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Rubén Aguilar Valenzuela

Francisco, el Papa

El 13 de diciembre pasado, el Papa Francisco cumplió nueve meses de haber asumido la cátedra de San Pedro. La sensación, por su activismo y permanente presencia en los medios, es que son años los que tiene en el cargo. En tan sólo 270 días ha logrado imprimir un nuevo estilo al papado y ha provocado la atención del mundo a sus ideas y manera de realizar su misión.
La revista Times lo nombró la Persona del Año por la manera que en tan poco tiempo ha logrado cambiar de forma positiva la imagen de la Iglesia católica desprestigiada por los casos de pederastia y los manejos del Banco Vaticano. El Papa ha traído aires de cambios y renovación a una estructura burocrática anquilosada que no logra comunicarse con la mayor parte de sus fieles.
Las ideas y declaraciones del Papa, pero también su manera de ser y comportarse, no sólo sorprenden a los integrantes de la Iglesia católica sino a los medios de comunicación y a personas de otras creencias o que no profesan ninguna fe. La personalidad del Papa se ha impuesto en un mundo con escasos liderazgos de carácter internacional, como me lo comentaba una funcionaria de la cancillería mexicana.
El Papa en estos nueve meses ha posicionado un estilo que lo define y le es propio. Elisabetta Piqué, de La Nación, Buenos Aires, lo define como “Código Francisco”. Las características que definen esa nueva manera de ejercer el papado son: la sencillez, el rechazo al boato que ha acompañado al cargo, la cercanía a la gente, el compromiso con los más pobres y afligidos, la propuesta de ideas simples y poderosas, que dan cuenta de un radical humanismo.
El impacto que el Papa causa entre los medios de comunicación, los católicos y amplios sectores de la sociedad mundial de saber ya no despierta el mismo entusiasmo en ciertos sectores de la jerarquía católica que empiezan a ver al Papa con cierto recelo. Son años de una iglesia muy conservadora, la que da la espalda a los avances del Concilio Vaticano II, en el pontificado de Juan Pablo II.
Un jesuita enterado de lo que ocurre al interior de la iglesia me comenta que a nivel mundial se empieza a oír entre ciertos sectores de obispos que la manera de vivir del nuevo Papa, su sencillez y austeridad, están bien para alguien que ha sido religioso, en este caso jesuita, pero no para los sacerdotes diocesanos que entre sus votos no está el de pobreza.
En los sectores más conservadores de la iglesia –los integrantes de la vieja Curia Romana, el Opus Dei, los Legionarios de Cristo y también buena parte de obispos y sacerdotes diocesanos– molesta las críticas que el Papa ha hecho al centralismo y clericalismo de la iglesia, a la que éstos son propensos, y también su sensibilidad social y compromiso abierto con los más necesitados.
Les molesta su posición fraterna y solidaria, que debería ser la actitud de la Iglesia, con los gays, los divorciados vueltos a casar, las mujeres que utilizan anticonceptivos y han abortado. Que el Papa no se sume a la condena los saca de su forma de entenderse como jueces y no compañeros de viaje. La frase del Papa “quién soy yo para juzgar” sintetiza la pastoral del nuevo obispo de Roma. Es la misma de Jesús, “quien esté libre de pecado que tire la primera piedra”. Feliz Navidad.

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