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Humberto Musacchio

Los nuevos desatinos del Fisco Kid

Hay que insistir en la necesidad de pagar impuestos. Sólo una ciudadanía responsable tiene fuerza moral y política para exigir eficiencia y honradez a sus autoridades. Pagar impuestos nos hace parte de la obra colectiva, nos involucra en la cosa pública y contribuye al desarrollo de una saludable y vigorosa conciencia de nuestros derechos.
Debemos pagar impuestos, de eso no hay duda. Lamentablemente, quienes están más obligados a fortalecer esa convicción parecen empeñados en desalentar a los contribuyentes, en llenar su camino de obstáculos e impedir por todos los medios el cumplimiento oportuno de las obligaciones que tenemos con la colectividad.
Para dificultar el pago de contribuciones, cada año la Secretaría de Hacienda se esmera en ponernos nuevos impedimentos. Cada año una partida de tecnócratas acude a la Cámara de Diputados, donde los “representantes populares” hacen gala de su ignorancia y su desidia y prefieren acogerse a la comodidad de levantar la manita sin saber qué están aprobando.
Ocurre lo anterior porque los diputados no nos representan. Están para servir a su gobernador o a su partido y sobre todo para servirse ellos mismos. El resultado de tanta irresponsabilidad es que México cuenta con un sistema absurdamente complejo para pagar impuestos, las tasas son más elevadas en este país tercermundista que en Estados Unidos y nuestra sufrida clase media acaba entregando en impuestos federales, locales y especiales casi la mitad de su ingreso.
Todavía no acabábamos de entender las reformas fiscales de los últimos años –que han sido muchas más de las que recomienda la prudencia—cuando ya nos volvieron a cambiar la señal. Los cambios introducidos en diciembre y que estarán vigentes en 2014 son un enigma para quien honradamente quiere pagar e incluso para los contadores.
El gobierno hace hasta lo impensable para complicar el pago de impuestos, pero eso sí, ahora expondrá a la vergüenza pública a quienes se retrasen en ese pago, pues se difundirán sus nombres. Al mismo tiempo, esa autoridad poseída de tal afán persecutorio se muestra celosa al proteger a sus validos, pues pasando por encima de la ley oculta los datos de contribuyentes beneficiados con condonaciones que son, quién lo diría, precisamente los consorcios más poderosos del país.
El Sistema de Administración Tributaria, dependencia de la Secretaría de Hacienda, dice que no da a conocer el nombre de los beneficiados con las condonaciones y otros favores porque se trata de operaciones realizadas antes de que entraran en vigor las disposiciones para 2014. Olvida el SAT que los dineros que perdona no son suyos, sino del conjunto de la ciudadanía y que, por lo mismo, debe saberse por qué, a quiénes y en qué montos dispensa sus favores.
Tan escandalosa es la política de condonaciones que el propio SAT recomienda (Excélsior, 7/I/2014) “no implementar más programas de condonaciones” porque incentivan el incumplimiento de los contribuyentes. Pues sí… Ya en 2012 se cayó la recaudación y probablemente haya ocurrido lo mismo el año pasado –lo que sabremos dentro de poco tiempo–. No puede ser de otra manera si se trabaja con tanto esmero en la fabricación de trampas e impedimentos para el cumplimiento fiscal.
Un sistema fiscal tan complicado e injusto es una invitación a no cumplir. Las autoridades hacendarias han construido ese monstruo y lo han echado a andar al costo de quitarle recursos al propio gobierno. Tal vez por eso el secretario de Hacienda obtuvo hace unos días un reconocimiento internacional.

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