Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Eduardo Pérez Haro

31 de diciembre de 2013

Para Magaly Elías Mortera

Hoy termina el primer año calendario del régimen de gobierno encabezado por Enrique Peña Nieto. El balance del recorrido a este corte es claro, las cosas cambian relativamente más no en la dirección correcta. La perspectiva siempre será menos clara porque nadie es adivino pero las cosas no apuntan bien para el país, si por país entendemos el territorio de todos los mexicanos y a los mexicanos mismos.
Mañana 1° de enero de 2014, se cumplen, 20 años de haber entrado en vigencia el TLC con Estados Unidos y Canadá, y al mismo tiempo 20 años de la toma de las principales plazas municipales del Estado de Chiapas por el EZLN aun presente.
En 20 años se consumó el contenido del Tratado de Libre Comercio y una gran oportunidad para México se escapó como respuesta estructural al atraso. Me explico. El acuerdo de libre comercio era un acuerdo de desgravación arancelaria para el libre tránsito de mercancías entre los tres países de la región de Norteamérica, una cuestión que debió ser reconocida por la sociedad nacional de tal manera que pudiese haber sido aprovechada para establecer condiciones de un desarrollo sólido y duradero pero no fue así y sólo sirvió a un puñado de empresas y empresarios que “hicieron su agosto”.
El mundo venía de un esquema proteccionista como fórmula para desarrollar las capacidades internas pero se presentó una innovación que se antojaba como arribo de una aspiración imaginada desde mucho tiempo atrás y era la de procesar información creando capacidades exactas, multiplicadas e instantáneas de lo que el hombre había acumulado de conocimiento y algo más, las computadoras hicieron su aparición y el microprocesador apareció terminada la década de los años 60.
A partir de entonces las fuerzas productivas se inscribían en una profunda revolución con la que podría llegarse a áreas de conocimiento, producción y productividad hasta entonces no imaginadas más que en la fantasía. Los procesos de producción podrían organizarse de otra manera y así crear una fábrica global sin fronteras. Paralelamente se construyó un nudo energético alrededor del petróleo y los procesos de industrialización se veían entrampados, oportunidad y dificultad se veían cara a cara.

