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Arturo Solís Heredia

CANAL PRIVADO

*La necesidad del buen humor

Con excepción de los pocos pero estupendos moneros (editorialistas gráficos, les dicen ahora) y los gazapos involuntarios de no pocos articulistas, el humor en el periodismo mexicano contemporáneo es rara avis.
Muertos Carlos Monsiváis y Germán Dehesa, hoy casi todas las secciones editoriales de la prensa nacional son salones solemnes, habitados por analistas de caras largas y sesudas peroratas aún más largas, convencidos de que la política y los políticos son temas demasiado serios como para hacerse los chistosos.
Vaya ironía, pero amarga, pues como bien saben los moneros, no existe mejor paraíso para el humor que los malos gobiernos y sus políticos, particularmente de países subdesarrollados y abundantes en problemas y conflictos… como los de México.
Sin embargo, la mayor parte de los editorialistas de este país a menudo parecen más papistas que el papa, retomando con toda gravedad y circunstancia casi todo lo que los políticos declaran, sobre los temas y conflictos que ellos mismos imponen y consideran relevantes en la agenda pública.
Hace algunos años, Marcelo Adano, extrañable amigo, inigualable contador de historias del mar, y entonces colaborador de un programa de radio que yo dirigía, al preguntarle por qué no participaba con sus comentarios cuando se hablaba de asuntos políticos, me respondió, con su estilo pausado y de chicha calma, pero contundente e implacable: “Es que casi siempre dicen puras pendejadas, y si me engancho, siento que lo único que hago es validar sus pendejadas”.
Quizá Marcelo sea un poco injusto y hasta exagerado, pero cuando se trata de política, nunca se debe menospreciar la importancia del buen sentido del humor y de una piel gruesa y resistente… especialmente los políticos. Ya decía el extinto José Francisco Ruiz Massieu: el humor es requisito fundamental de la inteligencia.
Comento lo anterior, a propósito del séptimo aniversario de la muerte de Art Buchwald, el pasado 17 de enero. El legendario periodista, escritor y humorista estadunidense, que con su pluma “satirizó las tonterías de los ricos, los famosos y los poderosos durante medio siglo. Como el humorista político más leído y temido de su tiempo, disfrutaba ‘stirring the pot’ –expresión popular gringa que significa algo así como ‘amarrar navajas’–, nunca con malicia, siempre con vigor”, escribió en su obituario el diario The New York Times.
Pero lo comento también y principalmente, a propósito de la inminencia ineludible de la batalla de los aspirantes a candidatos a la gubernatura estatal por el PRI y el PRD, siempre un culebrón cargadísimo de melodrama y carentísimo de buen humor, tanto de los políticos y sus partidos, como de los periodistas y sus medios.
O sea, en pocas palabras, a propósito del buenísimo sentido del humor que necesitaremos los guerrerenses este año que apenas comienza, para sortear la guerra preelectoral sin grandes daños espirituales.
Y es que no es fácil, ni lo será, mantener el ánimo intacto ante la avalancha de escándalos mediáticos que se nos vendrá encima, desatada por los maldecires y maldiretes que los suspirantes a las candidaturas de sus partidos se endilgarán recíprocamente.
Tampoco será fácil para los reporteros asignados que difundan esas maledicencias, mantener el buen humor con el montón de “nunca-dije-esos” que seguro les endilgarán, de a tiro por viaje, sus declarantes.
Sobre estos penares reporteriles, Buchwald escribió en su columna de The Washington Post que “cuando se trata de filtraciones, los políticos siguen siendo nuestra mejor fuente. Ellos usualmente te dicen algo que afectará al tipo en la oficina de enfrente”. Pero también alertó a los periodistas con fama de críticos: “Si atacas al establishment con tiempo y dureza suficientes, ellos te harán miembro”.
En este sentido, a pesar de su cercanía con la política de Washington, Buchwald siempre supo mantenerse a salvo de las tentaciones del poder y alejado de la rigidez editorial de sus colegas. El humor y las observaciones que compartió con sus lectores le ayudaron a recibir el premio Pulitzer en 1982.
Ojalá y el buen humor de Buchwald contagiara el espíritu analítico de algún editorialista sureño este año; aunque no les serviría para ganar un Pulitzer, ni siquiera un premio nacional de periodismo, cuando menos a los ciudadanos les sería de enorme utilidad.
Y es que, si de por sí la lucha por el poder en Guerrero ha sido siempre cruenta y agria, todo parece indicar que nunca tanto como la que veremos ahora. Basta repasar el coctel explosivo que se ha mezclado en estos aciagos tiempos nuestros: violencia criminal, autodefensas, narcotráfico, inseguridad, desconfianza ciudadana, pobreza, división y fracturas sociales, y una nebulosa frontera ideológica entre los partidos políticos principales.
Por eso comparto con ustedes parte de uno de los textos de Buchwald, pues podría ser un buen consejo para los que tendremos que padecer los sinsabores de este año preelectoral: “Parecemos estar viviendo un periodo de nostalgia, y todos parecen convencidos de que ayer fue mejor que hoy. No lo creo así, y les sugiero no esperar diez años antes de admitir que hoy es mejor que mañana. Si están atorados en la nostalgia, pretendan que hoy es ayer y pásensela lo mejor que puedan”.
Como don Miguel Ángel Granados Chapa, antes de morir Buchwald escribió su última columna, titulada “Adiós mis amigos”. En el párrafo final, como siempre lo hacía, dejó a sus lectores el regalo de su buen humor: “Morir es fácil, encontrar lugar para estacionarse es lo difícil”.

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