Carlos Pérez Aguirre

Michoacán y Guerrero, similitudes y desgracias

Nos enteramos que nuestra entidad se encuentra entre los primeros lugares de violencia en el país –el segundo para ser exactos–, pero no es muy necesario que las estadísticas nos lo indiquen, eso lo llevamos a cuestas en todo momento; el temor y la zozobra nos acompañan, sobre todo cuando diversas publicaciones señalan a altas autoridades del gobierno estatal de posible colaboración con los delincuentes.
En estos primeros días del año tanto Guerrero como Michoacán han sido noticia por causas de la violencia; diversos hechos que se han generado en estas dos entidades vecinas tienen en vilo a los ciudadanos que en ellas habitamos y se deja entrever en estos acontecimientos la falta de actuación de la autoridad, contubernio, corrupción e incapacidad.
Por ello han circulado con insistencia en los altos niveles administrativos del gobierno federal y en las cámaras, tanto de diputados como en el Senado, la urgente necesidad de cambiar los gobiernos de Guerrero y Michoacán por su manifiesta incapacidad para proteger los bienes y vidas de su ciudadanía –lo elemental y fundamental con que cuenta un ser humano.
En Guerrero este hecho se agrava por la actitud del gobernador de estar en pleno festejo mientras una torrencial lluvia –no alertada– se ensañaba sobre los guerrerenses, y en Michoacán se ha marcado por la presencia de un número creciente de grupos de autodefensa –que como en Guerrero– pretenden sustituir la apatía de los gobernantes.
Estas dos entidades que se han hermanado durante siglos con sus tradiciones, costumbres, cultura y raíces, sobre todo en sus áreas limítrofes, nutrieron positivamente a ambas entidades con lazos fraternos, sobre todo en la llamada “Tierra Caliente”, pues calentanos como gentilicio se aplica tanto a aquellos que somos guerrerenses y también a los michoacanos. Pero hoy la cultura y el progreso trasmutó en el culto a la violencia, las cosas han cambiados y sus “gobiernos” actuales han sido incapaces de contenerla. Es por ello que en el ámbito central se identifica a los gobernantes como parte del problema y no como parte de la solución.
En Michoacán el “gobierno” de Fausto Vallejo se ha caracterizado por la ausencia de éste por problemas de salud y una constante competencia y falta de coordinación entre los funcionarios del primer nivel, que ha causado que se vulnere altamente la gobernabilidad y se genere una sorda lucha entre los grupos priistas incrustados en el gobierno estatal. Sin embargo, se ha optado por darle vida artificial a ese gobernante durante un tiempo –mientras los aspectos mas agudos de la crisis pasan.
Situación similar enfrenta Ángel Aguirre a quien se consintió mantenerlo después de los desastres naturales incrementados en sus estragos por su desatención. Pero ahora después de los hechos violentos suscitados y la posibilidad próxima de un desbordamiento de la pugna entre los grupos delincuenciales y también de las autodefensas, el gobierno federal sabe que esta situación en Guerrero podría tomar otros derroteros menos controlables que en Michoacán, además de incrementar en dos entidades la problemática que hoy solo está presente en una.
Las aristas que se visualizan en Guerrero es que el descontento de la población no ha mermado la simpatía de ésta por la izquierda lopezobradorista, no obstante los esfuerzos de Ángel Aguirre por desprestigiar a la izquierda mediante una demagogia oportunista, represión, nepotismo, corrupción y contubernio con los grupos caciquiles mas retardatarios.
Por ello la generalización de las autodefensas en la entidad podrían generar un poder alternativo con un gran arraigo social y popular, una alternativa desde la izquierda real a la desatención e ingobernabilidad, que para nada es bien visto por las autoridades federales.
Ángel Aguirre les ha dejado de funcionar como ventrílocuo del poder para desprestigiar a la izquierda. Por ello se plantea la posibilidad de su remoción, por que ahora está dañando a sus verdaderos dueños.

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