Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Anituy Rebolledo Ayerdi

Volar la bahía de Acapulco

El jefe Chemita

 
En Ometepec, antes de emprender camino hacia Acapulco, donde intentará de nuevo tomar el fuerte de San Diego, el general José María Morelos y Pavón, el querido jefe Chemita de la indiada y la negrada, asciende al capitán Vicente Guerrero al grado de teniente coronel. Le entrega, además, el mando del recién creado distrito de Ometepec.
Conocedor el tixtleco del sibaritismo del ex cura de Carácuaro y Necupétaro, se esmera en el agasajo culinario para agradecerle, más que su ascenso, el orgullo de tenerlo en aquél momento con él. No solamente dicta el menú sino que dirige a la media docena de cocineras empeñadas en prepararlo. Destacan entre ellas las tlacoachistlahuaquenses, famosas por tortear con maíz joven las memelas gruesas más sabrosas de la región. Un banquete digno del rey de España, respetado por Hidalgo pero no por ellos.
No hay menú impreso sobre la mesa engalanada con mantel bordado en Xochistlahuaca. Los platillos van llegando sorpresivamente, uno tras a otro, provocando los ¡ooohs! de admiración y regusto de aquél hombre pequeño y grueso famoso por su buen yantar. No obstante, durante el Sitio de Cuautla, ese mismo hombre no desaira al viejo soldado que le ofrece de su ración de aquél día: un pedazo de la suela asada de su huarache.
Convertido en “chef” de especialidades costachiquenses, Vicentillo ofrece de entrada un humeante caldo rojo de res; al que no le faltan ni la yerba santa ni los plátanos comuniques hervidos. El guisado recibirá los más entusiastas elogios del jefe Chemita: un plato enorme servido con iguana en chileajo, acompañada con frijoles apozonques a los que no les faltan sus ramas su epazote. Los “burros” de memelas gruesas con queso fresco e incluso con hormigas chicatanas asadas, serán buenos acompañantes del banquete.
Para bajar la comida se sirve chilate preparado a la manera tradicional: cacao, azúcar, canela y arroz dorado. Sabedor de que al señor cura le encantan los dulces, el ya teniente coronel Guerrero le sirve una buena dotación de los hechos con ralladura de coco y panocha. Don José María había comido la cocada por primera vez en Acapulco, cuando de chamaco lo visitaba como arriero. Aquí mismo, el joven habría visto, también por primera vez, una bandera negra de piratas con una calavera entre dos tibias. Más tarde ondeará una igual en el cerro acapulqueño de El Veladero, escrita en rojo la consigna letal de “Paso a la Eternidad”.
Lleno como estaba, el futuro Generalísimo no resistirá la tentación de una hamaca colgada entre dos palmeras. Acapulco puede esperar… (Con información de Jaime López Jiménez, cronista del Bello Nido).

Sinatra, desaparece

Frank Sinatra golpea a periodista en una discoteca de Acapulco y le destruye su valiosa cámara fotográfica. La denuncia fue presentada ante el MPFC por el reportero de sociales de Novedades de México, Nicolás Sánchez Osorio.
Narró la víctima que los hechos ocurrieron el 16 de enero del presente año (1970) en el cabaret Armando’s Le Club de la avenida Costera, donde cumplía una orden de trabajo. Que como a las 3:15 de la madrugada hizo su entrada espectacular el cantante y actor de cine estadunidense Frank Sinatra, acompañado por una docena de personas entre damas y caballeros. Que tan pronto ocuparon sus mesas de pista, atendidos solícitamente por el propietario Armando Sotres. El Hombre del Brazo de Oro se lanzó a la pista con una hermosa mujer de su grupo. Que dieron sus primeros pasos acompañados por un coro de aullidos y palmas de los suyos.

Cómo fue

Que en alguna parte de la tonada, el Viejo Ojos Azules se tiró al piso para ofrecer una sorprendente exhibición de baile acrobáticos –“¡a sus años, el anciano cabrón”. Que sus amigos intensificaron la ruidosa celebración, uniéndose a ella todos los presentes. Que para él, una fotografía de aquella exhibición era obligada, histórica; una gráfica por la que medios de todo el mundo pagarían muy buenos dólares. Que de ninguna iba a dejar pasar tal oportunidad y empezó a lanzar flashazos como desesperado. Que sólo paro al percatarse de que Sinatra cesaba drásticamente sus contoneos para buscar la procedencia de los fogonazos.
Que apenas el crooner asumió la vertical, se fue directamente hacia él con la clara intención de agredirlo. Que le tiraba golpes acompañados por mentadas de madre y otros insultos en su idioma. Que al tenerlo a su alcance le propinó dos puñetazos en el rostro, al tiempo de arrebatarle su cámara. Que una vez en su poder, manipuló el aparato con la intención de obtener el rollo, cosa que no pudo lograr. Que entonces el energúmeno lo estrelló contra el piso, pateándolo repetidamente hasta destruirlo. Que no era una cámara común y corriente. Que se trataba de una Pentax Expomatic Drive In, cuyo costo es de 10 mil pesos. Que es todo lo que tiene que declarar en torno a los hechos y que pide que la justicia mexicana no se doblegue ante la prepotencia de un hampón extranjero, miembro de la mafia neoyorquina y cantante consentido de “El Padrino”.

