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Arturo Solís Heredia

CANAL PRIVADO

*Panteones virtuales

La semana antepasada falleció el escritor tamaulipeco-chilpancingueño-neoleonés José María Mendiola, Chema, entrañable broder. Como muchos de sus muchos amigos, con sorpresa y dolor me enteré de su muerte en su muro de Facebook, en donde su hija y su esposa compartieron la pésima noticia.
Fue extraño leerla en el mismo espacio donde él escribía para y con sus amigos, pero especialmente porque sentí que me observaba fijamente desde su fotografía de perfil.
Cuando terminé de leer, me quedé mirando su rostro de brujo sabio y noble, tan viejo y flaco como El Quijote, pero mucho más divertido y terrenal que el caballero de la triste figura. Me creció la tristeza al comprender que ya no lo vería más, que ya no escucharía su plática sabrosa, que ya no leería tantas historias que no tuvo tiempo de escribir.
Sin embargo, después de varios minutos, confieso que pensé morbosamente en que, aunque él ya no estará físicamente, probablemente su perfil lo sobreviva indefinidamente.
Y es que mi broder podría convertirse en una más de las casi 30 millones de personas en el mundo, cuyos perfiles de Facebook permanecen activos a pesar de haber muerto.
La sorprendente cifra se basa en la tasa de crecimiento de Facebook, y la esperanza de vida promedio en el planeta, de acuerdo con las estimaciones de Nate Lustig, fundador de Entrustet, una empresa en la web que ayuda a las personas a acceder y borrar cuentas en línea luego de que alguien muere.
La comunidad de Facebook cuenta ya con un gigantesco camposanto virtual. En principio, el fenómeno se debió a la falta de previsión de los programadores de Facebook para cancelar perfiles de personas fallecidas. Es decir, cuando un feisbuquero moría, la única forma de acceder a su perfil era con la contraseña de su cuenta, la que usualmente solo conoce el titular. A casi 10 años de su creación, con un crecimiento vertiginoso, esta red social fue acumulando los perfiles de clientes ya desaparecidos, hasta llegar a casi 30 millones en 2013.
Pero eso sólo fue el principio, porque independientemente de las dificultades técnicas para cancelar o acceder a cuentas de personas fallecidas, la gran mayoría de sus familias y amigos cercanos prefería mantener activos sus perfiles. Como una especie de memorial virtual, dejan mensajes y comentarios en sus muros, especialmente en fechas relevantes para sus muertos.
Es evidente cómo las redes sociales y los medios digitales están cambiando no sólo la manera en que interactuamos socialmente y nos comunicamos con los demás, sino también la manera en que percibimos la realidad.
Antes de que conectarnos a Internet e interactuar en una red social fueran asuntos cotidianos, la noticia del fallecimiento de un ser querido viajaba de persona en persona. El funeral se llevaba a cabo en la casa del finado, en un templo, se lloraba al lado de una tumba o se sufría en silencio. Hoy, textos y correos electrónicos difunden la noticia. Y las redes sociales ofrecen a mucha más gente la oportunidad de honrar y llorar al que se fue.
En Facebook es el nuevo funeral. En los funerales tradicionales hay un tiempo y un lugar específico para el duelo. En Facebook, cualquiera en cualquier momento puede involucrarse en este proceso.
Algunos expertos sugieren que estas elegías electrónicas despersonalizan el luto, que incluso trivializan la muerte. Por eso, algunas familias deciden no mantener viva la memoria de sus seres queridos en línea. Otras, sin embargo, piensan que las redes sociales ayudan a compartir recuerdos, ofreciendo y recibiendo apoyo emocional e incluso reuniendo fondos para los dolientes.
Durante décadas, las “cinco etapas del dolor”, un modelo introducido por la siquiatra suizo-estadunidense Elisabeth Kübler-Ross en 1969, dominó el pensamiento popular acerca de la experiencia de la muerte. Las etapas –negación, ira, negociación, depresión y aceptación– esencialmente suponían que las personas superarían eventualmente la muerte de un ser querido. Algo de ese pensamiento continúa hoy con la variante del duelo en las redes sociales.
En parte, esto explica por qué algunas personas, que sin duda sienten dolor por la muerte de un ser querido, pero que no estaban en sus redes sociales, prefieren que su perfil deje de aparecer con la misma frecuencia en Facebook. Para ellas, su proceso de duelo ha concluido.
Sin embargo, no explica por qué tantas personas agradecen la oportunidad de mantener vivo a perpetuidad el perfil de Facebook de un ser querido que falleció. Ellas nunca pedirían su cancelación, borrar los comentarios de sus muros ni solicitar una versión reducida para convertirla en un memorial. Las etapas del duelo no explican por qué alguien desea continuar, en el perfil de una persona muerta, escribiendo mensajes y checando actualizaciones como si estuviera viva. ¿O será que Facebook es una nueva fase de la negación?
Pero lo que las etapas del duelo ni nada explican, es una variable del duelo virtual mucho más dramática y complicada, que tristemente vemos a menudo en las redes sociales de los mexicanos: los perfiles activos de personas que mueren de manera violenta o desaparecen sin dejar más rastro que sus muros en Facebook.
Vistos desde una perspectiva tradicional, esos perfiles activos con mensajes y comentarios de familiares y amigos, etiquetando fotos de personas asesinadas o desaparecidas, parece una práctica masoquista y hasta macabra. Sin embargo, de acuerdo con la experiencia concreta de varios conocidos de este escribidor, convertir el perfil de un ser querido en un memorial perenne les ha ayudado en el proceso de sanación.
Por eso, cada día son más las familias mexicanas que deciden solicitar a Facebook la conversión del perfil de un ser querido que falleció, en memoriales virtuales.
En 2009, debido a la presión de los usuarios, los directivos de esta red social anunciaron la creación de un sistema para los perfiles de las personas fallecidas, con el cual los deudos podrían convertirlos en una especie de memoriales en línea.
Sin embargo, anunció la empresa, estos memoriales deben ser privados. Allí podrán dejar mensajes y recuerdos o condolencias, únicamente las personas que ese perfil haya agregado como amigos, con el fin de evitar mensajes indeseados o la entrada de intrusos.
Según los desarrolladores de Facebook, esta es una solución para dar “vida eterna” a los miembros de la red social. Incluso, recientemente la red social introdujo una nueva función que sugiere a los usuarios que ayuden a otros miembros a incrementar su actividad, y se han dado casos de personas a las que se animaba a sugerir nuevos contactos de amigos ya muertos.
Para informar a Facebook acerca del fallecimiento de un usuario, alguien cercano debe llenar un formulario indicando no sólo el nombre y la dirección de perfil de la cuenta, sino también comprobar su relación con la persona, y entregar alguna prueba del deceso, como algún obituario en la prensa o anuncio oficial, para evitar bromas de mal gusto.
Por fortuna, Chema no murió de manera violenta. Ignoro si su esposa o su hija decidirán cancelar su perfil o lo convertirán en un memorial virtual. Sea cual sea su decisión, el recuerdo del brujo sabio y noble tendrá un sitio seguro en mi memoria.

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