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Netzahualcóyotl Bustamante Santín

2012 electoral

Ocupada en la permanente reforma de la legislación electoral para aspirar a contiendas equitativas y apegadas a la legalidad, la clase política mexicana se pone a prueba una vez más en este año.
Desde 1977 se han impulsado ambiciosas reformas de corte electoral; la última en 2007-2008 tuvo su razón de ser en la campaña negra orquestada en la campaña del 2006 contra el candidato presidencial del PRD, y la libertad que tenían los particulares de comprar espacios de radio y televisión, bien para apoyar una candidatura, bien para denostarla.
La enmienda de 2007 ha empezado a mostrar su vulnerabilidad desde hace dos semanas al iniciar las precampañas presidenciales, cuando ni siquiera adquiere plenitud la fiebre electoral.
Esas lagunas provocaron una traspié más de Enrique Peña al preguntarse en rueda de prensa hace unos días, si tiene la calidad de candidato o precandidato presidencial; el gazapo fue corregido por el líder nacional del tricolor que le dijo que al interior de su partido ya era candidato, pero no así ante la autoridad electoral quien le reconoce ahora la figura de precandidato.
Un vacío legal más se evidenció cuando Andrés Manuel López Obrador preguntó al Tribunal electoral (aquella institución a la que mandó al diablo cuando los magistrados dieron el triunfo a Felipe Calderón), si podía realizar proselitismo de manera pública y mostrar su imagen en medios de comunicación.
El Tribunal electoral federal en un hecho asombroso, remitió al IFE el decálogo de cuestionamientos formulados por el tabasqueño y este órgano tuvo problemas para hacer una interpretación correcta del código electoral conocido como Cofipe, en cuanto a las reglas que deberán observarse en las precampañas.
Complicado y lleno de enredos y confusiones arranca el año electoral de 2012, que como cualquier fecha en la que se presenta una contienda por la Presidencia de la República, causa especial atención de buena parte de la sociedad mexicana que aún cree en los procesos electorales.
Ahora que inician las campañas, el PRI desea que su candidato entre al pantano y salga lo más limpio posible. Los actos de Peña serán masivos y tumultuarios para demostrar que es invencible, pero su desempeño en los eventuales debates presidenciales pondrá muy nerviosos a sus estrategas porque ahí puede acabarse todo.
La maquinaria priísta le permite al mexiquense todo: nombrar dirigente nacional del PRI, pedir su salida y designar al sustituto; atorar la agenda de reformas en el Congreso (política, fiscal, laboral); nominar candidata en el Distrito Federal y en los otros seis estados que tendrán elecciones de gobernador el 1 de julio; concertar una alianza electoral con el Panal y el Partido Verde que les otorga incluso candidaturas a gobernador como en Chiapas; o nombrar libremente a su equipo de campaña.
Aunque no les gusta su frívolo estilo de hacer política que contrasta con la tradición conservadora del priísmo más formal en el discurso, el pensamiento y la acción política, la élite del partido hegemónico sabe que Peña Nieto garantiza no sólo el retorno a Los Pinos y lo que ello significa, sino afianzar el control y poder absoluto que ya tiene en 22 estados, ayuntamientos y el Congreso de la Unión.
El PRI no tuvo la capacidad de renovarse en los últimos dos sexenios y en caso de ganar, retornará al poder con el mismo estilo de gobernar con el que le conocimos hasta el año 2000. En la oposición sólo demostró fuerza para condicionar las reformas en el Congreso y trasladó a los gobernadores el contrapeso al Ejecutivo federal y la concentración del poder se hizo regional pues ahora se habla de la influencia política de tal cual o cual gobernador, más que de un secretario de Gobernación, que resultaron medianos en el calderonismo.
El PAN llega con tres aspirantes presidenciales que tienen partida a la militancia del blanquiazul por sus preferencias hacia cada uno de ellos. Santiago Creel que tuvo una exitosa campaña a la Jefatura de Gobierno del DF en el 2000 contra López Obrador, intenta repetir la hazaña de ser candidato presidencial como en 2006 que no logró por la sorpresiva irrupción de Felipe Calderón en la contienda panista en la que ganó las tres elecciones internas que entonces se realizaron. Ahora Creel se juega su resto ante la desventaja que supone no contar con el respaldo de Calderón quien en última instancia preferiría a Josefina Vázquez.
Ernesto Cordero no levanta el ánimo ni en su equipo de campaña y pese a que está volcado con él todo el aparato del gobierno federal, lamentan que el joven tecnócrata nunca haya podido superar a sus contendientes internos ni externos por más que se cansó de lanzar ataques al PRI y su abanderado.
Cordero sustituyó en los hechos a quien se consideraba el verdadero candidato de Calderón, Juan Camilo Mouriño quien falleció en un accidente aéreo en la ciudad de México el 4 de noviembre de 2008. Con Juan Camilo además de caer otros cinco acompañantes, cayó también la posibilidad de Felipe Calderón de construir un proyecto transexenal.
Josefina Vázquez es ya la virtual candidata del PAN aunque para llegar a esa irremediable circunstancia, los dirigentes de ese partido hayan promovido una precampaña interna para dar tiempo a Cordero de despuntar y buscar un traspié a las aspiraciones de “la señora de la casa” Vázquez Mota.
En cuanto a la candidatura presidencial de “las izquierdas”, era imposible que Andrés Manuel López Obrador no resultara el candidato, así fuera por el PT. En campaña por la Presidencia desde el 5 de diciembre de 2000 cuando asumió la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, López Obrador no desapareció del radar político después del 2006, pese a los intentos evidentes de aniquilarlo políticamente más que por Felipe Calderón, por parte de sus propios compañeros de partido.
Para su segunda campaña presidencial, el tabasqueño ha integrado un tándem formado sólo por sus hombres cercanos, excluyendo por completo al grupo perredista que ha padecido y al que ha confrontado en los últimos cuatro años, y que por consiguiente no le acompañará en la campaña presidencial. Los Chuchos y sus socios sólo aprovecharán la figura de López Obrador para colgar a sus candidatos a distintos cargos de elección; el candidato realizará solo el periplo y sólo con sus seguidores, pues está claro que su candidatura por arte de magia no logrará la unidad, ni juntar los pedazos en que se halla la vida tribal del PRD.
El Consejo Nacional de ese partido deberá nominar candidato presidencial a López Obrador el 19 de febrero, como lo hará también con sus candidatos a senadores y diputados federales a quienes elegirá tomando en cuenta los resultados de encuestas a la ciudadanía, método subjetivo que es una puerta de escape al desastre en que se convirtieron las elecciones internas para elegir candidatos… y dirigentes.
La ley electoral federal de 2007 ya se aplicó en las intermedias de 2009, pero probará su viabilidad en este año de comicios presidenciales. El ordenamiento adelantó y acortó extraordinariamente los tiempos de campaña de tal suerte que a mediados de febrero habrá ya candidatos formales a la Presidencia del República.
Por vez primera desde 1982, este país sólo tendrá tres candidatos a la Presidencia, una mujer entre ellos como antes lo fue Rosario Ibarra en 1988, Marcela Lombardo y Cecilia Soto en 1994 y Patricia Mercado en 2006.

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