Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Humberto Musacchio

Sufragio efectivo no; reelección

Son tan queridos los diputados y senadores mexicanos, que una valla metálica rodea las respectivas cámaras, resguardadas por varias filas de policías federales y hasta por uniformados a los que acarrearon del estado de México. Afuera de los recintos parlamentarios se escuchan las denuncias, los reclamos y las mentadas, pero ya habrá tiempo de aprehender a los irreverentes, que para eso hay cientos de guaruras mezclados entre la multitud.
Los ingenuos se preguntan por qué tanto enojo popular contra los representantes populares. ¿Pues qué no los eligieron por guapos, inteligentes y dueños de todas las virtudes cívicas? ¿Qué no ganaron escaños y curules en comicios más limpios que el alma de un bebé? ¿Qué no hay sufragio efectivo? ¿Por qué pues tanto grito? Y las preguntas siguen y las cacatúas mediáticas las reproducen con bien pagada constancia.
Tal vez la inconformidad se deba a que los candidatos del PRI, del PAN y la Verdulería nunca le dijeron a sus eventuales votantes que iban a arrancarle a la nación un patrimonio vital, que iban a poner en manos extranjeras y algunas –poquitas—nacionales los beneficios del petróleo. Los legisladores que ahora levantan la manita, la garra o la pezuña –¿de a cómo, respetables tribunos?–, no se tomaron la molestia de explicar a los ciudadanos que el Estado, al privatizar el petróleo, iba a perder la tercera parte del ingreso fiscal y que, para reponerlo, elevaría todavía más los impuestos confiscatorios que pagamos en México los que pagamos, porque diputados y senadores no pagan, pues las cámaras respectivas, del bolsillo de los contribuyentes, cubren esos impuestos para que los señores no vean menguadas sus dietas. ¡Que chulos!
Y nos vienen a contar que en Pemex hay mucha corrupción entre los funcionarios, que los contratistas pagan cochupos, que los líderes charros son unos sinvergüenzas y que mejor dejar que se acaben Pemex y que el petróleo beneficie a todo aquel que tenga dinero para explorar y explotar los yacimientos y para dar las mordidas de rigor a los de siempre. No se les ocurre hacer una limpia, correr a los canallas y meter al bote a los mafiosos. No, mejor entregan la riqueza al extranjero, y Pemex, que se pudra.
¡Ah!, porque otra historia es que no debemos dejar pasar la oportunidad. Hay que entregar la riqueza ahora, antes de que no valga nada. Y lo dicen tan orondos, como si los hidrocarburos que están bajo tierra se echaran a perder, como si se pudrieran. En realidad lo podrido es este mazacote de complicidades, de transas, de traiciones a México.
Funcionarios, legisladores, contratistas, gacetilleros, loros con micrófono y demás ejemplares de la fauna privatizadora tienen hambre, mucha hambre, y sólo se les ocurre rostizar la gallina de los huevos de oro. Para ganar la adhesión de los adherentes –así, pleonásmicamente—le regalan a senadores, diputados y alcaldes la reelección y de ese modo nuestros políticos huyen en desbandada de la historia.
El petróleo como un bien público, propiedad de la nación –esto es, de las generaciones presentes y de las que vengan— les parece inaceptable, anticuado, antimoderno y demodé. Igualmente olvidaron que el principio de no reelección se estableció al costo de un millón de vidas y al suprimirlo abren la puerta a la reelección presidencial, a la usanza porfiriana, porque la eternización no se va a quedar en las alcaldías ni en las cámaras. Y con el pestilente sistema electoral que tenemos, y ese adefesio que es o será el INE, ahora el lema del Estado será “Sufragio efectivo no; reelección”.

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