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“Ya no hay buen día, aunque esté la playa a reventar”, se queja mesero en la Papagayo

Mariana Labastida

“Ya no hay buen día”, dice don Julio, de 76 años, mesero de playa Papagayo, quien va y viene entre las mesas que no están totalmente ocupadas, se mezcla entre los vendedores ambulantes para evitar que le ganen la venta de mariscos y poderse llevar más comisión
Son las 2 de la tarde, el sol calienta la piel y caminar en la arena es pesado, pero eso no detiene a don Julio que va y viene del área de playa entre el Asta Bandera y el restaurante Bocana, donde trabaja desde hace cinco años luego de que dejó de vender nieve de limón y fruta, “eso se vendía mucho, después se acabó todo”.
Decidió empezar a trabajar como mesero porque “poquito, pero se gana, la gente es de aquí y compra poquito, a veces no me compran nada, a veces está jodido”, señaló el trabajador que va con su chalora, mientras camina viendo cómo los vendedores informales le ganan la venta; “hay muchos de estos”, dice señalando a uno que ofrece campechanas y que se acaba de quedar con uno de sus posibles clientes.
Todos los días viene desde La Sabana y se queja de la baja venta no tanto por la presencia de vendedores informales, sino porque “muchos vienen con su cosas, con su hielera; es que no hay trabajo y compran poco”, insiste; se ríe mostrando los pocos dientes que le quedan mientras recuerda que un día antes ofreciendo mariscos una “viejita” le dijo que no quería nada, que le había dado diarrea. Al mencionarlo suelta una carcajada.
La playa Papagayo es una de las más visitadas. En la víspera de Nochebuena no está abarrotada como en otros días de vacaciones; hay gente, pero eso no garantiza, dice Julio, que haya venta, tal vez si bien le va se llevará 70 pesos de comisión y propinas, y es que “ya no hay buen día”, las ventas siguen siendo bajas aun cuando “haya mucha gente y esté la playa a reventar”.

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