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Humberto Musacchio

2013: muchas reformas, pocos cambios

Desde el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, los mexicanos no habían padecido tanto desprecio de sus gobernantes. Otra vez las reformas en cascada se han encaminado a privar a la nación de sus riquezas y entregarlas al mejor postor, sin que eso signifique mejoría alguna en las condiciones de vida de una sociedad golpeada por treinta años de neoliberalismo.
La característica más visible del año que termina es que nuestra lamentable clase política nos ha impuesto muchas reformas –constitucionales, legales y paralegales–, pero ha sido incapaz de realizar los cambios profundos que se han anunciado con bombo y platillo o, en todo caso, las pocas modificaciones que ha experimentado la vida social han sido siempre en perjuicio de la gente común. Veamos…
¿Alguien ha visto por ahí la reforma laboral con sus empleos prometidos, con mejores salarios, estabilidad en el trabajo y mayor productividad? Otra reforma extraviada es la financiera, según la cual se haría accesible el crédito a las pequeñas y medianas empresas, generadoras de 90 por ciento del empleo, todo según datos oficiales. ¿Alguien sabe dónde se consigue financiamiento barato?
La educación es el mayor escenario de los fracasos gubernamentales. Se impuso a los profesores una reforma sin consultarlos, pese a que serían ellos los encargados de llevarla a la práctica. El resultado fue una rebelión nacional contra modificaciones constitucionales y legales que afectan los derechos laborales, una insurrección que barrió con el liderazgo de los líderes charros y un auge de la oposición sindical, que de tener fuerza apenas en cuatro estados hoy tiene presencia en toda la república. Para colmo, metieron a la cárcel a Elba Esther Gordillo, con lo cual el gobierno se disparó en el pie, pues los charritos que impuso la Presidencia en el SNTE no sirven para maldita la cosa.
Otro de los grandes fiascos del primer año de gobierno es la reforma de las telecomunicaciones, la que hasta ahora no ha pasado del papel, pues un gobierno prohijado por los monopolios no puede imponer a éstos condiciones. Lo predecible es que en materia de teléfono e internet seguiremos con un protagonista y el acompañamiento de un elenco de enanos, en tanto que las dos cadenas nuevas de televisión nacerán, si es que eso ocurre, contrahechas, cuchas, deformes, pues se trata de preservar privilegios de los actores dominantes.
La llamada reforma hacendaria acabó siendo el parto de los montes, pues se elevaron los impuestos a la golpeadísima clase media sin tocar a los tiburones y sin que se avizore la incorporación de la economía informal al régimen fiscal. Otra vez los de arriba imponen condiciones a “su” gobierno y los de abajo se mantienen en la marginación, pero a los paganos de siempre se les complica cada vez más el cumplimiento de sus obligaciones, lo que permite suponer que a los tecnócratas de Hacienda –ahora nos salieron con el enigma de la factura electrónica– no les importa aumentar la recaudación, sino complicar la vida de quienes sí pagan.
Completa el cuadro la reforma energética, el mayor atentado contra la nación aprobado por las bancadas del PRI, el PAN y sus satélites con una unanimidad que permite suponer la mediación de estímulos, digamos, contantes y sonantes, como en aquel vergonzoso episodio del desafuero de López Obrador, en el que se habló de un millón de pesos por voto. La privatización del petróleo, más temprano que tarde, será la causa de un conflicto social ante el cual cierra los ojos la clase gobernante. Ya la despertarán.

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