Los dueños del capital optaron por resolver en la perspectiva del nuevo liberalismo, eliminando fronteras a la vez que llevarse la nueva tecnología de la computación migrando al sector financiero como mecanismo para volver a dinamizar la producción y el comercio basados en una nueva base tecno-productiva. Y así se emprendió el proceso de globalización en su más clara expresión. La forma que adoptó fue la de los bloques regionales teniendo a países líderes en las regiones con mayores posibilidades para entonces.
Japón en la cuenca del pacífico, Alemania en Europa y Estados Unidos en Norteamérica, en ese contexto se erigieron sendos desarrollos nacionales y regionales, este es el marco en el que emergen los tigres asiáticos y la Unión Europea, empero, en Norteamérica no se da con las características de un desarrollo regional que nos haya acercado como país a las condiciones de los otros países socios, Canadá y Estados Unidos.
México, sí multiplica sus operaciones comerciales por lo menos en diez veces, empero, no resuelve el déficit de su balanza comercial, ni consolida su industrialización en el nuevo umbral tecnológico, ni sube el piso de su nivel de competitividad, ni abate las desigualdades internas entre las regiones ni entre la población, como sí lo hicieron los países europeos y, sin duda, los países del sudeste asiático. Lo cual revela que la globalización favoreció a muchos, y también pone en evidencia que sí hubo negocio con el TLCAN, pero sus beneficiarios fueron exclusivamente ese pequeño puñado de empresas y empresarios que se favorecieron con las ventanillas de exportación o aquellos que quedaron favorecidos por el marco normativo y los subsidios para cubrir algunas necesidades internas.
El tratado era una rampa en la que gradualmente se irían eliminando los impuestos al comercio de importaciones y exportaciones, pero la gradualidad era un mecanismo para introducir las líneas de cambio y fortalecimiento de la capacidad productiva, cambios en la infraestructura de comunicaciones, de almacenamiento de carga y descarga, de flujos y sistemas de información, de integración de redes-cadenas de fabricación de partes, de estructuración de regiones especializadas, de plataformas de integración, de capacitación de la mano de obra, de investigación básica, de formación de centros y áreas de innovación, de cambio en las formas de organización del trabajo, de producción de nuevos productos acordes a las exigencias de la nueva fase del desarrollo, de consolidación de un sistema de financiación, de la diversificación de mercados, era el tiempo de los cambios estructurales en tanto que cambios de las capacidades para producir y vender pero desde una perspectiva de país y no sólo de gran empresa como sucedió.
La culpa no fue del empresario sino del gobierno, del Estado en su más amplia expresión. El empresario listo y abusón, se perfiló en ese sentido y acomodó las piezas a su conveniencia, unos aprovechando la demanda externa otros los nichos privilegiados de la demanda interna, y lo hicieron con singular talento en la economía y la política, porque se metieron en los dos ámbitos y ahí están sus megafortunas como prueba ineluctable. Los gobiernos de Zedillo, Fox y Calderón quedaron reducidos a una limitada comprensión tecnocrática en el primer caso y a una incomprensión cantonal los segundos. Fueron voluntariamente usados por los listos y abusones.
La izquierda desde entonces estaba desconcertada, no entendía qué estaba pasando, el imperialismo norteamericano se difuminaba en el espectro de la globalización y el enemigo a vencer se tornaba etéreo, ya no era un país con un ejército y una ambición neocolonial, ya no era la burguesía y los explotadores, de repente era un concepto y una teoría, la globalización neoliberal, pero a la vez que se configuraba esta medusa se desestructuraba el socialismo real, y en virtual orfandad, la izquierda se inclinó por las reivindicaciones de viejos nacionalismos al grado que los desprendimientos del PRI se colocaron a la cabeza de la resistencia y la crítica, en un lamentable extravió sobre la naturaleza y perspectiva del cambio. Representantes y representados en el gobierno y fuera de él se obnubilaron con la nueva fase del desarrollo capitalista y sus nuevas exigencias y contradicciones.
Desde el México profundo el subcomandante Marcos tras el cruce de diversas influencias prefiguró una rebeldía de los pueblos indígenas de las regiones de los altos, norte y selva del sureño estado de Chiapas, un territorio muy singular que fue anexado a México durante el siglo XIX, poblado de indígenas de origen maya que recién habían dejado el peonaje acasillado de las haciendas porfirianas que pervivieron hasta pasada la segunda mitad del siglo XX para de ahí pasar a sumergirse en la marginación del México “industrializado con pies de barro”. Poblaciones de particular reciedumbre se enfilaron en una rebelión que rápidamente fue acorralada y se ha venido transformando en un movimiento social de singular importancia por su amplitud y entronizamiento sociopolítico. Una rebelión que causó sorpresa y estupor, sin consenso por su inclinación a las armas, sin posibilidades bélicas pero con una densidad y cohesión social y política que, prácticamente, veinte años después, 40 mil de sus integrantes (ver videos youtube) convertidos en un movimiento político y una denuncia de hecho salieron en estruendoso silencio para recibir al inaugural régimen de Enrique Peña Nieto.
En 20 años el gobierno federal no ha podido ni conciliar, ni asimilar, ni remontar las causas de la rebelión inicial ni su conversión en un movimiento sociopolítico de radical cuestionamiento. El atraso y la marginación rodean y envuelven la tonalidad premoderna de las reformas estructurales que tanto han entretenido al actual régimen de gobierno. Premodernidad sí, por ir en el último vagón de la fase global ya en transformación y por el sesgado rumbo de sus acciones que vuelve a dejar de lado el proyecto de desarrollo para todos.
Aunque el neoliberalismo y la globalización fueron cuestionados desde su origen al no mostrar una incorporación de la superación del atraso y la desigualdad, lo cierto es que su transformación tiene una suerte de sacudida hasta el año 2008 en el que abre la crisis que se prolonga hasta hoy en día,  y es cuando se abre de facto el debate sobre las vías de su salida hasta hoy no resuelta. Es en ese momento cuando diversas líneas de pensamiento en paralelo a las manifestaciones antigubernamentales configuran un escenario de discusión teórica y práctica, ideológica y política que se asocia a ajustes y cambios, no sólo de cara a su entrampamiento cíclico sino dando cuenta de su contrapartida en el realce de los países emergentes (BRICS) que sin transitar por la ortodoxia neoliberal se abren paso en vías del desarrollo, no exento de contradicciones pero lejos de la unción al paradigma propiamente norteamericano.
En México, las reformas estructurales del régimen en curso, se limitan al tradicional reacomodo de control vertical de la política mexicana y el abaratamiento de condiciones a la inversión de los grandes capitales, una fórmula de bajo perfil que sólo exige mucha propaganda y mano dura. Una idea que hubiera sido insuficiente y mala hace 20 años pero que ahora resulta arcaica y desprovista de imaginación, baste colocar tres o cuatro preguntas para las que el paquete de las reformas estructurales no tiene respuestas porque no son parte de una transformación estructural amplia y profunda. ¿Cuál es el proyecto de ciencia y tecnología que se vincula al paquete de las reformas aprobadas por el congreso pero inentendibles y no apoyadas por la población?, ¿Cuál es el proyecto de educación para los jóvenes y los niños?, ¿Cuál es el proyecto de integración de la mediana y pequeña industria a los circuitos más dinámicos de la producción y el comercio?, ¿Cuál es el perfil de producción en el que se planea integrar al 60 por ciento de las personas que trabajan y viven fuera de la seguridad social?, ¿Cuál es la propuesta para la atención de más de 50 millones de mexicanos que viven en pobreza? Son éstas, algunas de las varias preguntas que aún no tienen respuesta. Veamos que de ello apunta respuestas durante 2014, que no sean comerciales propagandísticos con los cuales, sinceramente no se llenan estos vacíos.
El primer año de gobierno de Enrique Peña Nieto ¿es acaso una bisagra que pretende renovar y extender el tiempo de los grandes negocios de los renovados  y los nuevos ricos, y dejar sin respuesta las aspiraciones de un desarrollo incluyente para todos los mexicanos?, la sociedad nacional, por ahora, no alcanza a estructurar una propuesta doctoral y elocuente de cambio pero sí deja ver su inquietud y el sentido de sus preocupaciones, y para un buen gobernante sería suficiente para enderezar el rumbo. Se dejó pasar el tiempo del TLC para el trabajo que suponía el acuerdo, las consecuencias son las de un país con hombres excepcionalmente ricos y la persistencia de los zapatistas como denuncia de facto sobre la desigualdad y el atraso con el que recibimos el 2014.

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