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“El puerto se repuso y bien”, dice familia de Pachuca que quedó varada con Manuel

*Afirman los Montier que fue una grata sorpresa regresar al puerto

Mariana Labastida

Luego de haber quedado varada en el puerto tras el paso de la tormenta tropical Manuel, la familia Monter, de Pachuca, Hidalgo, decidió regresar por curiosidad y saber si se había logrado levantar el puerto después del desastre natural, y “grata” fue la sorpresa que se llevaron en el primer día del nuevo año, el cual decidieron disfrutarlo en la playa Condesa.
Quienes amanecieron en la playa y los que llegaron temprano se encontraron con accesos sucios y estragos de la fiesta de fin de año, así como basura amontonada y olor a orina.
La familia Monter llegó a Acapulco el 26 de diciembre, viajaron acompañados de otras dos familias, los Zamorano y los Garay, para pasar el fin de año en el puerto luego de haber quedado “secuestrados” en septiembre, dijo Vicente Monter Pérez, quien recordó que tuvieron que permanecer más días de los previstos tras el paso de la tormenta que dejó incomunicado al municipio y no hubo forma de regresar por los deslaves en la Autopista del Sol.
“Venimos porque quisimos ver cómo se reponía Acapulco después del desastre y grata fue la sorpresa que nos llevamos, se repuso y bien”, afirmó Vicente mientras se quitaba los huaraches para disfrutar de la arena en la playa Condesa.
Vicente, con siete personas más, llegó al mediodía a la playa Condesa e ingresaron por el acceso ubicado junto al restaurante Mangos, que olía a orines por el baño portatil instalado en el descanso a la mitad de las escaleras, además de que había basura del festejo del fin de año y escurrimientos de agua.
Un joven de unos 15 años los intercepta para ofrecerle un lugar para descansar: “aquí está muy hondo porque baja la arena, del otro lado esta más parejo”, les indica pensando en la seguridad de la pequeña niña que va con el grupo lista con su bikini para meterse al mar.
Los visitantes aceptan el ofrecimiento porque les ha dicho que si pagan dos sombrillas él les presta las otras cuatro sillas que necesitan para que todos tengan un lugar en la arena; el joven es mesero de los negocios del parián por el que pasan para llevarlo del otro lado del acceso a playa, frente al hotel Fiesta Americana.
En la playa hay más sombrillas y sillas de lo habitual. Para los Monter no hay una disponible y por eso llega otro joven que empieza a instalar una sombrilla, “pero no vamos a estar en el paso”, comentó Vicente mientras que le dicen que no se preocupe, que ahí van a estar bien y quedaron entre las sombrillas ya instaladas, la valla de troncos de madera para delimitar la zona del hotel y tres camas de masaje donde hay tres personas costadas.
Vicente y su familia se acomodan en las sillas, dejan sus pertenencias y empiezan a ponerse bloqueador para el sol en los brazos y rostro; estarán en Acapulco tres días más pues tienen planeado regresar a Pachuca el sábado.
Las sillas y sombrillas de la Condesa están casi todas ocupadas, pero siguen llegando familias a la playa, aunque algunas no sólo vienen con sus alimentos sino con asientos plegables y tapetes para ubicarse en algún lugar sin un costo mayor.
“Vámonos al agua pato”, grita uno de los hombres que va llegando que sin pensarlo deja sus pertenencias y se encamina al mar.
Otros comen el recalentado de la cena anterior, pan, tostadas y recipientes con alimentos están sobre las mesas de madera, platos reciclables y solo las bebidas son las que han comprado a alguno de los negocios de la playa.
En la orilla hay un grupo de personas poniéndose el chaleco salvavidas. Están en espera de la banana para dar un paseo aunque el día “no está muy bueno” todavía para los prestadores de servicios acuáticos, quienes ofrecen la renta de motos acuáticas.
“Estuvo mejor dos días antes del primer día del año y aunque hay gente no hay mucho, vinieron recortados”, dijo uno de los trabajadores que lleva un chaleco en un brazo y con la mano en el otro sostiene un vaso de plástico con cerveza.
En la playa todavía hay ambiente festivo, globlos, papel crepé y listones que cuelgan de las palapas y sombrillas, lo que no le importa a los que llegan y buscan un espacio para resguardarse del sol mientras disfrutan del mar en Acapulco.

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