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Navidad es época de dolor para los damnificados que perdieron todo y sólo salvaron su vida

La Navidad no será igual para los damnificados, que si bien tenían limitaciones en sus fiestas, hoy enfrentan la fría realidad de no tener nada que ofrecer a la familia, y sólo replantean el valor de la vida, que salvaron ante el paso de la tormenta tropical Manuel.
Doña Carlota Reyes Sandoval, de 78 años, es una de las 190 personas que vive en el albergue, desde hace tres meses, y  tiene que empezar de nuevo, porque perdió lo poco que pudo juntar en su vida, sus animales, su casa y su bienestar.
Guiada por una andadera, arregla las cosas que le regalaron en el albergue del Instituto del Deporte de Guerrero (INDEG), mientras relata su vida antes de que la cambiara la tormenta.
La señora marcada por las arrugas en su cara, explica en voz baja que, su vida estaba llena de alegría antes, de que lloviera durante tres días, y que acabara con su casa ubicada en la colonia Buganvilias.
Durante la plática, se le preguntó si ésta es una época de celebración, pero ella guardó silencio dos minutos, mientras sus ojos se llenaron de lágrimas, y sólo acertó al decir “es una época de dolor, para mí”.
“Vea como estamos… estamos arrimados por acá, bueno eso es lo que siento yo, lo que veo”, agregó.
Entre lágrimas, contó que esto es lo más triste que le ha pasado en su vida, porque, ya no ve a sus amigas, ya no cuida a niños, ni ve a sus familiares; la tormenta la obligó a postrarse en una colchoneta donde traspasa el frío del piso.
A tres meses del paso de Manuel, la señora Carlota no tiene esperanzas nde recuperar algo que se llevó la tormenta, y su independencia, pues ahora se quedó sola en el albergue y de vez en cuando sus hijas la van a ver.
“Yo estaba bien en mi casa, porque tenía lo que me hacía feliz, y yo no quiero ser una carga, como lo soy ahora, porque mis hijas tienen su vida”, agregó.
Aseguró que su vida es otra después de llegar al albergue, pero seguirá luchando para recobrar lo que perdió, “porque Dios socorre”.
“Yo sólo quiero que me regresen a mi casa, porque ahí tengo a mi amiga, que me compra el mercado, es más fácil ya tener conocidos, porque uno ya no sabe a qué se le repega”, comentó.
La convivencia en el albergue no ha sido la mejor, y sólo se soporta con la añoranza de que algún día se recupere lo perdido.
En el caso de Leticia Cirio Sánchez de 21 años, quien no ha tenido la oportunidad de estudiar, quien sufre de parálisis de la cadera para abajo, relató que todo cambió desde el 15 de septiembre de este 2013 cuando las fuertes lluvias destruyeron el patrimonio de esta familia.
La joven de mirada triste y escasas palabras recordó que tenía una “bonita” casa, de madera. Ahí estaba su ropa y algunos viejos juguetes que logró guardar desde su infancia.
La televisión con la que se entretenía, zapatos, sus peines y los cuadernos en los que dibujaba; son las cosas que más recuerda.
Describe que la mañana de aquel 15 de septiembre cuando agentes del Ejército tuvieron que rescatarla ante la creciente del agua en una barranca que pasa por su casa. “Aquí nos trajeron porque la lluvia estaba muy fuerte y ya no podíamos salir. Primero nos llevaron a una escuela donde estuvimos como dos semanas, luego nos trajeron al CREA (INDEG), donde ahora dicen que nos van a correr”, exclamó.
Leticia afirma que su casa fue arrastrada por completo y hoy sólo queda el terreno lleno de escombros.
Víctima de la tormenta Manuel, se vio obligada junto a sus tíos, a permanecer refugiados en unas instalaciones deportivas que ella no puede aprovechar.
Por si fuera poco, ha tenido que soportar malos tratos y humillaciones de los encargados del albergue, pero sobre todo, la angustia de saber que tarde o temprano le retirarán la ayuda y no tendrá dónde acomodarse para vivir.
La esperanza de que su casa le será reconstruida por el gobierno, ya se ha ido.
Hoy, desde el dormitorio 1 del albergue ve pasar la vida. A pesar de su amarga infancia, desoladora juventud y cruda realidad, Leticia quiere seguir adelante.
Aún le quedan fuerzas para luchar por su sobrevivencia y, según afirma frente a las grabadoras, sueña con poder ayudar a su anciana tía, así como a su enfermo y paralítico tío que, desde hace casi 7 años son su familia más cercana o, más bien, la única familia que tiene en esta vida.
En una de las visitas que hacen periodistas a su dormitorio, Leticia se acercó a uno de ellos para rogarle que ayude a las familias damnificadas para que no las saquen del albergue que hoy tienen como hogar.
Con visible vergüenza, la mujer expuso que dentro del albergue todos reciben un trato igualitario que es realmente discriminatorio e inhumano. Afirma que han sido víctimas de burlas y agresiones verbales, sin embargo, no quieren irse de este lugar porque no tienen dónde vivir.
En ese sitio no hay atención especializada para los discapacitados. Comen lo mismo que el resto de los albergados y también tienen que esforzarse para tener algunos pesos en la bolsa.
A los discapacitados se les da la misma porción de alimentos, papel higiénico y un pañal por día. También tienen que dormir en colchonetas sobre el suelo y con sólo algunas sábanas para cubrirse del frío. Ellos ahí, son igual que los demás.
Leticia afirmó que esta Noche Buena (24 de diciembre), lo único que habrá de diferente en su vida será la compañía de unas 200 personas que también perdieron sus patrimonios.
De ahí en fuera, todo ocurrirá igual; no habrá regalos, piñatas, aguinaldos, manjares ni ropas para estrenar. Ni siquiera podrá encender fuegos artificiales.
En un momento de tristeza y lamentaciones, la mujer de 21 años recordó que jamás tuvo un juguete.
Para Leticia, Navidad y Año Nuevo eran fechas donde su vida simplemente seguía corriendo; igual que esta Navidad, donde simplemente seguirá subsistiendo desde un albergue próximo a desaparecer.

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