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Tomás Tenorio Galindo

OTRO PAÍS

* El factor López Obrador en el 2015

Que Morena rebase al PRD en el 2015 y se asuma como el mayor partido de la izquierda en el país es una “fantasía” de Andrés Manuel López Obrador, dijo ayer con aire de superioridad Carlos Navarrete a un periódico. Pero su desprecio hacia el naciente partido de López Obrador carece de base, como demuestra la votación obtenida por el candidato presidencial en el 2012, comicios en los que duplicó el que es considerado el techo electoral histórico del PRD, de alrededor de 18 por ciento de los sufragios, límite en el que se encontraba en las encuestas previas al proceso electoral, detrás del PRI y del PAN. El candidato de Nueva Izquierda a la dirigencia nacional de ese partido ignora también deliberadamente el impacto decisivo que López Obrador ha tenido en el desempeño del PRD en todas las elecciones desde las del 2006, en las que su popularidad catapultó a candidatos de toda clase que por sí solos no habrían podido ganar.
Es posible que Navarrete pretenda esconder en su arrogancia el temor al quebranto que el partido de López Obrador causará irremediablemente al PRD, pues es de los electores perredistas, o con mayor precisión del lopezobradorismo alojado en el PRD, de donde se nutre el Movimiento de Regeneración Nacional. Y aun cuando el prominente integrante de Nueva Izquierda pretendió dar por inexistente la migración de militantes del PRD hacia Morena, es indiscutible que ésta se produce en una cuantía todavía sin establecer.
Será en las elecciones del 2015 donde se perciba con cierta claridad el reparto de militantes y votos entre el PRD y Morena. Pero cualquiera que sea el desenlace del fenómeno político y electoral que protagonizan el PRD y Morena, es previsible que el mayor o el único afectado será el PRD, pues Morena no hará otra cosa sino crecer. Los Chuchos parecen estar conscientes de ese escenario, especialmente ruinoso para ellos porque la ausencia de López Obrador exhibirá la medida en la cual el PRD conducido por Nueva Izquierda (desde seis años atrás con Jesús Ortega, Guadalupe Naranjo, Jesús Zambrano y probablemente por Carlos Navarrete) dependía en realidad del peso del ex candidato presidencial. Tanto más será notoria esa débil condición del PRD si Los Chuchos se aferran a conservar la dirigencia e impiden que Cuauhtémoc Cárdenas asuma su conducción. Porque una de las causas del actual debilitamiento del PRD es el hecho de que sean Los Chuchos quienes lo dirigen y de que en una postura entreguista hayan dado su apoyo a las reformas del Pacto por México, en cuyo extremo se encuentra la reforma energética. Uno de los efectos de la participación del PRD de Los Chuchos en el Pacto por México es el descrédito que ese partido enfrenta en la actualidad, incapaz de movilizar a la población contra la privatización del petróleo por su incapacidad para justificar su pertenencia al instrumento que permitió al presidente Enrique Peña Nieto y al PRI hacer aprobar esa reforma como si fuera resultado de un consenso social, cuando apenas es partidario. Ni la presencia de Cárdenas junto a Los Chuchos ha podido borrar la mala fama de esa corriente y hacer prender la estrategia contra la privatización del petróleo, lo que en cambio López Obrador ha conseguido con Morena con el solo (e inoportuno) tropiezo de su infarto, que lo paralizó durante un mes.
En el 2015 la izquierda mostrará la división causada por la renuncia de López obrador al PRD y su decisión de crear otro partido. No será un acontecimiento para hacer repicar de gusto las campanas, pero tampoco debe verse como un hecho trágico, pues el reacomodo que se produzca tendrá el potencial de dotar de un flujo medicinal a una izquierda que dejó crecer el cáncer corporativista y colaboracionista que tan ejemplarmente representan Los Chuchos. Al contrario de lo que propagan voceros oficialistas, que acentúan la división de la izquierda y se la cargan por entero a López Obrador, por lo que hasta dicen que el PRI debe darle las gracias, la determinación del tabasqueño de no transigir a los pedidos de Los Chuchos     –para sumarse al PRD en las movilizaciones que ha convocado para combatir la reforma petrolera– es una manifestación de que al menos un sector de la izquierda es capaz de conservar su integridad. El mensaje de López Obrador es que la izquierda no tiene su futuro en el PRD de Nueva Izquierda, sino en el de Morena bajo su conducción. Y en eso tiene razón. Por eso es que en sus discursos, como los que dio en la Costa Chica la semana pasada, López Obrador ha dejado clara su ruptura con el PRD y llama a la población a respaldar a su partido.
La iniciativa de López Obrador ha generado la incertidumbre sobre a quién deben acreditarse los casi 16 millones de votos que obtuvo en el 2012, si a él o al PRD. Por lo menos la mitad de ellos pueden atribuirse a su popularidad, si se recuerda que a principio de aquel año la votación estimada para el PRD no era superior a 18 por ciento, y al final alcanzó el 31.59 por ciento de la votación, frente al 38.21 de Peña Nieto y el PRI-PVEM. Es imposible predecir el comportamiento de los electores de izquierda en el 2015, sobre todo porque López Obrador no será candidato, pero es indudable que Morena –obligada por la ley a presentar candidatos propios sin alianzas– arrebatará al PRD una amplia porción de su electorado y no sería sorprendente que lo supere en algunos estados como Guerrero.
Una de las claves que aún deberán revelarse es si el PT y Movimiento Ciudadano mantendrán su alianza con el PRD, o si lo harán con Morena, como parecería viable por la vía de los hechos, como hizo el PAN en enero de 2011 en el estado al abandonar a su candidato a gobernador y llamar a votar por el del PRD, que era Ángel Aguirre. En ello, Movimiento Ciudadano sería decisivo en Acapulco, donde quizás represente unos cien mil votos. Lo que se antoja definitivo es que la incierta probabilidad de que el PRD conservara la gubernatura en las elecciones de 2015 prácticamente se esfumó con el anuncio de López Obrador de que Morena lanzará su propio candidato a gobernador. La presencia de este tercer candidato plantearía una elección partida en tres. La consecuencia lógica es que así el PRI aseguraría su triunfo, pero ello dependerá de cómo resuelvan el dilema el PT y Movimiento Ciudadano. En gran medida Aguirre consiguió la victoria hace tres años por el respaldo de estos dos partidos y el PAN, pero el próximo año el PRD no ganaría ni con la repetición de la alianza de 2011. Así de profundo será el boquete abierto por Morena, que a su vez podría hasta ganar la gubernatura si Movimiento Ciudadano y el PT mantienen el respaldo que hasta ahora han dado a López Obrador. Por eso carece de sentido el engreimiento de Carlos Navarrete.

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