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Humberto Musacchio

¿Hacia dos, tres, muchos Michoacán?

Es para preocuparse. La presencia de miles de soldados y policías federales en Michoacán no ha logrado una cabal pacificación ni siquiera ahora que se vive un virtual o real estado de sitio. Es fácil imaginar lo que pasará cuando se vayan esos efectivos, pues su estancia debe llegar a un término y a su salida cada michoacano deberá encomendarse al santo de su devoción.
Hay todo un equipo estudiando lo que sucede en aquella sufrida entidad. Se repasa su historia, su geografía, sus hábitos, tradiciones, cultura y todo lo que pueda ayudar a un mejor entendimiento de lo que ahí sucede. Para los funcionarios del Estado mexicano es indispensable conocer el terreno que pisan y buscar respuestas que si bien no serán una solución definitiva, por lo menos puedan atajar la violencia.
La orden presidencial de desplegar un gran esfuerzo cultural en ese estado es una decisión positiva y mucho trabajo tendrán las dependencias del Consejo Nacional para Cultura y las Artes. Se informó también que la Sedesol –o como se llame ahora– pondrá en marcha un amplio programa para paliar el hambre mediante la entrega de despensas y alimentos calientes. Pero…
Si se observa, las medidas anunciadas hasta ahora se disponen a atacar los efectos de una situación extrema. Por lo menos eso será lo que haga la dependencia que encabeza Rosario Robles. No está mal, pero Michoacán no es precisamente un estado muy pobre y lo que se requiere son políticas de largo alcance, no paliativos.
La entidad que hoy está prácticamente en guerra civil tendrá que abrir opciones a los jóvenes, escuelas suficientes de todos los grados, un amplio y eficaz sistema de becas y por supuesto empleos, muchos empleos. El proyecto cultural que se ponga en práctica servirá para mostrar otros horizontes a esos muchachos que hoy tienen a la delincuencia como principal empleador.
Para el gobierno federal las cosas deben estar claras, o al menos eso suponemos. El problema se localiza en los recursos que se requieren para llevar adelante cualquier programa, y lo cierto es que las arcas de la Federación no están precisamente boyantes. Lejos de eso, hay serios problemas de financiamiento público, porque a fuerza de imponer medidas fiscales absurdas se viene obstaculizando el funcionamiento del aparato económico; de financiamiento privado porque nadie quiere invertir donde no hay plenas garantías.
Muy malo sería que para afrontar la terrible situación michoacana se echara mano del crédito internacional, como ya se hizo el año pasado para resolver otros problemas. Se puede argüir que la deuda externa proporcionalmente no es tan grande como lo fue en los años ochenta y los noventa, pero lo cierto es que la deuda interna es una pesada losa que ya no aguanta más.
Para obtener los necesarios recursos se requiere una gran reforma fiscal, no los remedos y remiendos que la tecnocracia hacendaria ha venido aplicando a tontas y a locas, a tontas porque atenta contra la producción y la productividad y en esa medida reduce la recaudación; a locas, porque lesiona a sectores sociales que en 2015 le cobrarán la cuenta al partido gobernante.
Por si algo faltara, al concentrar fuerzas en Michoacán, la Federación descobijó otras zonas del país donde se ha enseñoreado la delincuencia. Pronto tendrá que echarse mano de efectivos ahora acantonados en la entidad de Pacífico para llevarlos a Morelos, Tamaulipas, Chihuahua o Sinaloa. Sin dinero para crear empleos, sin fuerzas de seguridad suficientes, sin política y sin proyecto, el futuro probable es que surjan dos, tres muchos Michoacán. ¿Y luego?

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