Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Tomás Tenorio Galindo

OTRO PAÍS

*El EZLN y Salinas veinte años después

Mañana por la noche se cumplirán veinte años de la aparición pública del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en Chiapas. Fue la guerrilla más numerosa, organizadEa y combativa de la segunda mitad del siglo pasado, y la única que opuso una fuerza armada real y capacidad política para desafiar y evidenciar al régimen del PRI.
Pero a pesar de la breve guerra entre el EZLN y el Ejército, la actividad armada de la guerrilla chiapaneca no fue su mayor éxito, sino el emplazamiento al gobierno del presidente Carlos Salinas de Gortari desde una base social y el redescubrimiento que la nación y el mundo hicieron de la desigualdad social, la pobreza y la marginación en que se hallaba (se halla) la mayor parte de la población mexicana, con especial crudeza la población indígena.
La conciencia nacional sobre la exclusión social se reavivó en la perspectiva abierta por el movimiento zapatista, lo que ejerció presión en las cúpulas de poder para incorporar a la Constitución los derechos de los pueblos indígenas, pero no la suficiente como para que el gobierno cumpliera en su cabalidad los Acuerdos de San Andrés que firmó en 1996 con el EZLN. Es una señal de que pese a todo algo se avanza, aunque los preceptos constitucionales sean en los hechos letra muerta, desacatada o violada por gobiernos y autoridades que constituyen la prueba viviente del rezago que mantiene estancado al país.
Es ya un lugar común atribuir al EZLN el mérito de haber echado a perder el júbilo con el que el grupo de Carlos Salinas celebraba –y lo celebraba realmente aquella noche de año nuevo– la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá. No sólo enfrió el entusiasmo salinista, pues al romper el espejismo primermundista creado por Salinas, el movimiento zapatista arruinó momentáneamente los planes del presidente para dejar el poder gloriosamente y erigirse en un factor de poder transexenal con la expectativa de controlar la presidencia al menos los siguientes 24 años.
Otro lugar común acreditado por los hechos y ya sobradamente documentado, es la ruina que para el país significó el gobierno de Carlos Salinas, quien subordinó los intereses nacionales al exterior. La apertura comercial indiscriminada que impulsó en su mandato bajo la orientación de las políticas del Fondo Monetario Internacional, la privatización de empresas públicas y el abatimiento de la inflación al costo que fuera, dieron como resultado la profundización de la pobreza y de la desigualdad social. Con Salinas los ricos se hicieron más ricos, y los pobres más pobres. De acuerdo con datos oficiales, en 1994 un exclusivo nicho de 10 por ciento de las familias del país concentraba 45.2 por ciento del ingreso nacional. En ese injusto reparto del bienestar, los indígenas se encontraban igual que ahora: en  el fondo.
En veinte años es imposible hallar signos de prosperidad en los pueblos indígenas, de Chiapas o cualquier otro estado, como Guerrero. De acuerdo con reportes del año pasado, 72.4 por ciento de la totalidad de los indígenas mexicanos son pobres, y 30.6 por ciento pobres extremos. En total, 8.2 millones de personas que viven en la miseria. Aquí, en municipios de La Montaña, más de 70 por ciento de la población sobrevive con 782 pesos mensuales por persona, según el reporte emitido hace unos días por la Comisión Nacional de Derechos Humanos.
Sin embargo, el ex presidente Salinas de Gortari no siguió el mismo destino que las víctimas de sus políticas y en la actualidad no se debate ni en la pobreza ni en la indigencia política. Todo lo contrario. La presencia continua de Salinas en la vida pública a lo largo de estos 20 años, en los que ha jugado el papel de contrapeso conservador ante los impulsos transicionales, ha definido por mucho la evolución del sistema político.
Si en 1995 parecía consumada la muerte política del ex presidente, con el encarcelamiento de su hermano Raúl y su propio destierro a Irlanda, bastó que terminara el sexenio de Ernesto Zedillo para que Salinas resurgiera en un papel decisivo de los acontecimientos políticos del país. En connivencia con el entonces presidente Vicente Fox, manipuló a Carlos Ahumada y sus videos en 2005 para intentar frenar la primera candidatura presidencial de Andrés Manuel López Obrador, y ostenta el padrinazgo político del presidente Enrique Peña Nieto. Todos los grandes empresarios del país le deben todo, mucho o algo. Pero donde con mayor empuje se manifiesta el poderío de Salinas es en el terreno de las políticas de gobierno. Como si la alternancia no se hubiera producido, los dos presidentes del PAN aplicaron las ideas neoliberales cultivadas por Salinas, y Peña Nieto ha hecho realidad el sueño del grupo salinista de mantenerse en el poder 24 años.
Como si el tiempo hubiera regresado a 1994, el PRI se deleita hoy en el disfrute del poder, celebra las reformas constitucionales que cedieron la riqueza petrolera a las empresas transnacionales y ahonda su complicidad con la élite económica. El EZLN, que no derrotó con las armas al gobierno federal, ganó en cambio la guerra política y moral y también se mantiene vivo en la selva chiapaneca, como un muro de contención cuya legitimidad resulta tan vigente como 20 años atrás. Es como si el EZLN se dispusiera a aparecer mañana en la noche.

Jorge Salgado Parra y Longino Vicente

Una muestra cruel de cómo las cosas no han cambiado y de la terrible insensibilidad que distingue a los gobernantes y a la clase política, es el caso de la desaparición del político indígena Longino Vicente Morales, integrante del equipo de campaña del ahora diputado federal del PRD, Jorge Salgado Parra. Su desaparición ocurrió en el centro de Chilpancingo el 22 de junio de 2012, poco antes de las elecciones federales, cuando Salgado Parra era candidato, y hasta ahora no ha sido encontrado, ni aclaradas las circunstancias y motivos de la desaparición, ni los responsables del hecho han sido capturados. Con una indiferencia indignante, Salgado Parra se ha desentendido del caso y ha abandonado a la familia de Longino Vicente. Peor todavía, la esposa de Vicente Morales denunció la semana pasada que tiene la sospecha cierta de que los responsables de la desaparición están entre los colaboradores de Salgado Parra. “Yo tengo la firmeza de que la desaparición de mi esposo tiene un móvil político”, aseguró Bladina Diéguez Castro el viernes pasado al diario Reforma, y que ese móvil no fue investigado. La Procuraduría General de Justicia del estado, por su parte, no sólo no ha esclarecido la desaparición, sino que ha sometido a la esposa de Longino Vicente a un martirio intolerable al mantenerla dando vueltas sin reportarle ningún avance en la investigación, o con noticias falsas. Como en otros casos de similar injusticia, es notorio que su condición de indígena agrava las cosas para Longino Vicente y su familia. Si se confirman las sospechas de la señora Bladina Diéguez, se confirmará también que la pertenencia de Jorge Salgado Parra a una familia de políticos en el poder –su padre es el actual secretario de Finanzas del gobierno de Angel Aguirre y él mismo goza del afecto del mandatario– ha sido el factor que ha impedido que la investigación llegue a su entorno. Si es que hay investigación.

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