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Tomás Tenorio Galindo

OTRO PAÍS

* Adiós al “achichincle” de Peña Nieto

 

El domingo pasado Andrés Manuel López Obrador puso en su sitio a Armando Ríos Piter. Al llamarlo “achichincle de Peña Nieto” y advertir que “no podría ser candidato nuestro, no le conviene ni a Morena ni a Guerrero, eso lo tengo muy claro”, hizo polvo el segundo intento del grupo de Zeferino Torreblanca de imponerlo como candidato del PRD a la gubernatura, después de su primer fracaso en el 2010.
El líder de Morena ya había trastornado el escenario político y partidista del estado al anunciar un día antes que en el 2015 su partido postulará a su propio candidato a gobernador de Guerrero, lo que traerá como consecuencia inevitable la división de la votación de izquierda, cuyo monopolio había ejercido el PRD en alianza con el PT y Movimiento Ciudadano, partidos que sin embargo mantienen hoy mayor cercanía con el ex candidato presidencial. La sola presencia del candidato de Morena (Luis Walton o Lázaro Mazón, según adelantó López Obrador) hará inviable cualquier candidatura del PRD porque le arrebatará una parte de su voto cautivo, porción que en realidad podría ser considerado el capital electoral acumulado por el lopezobradorismo. Aun si se diera el caso de que el PT y Movimiento Ciudadano optaran por conservar su alianza con el PRD (que en las elecciones de enero de 2011 produjo 670 mil votos, frente a los 512 mil del PRI-PVEM), la sangría provocada por Morena sería de tal modo irreversible que desde ahora puede anticiparse la derrota del PRD. Es imposible establecer hoy cuántos votos “perredistas” pasarían a Morena, pero no hay duda de que el lopezobradorismo pudo haber aportado por sí solo hasta la mitad de esos 670 mil sufragios que hace tres años llevaron a Ángel Aguirre a la gubernatura. Sin embargo, la precariedad electoral que tendrá que encarar el PRD el próximo año no se explica solamente por la existencia de Morena y el embate de López Obrador hacia la dirigencia perredista. También tendrá su origen en el fracaso de los gobiernos “perredistas” de Torreblanca y Aguirre, y la persecución de los movimientos sociales emprendida por ambos con la complacencia del PRD. Los movimientos populares se sienten traicionados por los gobiernos del PRD y por el PRD mismo, y fueron esos movimientos los que históricamente acrecentaron la cosecha electoral perredista hasta la derrota del PRI en el 2005. Pero ahora, por ejemplo, ¿cuántos maestros votarán por el PRD después del trato que recibieron el año pasado de los diputados perredistas en el Congreso del estado?
En ese entorno, lo que López Obrador hizo el domingo fue darle solamente un empujón a Ríos Piter y a Zeferino Torreblanca, en el entendido de que resultaría tan lesivo para el estado entregarle nuevamente a ese grupo el poder, como devolvérselo al PRI. Ríos Piter, como Zeferino Torreblanca y Angel Aguirre, personifica un engaño. Pero en el caso de Zeferino y Aguirre, la impostura prosperó entre otras razones porque ninguna voz con peso se alzó para denunciarlos, frenarlos y combatirlos. El mismo López Obrador tuvo que morderse la lengua ante los desplantes adoptados por Ángel Aguirre durante su campaña a finales de 2010, de una manera muy visible en el caso de la presa La Parota y por su rechazo a firmar el decálogo que el tabasqueño le propuso para fortalecer su recién adoptada identidad de izquierda. Y en el 2012, López Obrador tuvo que tolerar la presencia de Ríos Piter a su lado, con lo que éste se convirtió en uno de los muchos candidatos que ganaron gracias al apoyo que recibieron del entonces candidato presidencial.
La descripción empleada por el líder del Movimiento de Regeneración Nacional no es muy elegante, pero es exacta, pues si algo ha distinguido al hoy senador del PRD es su servilismo frente a cualquier poderoso. López Obrador hizo alusión al apoyo que el perredista dio en el Senado a la reforma hacendaria de Peña Nieto, por la cual votó a pesar del rechazo que formalmente acordó la fracción del PRD. Ese vergonzoso episodio fue ampliamente documentado en octubre y noviembre pasado, cuando la reforma hacendaria estuvo a discusión en el Congreso. Como escribimos en ese momento, la naturaleza del voto que Ríos Piter cedió al PRI para que este partido consiguiera en comisiones la aprobación de la reforma hacendaria debe buscarse más allá de los compromisos que, según declaraciones del mismo Ríos Piter, obtuvo de ello supuestamente en beneficio de Guerrero. La clave de esa maniobra está en el notorio esfuerzo que el legislador perredista ha hecho para quedar bien con el presidente Peña Nieto, como si aspirara a ser candidato del PRI. La información sobre la jornada legislativa presentaba a Ríos Piter como un senador más del PRI, pues de los perredistas que pertenecen a la Comisión de Hacienda en el Senado fue el único que avaló disposiciones que los demás legisladores del PRD consideraron negativas para la población, como el incremento del IVA a 16 por ciento en las zonas fronterizas. Y de hecho, fue el voto de Ríos Piter el que permitió al PRI salir vencedor en la disputa partidista que se dio en esa comisión y con un dictamen en sus términos. Ríos Piter diría después para justificar su apoyo al PRI, que a cambio de todo ello obtuvo recursos para la reconstrucción de Guerrero. Es por ello que López Obrador le llamó “achichincle” de Peña Nieto, y nadie lo podría desmentir o negarlo. Y nadie lo ha hecho.
Es probable que después de las demoledoras declaraciones de López Obrador, Ríos Piter intensifique sus maniobras soterradas en Los Pinos para convencer al PRI de hacerlo su candidato. No es que lo vaya a conseguir ni que los grupos de poder priistas se lo permitan, pero es la clase de arreglos mediante los cuales Ríos Piter ha conseguido todos sus cargos. En 2009 así obtuvo la diputación federal, a través de un pacto secreto con Rubén Figueroa Alcocer. Ese es su concepto de ética y escrúpulos. De lo que puede tener certeza es de que si, con todo, por desgracia el PRD lo hace candidato, Morena y López Obrador lo destrozarán en la campaña. Y según se desprende de las palabras de López Obrador, con cualquier otro candidato del PRD existiría la posibilidad de una tregua o incluso de una negociación, pero ya no bajo el supuesto de que el PRD es la primera fuerza en el estado. Porque en la práctica ya no lo es.

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