La reacción

El titular de la agencia del MPFC anuncia a la prensa haber enviado un citatorio al domicilio del cantante gringo, en el fraccionamiento Las Brisas, Y que solo que no acuda a esa representación social, se usarán los medios de apremio que señala la ley. (¿Traerlo a chingadazos, señor licenciado?, pregunta el reportero Lulio de La Verdad, pero no obtiene respuesta). Que, asimismo, ya se ha girado a la Oficina de Migración una orden para que impida la salida de Acapulco de dicho sujeto. Que, que y que…
Para quienes en esta parte de la lectura ya festejen que la justicia fue en Acapulco alguna vez pronta y expedita, incluso contra influyentes y poderosos, les tenemos malas noticias. Sucedió lo que hoy mismo hubiera sucedido: el agresor se hizo ojo de hormiga
¿Dónde está Frank Sinatra? ¡Que se presente al agresor! Pregunta y exige un etérea opinión pública haciéndose la muy indignada. Opinión a la que por solo saber escuchar a Pedrito Infante y a Javier Solís nadie le hace caso.
Las cosas llegarán al extremo paranoide de negarse el acto criminal, por la sencilla y contundente razón de que el presunto agresor no se encontraba en Acapulco sino en Las Vegas, Nevada. Una a una se hilarán las mentiras
–No, no tenemos registrada la entrada del señor Sinatra al puerto –reporta la Oficina de Migración. Aquí está el registro de los turistas que han ingresado durante enero de este año, cerciórese por usted mismo.
–Nos honró con su presencia pero a finales de diciembre del año pasado. No pudo haber sido en este mes porque Frank tiene compromisos ineludibles en Las Vegas, sostuvo Armando Sotres, asintiendo todo su personal repetidamente con la cabeza.
¿Entonces, los moretones del periodista Sánchez Osorio y la cámara destruida?
–Seguramente andaba muy pasado y se resbaló o vaya a usted a saber si lo asaltaron en “La Zonaja”, donde acostumbran recalar los enviados de prensa,
–Ora que la mentada cámara ya se le devolvió al quejoso, nuevecita y hasta con premio. Ello nomás para que no ande poniendo en mal el nombre de Acapulco, del negocio y de un amigo tan querido de los acapulqueños como lo es Frank–, sostuvo el anfitrión consentido del jet set internacional, cuya primera chamba había sido mesereando en el hotel El Mirador.
–¡Chin!, si me han dejado actuar contra Frankie boy me hago famoso en todo el mundo y chance llego a Procurador –se lamentaba el fiscalito aquel recién egresado entonces de la UAG.
Operación Ojo de hormiga debió llamarse ésta para encubrir al famoso cantante y cuyo costo alcanzó, seguramente, muchísimos dólares.

La canción

Algunos lo verán como un desagravio para Acapulco, el interés de Sinatra de actualizar uno de sus grandes éxitos de los años 50. Se referían a Come fly with me, una canción que habla de un vuelo loco por medio mundo y que culmina en la bahía de Acapulco. (La cantará muchos más tarde con Luis Miguel, cuando éste, según exclusiva de Paty Chapoy, lo bañe a salivazo limpio).
Así va:

Volar la bahía de Acapulco
es perfecto para una luna de miel, dicen
Ven a volar conmigo
Vamos juntos a volar

El general Z

El general Miguel Z. Martínez se pasea como león enjaulado por su pequeña oficina de la Zona Militar de Acapulco, a su mando. A cada vuelta golpea sus relucientes botas federicas con un fuete que ya forma parte de su uniforme e imagen. Está lo que se llama encabronado por el retraso de las cuatro llantas para su automóvil particular, encargadas a la ciudad de México. Tiene enfrente al oficial encargado de tales menesteres:
–Acabo de recibir este telegrama de la casa llantera diciéndome que el pedido fue remitido hace más de una semana y que por lo tanto ya debería estar aquí. Sin embargo usted me dice que no ha llegado. ¡Aquí alguien miente y quien lo haga la va a pasar muy mal, muy mal! –amenaza el militar repitiendo el castigo para sus botas, ahora con mayor severidad.
–Ahora que usted lo menciona, mi general –balbucea el soldado. Hace como una semana llegaron efectivamente cuatro bultos de este tamaño.
–¿Y…?
–Nada, mi general, que no venían dirigidos a usted y por eso los guarde en la bodega.
–¡Explíquese, que no lo entiendo y se me agota la paciencia!
–Sí, mi general. Sucede que los bultos no dicen su nombre, señor, sino el de un tal “General Popo”, y como aquí no hay ningún general con ese nombre los guarde en la bodega. Orita se los enseñó, señor.
El general Z Martínez pudo haber terminado este diálogo con un enérgico ¡pendejo! pero no lo hizo, le ganó la risa. La que no escapara de un fuetazo será su bota federica, esta vez la izquierda.
(General Popo se llama o llamó una popular llanta para automotores, simbolizada por la figura rechoncha del general de ese nombre).
Feliz año 2014.

468 ad