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Una buena temporada, la mejor en ocho años, celebran restauranteros de Caleta y Caletilla

Mariana Labastida

Como “una buena temporada” califican restauranteros de Caleta y Caletilla el periodo vacacional de fin de año que concluye hoy, aunque algunos se quejaron de la falta de regulación de los comerciantes informales que ingresan a la playa a ofrecer servicios, como es el caso de las masajistas.
Además, en las playas se observaron vendedores de ostiones, aun cuando sigue la veda de dicho molusco, “esa fue una mentira”, dijo uno de lo comerciantes al preguntarle sobre la prohibición de las autoridades de Salud para la venta de dicho producto del mar.
Sobre la afluencia de turistas, el presidente de la Unión de Restauranteros Juana Marqués Quiroz de Caleta y Caletilla, José Luis Laredo Vargas, dijo que es “una buena temporada, la llegada de visitantes incrementó desde el 26 de diciembre, un día después de Navidad y aún no baja, esperábamos que nos fuera bien pero no así”.
Laredo Vargas comentó que los visitantes respondieron mejor de lo que ellos tenían pensado, “la gente vino a gastar y por eso buscamos siempre que los clientes se fueran satisfechos”, aseguró el encargado del restaurante La Esperanza.
El restaurantero explicó que para tener los restaurantes llenos se permitió que los visitantes llevaran sus propias bebidas a cambio que les consumieran los alimentos, “no nos pusimos chocantes como en otras playas, no podemos hacer  eso, damos facilidades y a los turistas les gusta”, dijo y aseguró que todos los que están en la Unión coincidieron en que hubo buenas ventas.
Sin embargo, indicó que esperarán a que termine la temporada para hacer la evaluación final de la misma, aunque según su percepción ha sido “una de las mejores en los últimos ocho años”.
El restaurantero dijo que la única queja que tiene es la falta de regulación de quienes ofrecen el servicio de masaje en la playa, porque esperan a que los meseros lleven a los visitantes a las sombrillas y sin preguntar les comienzan a dar una prueba de lo que hacen y si el cliente no lo quiere, de todas maneras les cobran 50 pesos por el servicio, lo que causó molestia entre los turistas que se quejaron con los meseros y restauranteros de ese abuso.
Llegando a la playa de Caleta, lo primero que se ve es a los jóvenes de la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco), dentro del toldo colocado como módulo para recepción de quejas, a un lad una extensión del parián y de los restaurantes es lo que parece la entrada del puente que divide Caleta y Caletilla, estructuras provisionales son la que sostienen ganchos con batas, playeras, trajes de baños entre otros artículos de playa que se ofrecen a los visitantes que van llegando a ese baneario.
También se pueden encontrar no solamente vendedores con las tradicionales quesadillas de papa y pescado, sino también tacos de arroz con huevo, guisados, enchiladas verdes y rojas, picaditas, esquites y plátanos fritos, entre otros alimentos que se pueden comprar sino se quiere adquirir nada en los restaurantes formales.
Además, los prestadores de servicios ofrecen el paseo en las lanchas con fondo de cristal y los meseros de los diferentes restaurantes interceptan a los grupos o familias de turistas que están llegando para ofrecerles sillas, sombrillas y mesas a cambio de que les consuman alimentos, les dan la alternativa de llevar sus bebidas para poder competir con los vendedores informales y que todos salgan beneficiados.
“Ya junte más dinero”, dice un niño pequeño a su madre emocionado, mientras que mamá vendía en alguno de los puestos informales, el menor con su hermano ofreció entretenimiento a los visitantes cantando a cambio de algunas monedas, lo mismo hace un grupo de jóvenes que tocan tambores en la playa animando a los turistas a que se muevan al ritmo de la música.
En el puente, dos jóvenes ofrecen ostiones a los visitantes en dos charolas donde los van colocando una vez que los abren, en la playa otra pareja hace lo mismo en una tabla colocada sobre una lancha donde fueron a sacar el producto “del otro lado del hotel”, dice el pescador señalando al hotel Boca Chica, asegura que los ostiones no están en veda, que no son peligrosos y que esa información fue una mentira  de las autoridades.
La realidad es que por 70 pesos se compra una docena de ostiones, y aunque pocos son los visitantes que se acercan a los puestos, hay vendedores que recorren la playa ofreciendo en platos desechables los moluscos, sin importar la recomendación de las autoridades de Salud.

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