de la contaminación proveniente del continente.
“Refleja de manera muy fuerte lo que estamos haciendo en nuestras costas. Es un basurero; la cantidad de plástico que hay por metro cuadrado es impresionante”, señala Bonfiglio.
Recuerda la imagen de un pájaro bobo muerto; entre los huesos se alcanzaban a ver materiales plásticos que le causaron asfixia.
La basura llega de las corrientes desde el continente; botellas de Coca Cola y agua Ciel, incluso zapatos de mujer.
Hay desechos que datan de los tiempos de la Segunda Guerra Mundial, cuando Estados Unidos pretendió hacer en la isla una base militar. De aquella época quedan cientos de municiones abandonadas.
“Otro efecto humano: al anochecer, se convierte en un paraíso de ratas”, lamenta Bonfiglio. “Ése es un problema que existe en muchos atolones por naufragios”.
La expedición -en la que participaron, además de científicos, artistas de diversas disciplinas, quienes crearán piezas a partir de la experiencia- partió el 1 de marzo y permaneció en la isla 8 días; en altamar estuvieron alrededor de 13.
Lo registrado durante el viaje se le comunicará al embajador de Francia en México, para que tome cartas en el asunto.
“Lo peor es que lo mismo ha de suceder en otros lugares del Pacífico (…) The Clipperton Project no sólo habla de Clipperton. Hay que trabajar en conjunto mirando hacia el futuro”.

Parecía defenderse

Cuando la expedición llegó a Clipperton tras una semana en altamar, se encontró con dificultades para tocar tierra.
Las embarcaciones debieron quedar a 150 metros de la orilla, y los tripulantes luchar con rompientes de 4 metros de altura sobre kayaks, que en veces volteaban y con ello se perdían provisiones que trasladaban para la estancia.
No creo que la isla confíe en los humanos, y ¿por qué debería hacerlo?, lanzó Martín Machado, artista que formó parte de la expedición.
Por las dificultades para trasladar insumos, comieron, sobre todo, pescado fresco y agua de cocos.

468 ad