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Abelardo Martín M.

La invaluable molestia  (y enseñanza) de los “ex”

Son en realidad pocos quienes aprenden (y aprovechan) la experiencia, misma que, junto al conocimiento, forma la sabiduría.
El gobernante en turno valora y reconoce, aunque sea no consciente, del valor del silencio de sus antecesores, especialmente cuando se trata de los ex gobernadores o de los ex presidentes.
Ahora siempre dura más el cargo de “ex” que el periodo legal que se ejercen cargos de tal relevancia. Vale su peso en oro el ex mandatario (municipal, estatal o federal), capaz de guardar silencio y aceptar que ya fue y que sus incontinencias protagónicas producen un grave daño a la estabilidad, la gobernabilidad y la paz. En su fuero interno seguro se preguntan: “¿Cómo no contestar un ataque (infundio)?, ¿cómo dejar de responder o de gritar “acá estoy”.
Sólo en este sentido puede explicarse el movilismo y activismo de los ex presidentes Carlos Salinas de Gortari, Vicente Fox Quesada, y Felipe Calderón Hinojosa, quienes han perdido toda oportunidad de guardar silencio, de quedarse callados. Sólo Luis Echeverría Álvarez, más por su edad y sus condiciones de salud y por una disciplina aprendida a golpes (“¿tú también Luis?”), se ha mantenido alejado del protagonismo.
El otro caso es el del ex presidente Ernesto Zedillo Ponce de León, quien sí recuperó su normalidad de “ciudadano” y, por voluntad propia, ha evitado provocaciones, insinuaciones de propios y extraños de responder cuando se le ataca en los medios.
El espectáculo de los ex presidentes cuando aparecen en los medios es patético. No parecen tener presente que con su actitud es como golpear un avispero. Las fotografías del ex presidente Fox con miembros de su gabinete (eran más los colados que los reales) es un grito de nostalgia y añoranza del poder perdido. “¡¡Lossers!!”, comentó un analista político que ve en los actos de los ex, el síntoma del perdedor que dilapidó su oportunidad.
En broma, dicen de los economistas que pasan la mitad de la vida planeando o previendo el futuro y ante su fracaso rotundo dedican la otra mitad a explicar por qué no se cumplió su diagnóstico. Lo mismo ocurre a los ex mandatarios hablantines, dedicados el resto de sus vidas a justificarse o ubicarse como víctimas de sus “incapaces sucesores”.
Hay quien sostiene que el protagonismo de los “ex” tiene como propósito definitivo el agitar las aguas para provocar un río revuelto. No alcanzan su objetivo y lo que si logran es dar material para acrecentar su propio desprestigio, ganado a fuerza de sobreexposición, abuso de balconeo y protagonismo extremo.
Puede omitirse el alud protagónico de Salinas, Fox y Calderón en los últimos días porque la repercusión no es equivalente a su deseo, la realidad es que obtendrían mejor resultado si en vez de declaraciones, permiten que sus hechos los avalen. Cada uno, en su tiempo, saturó a la opinión pública y a la ciudadanía con su desmedida presencia. El pueblo si puede, ellos no conocen la abstinencia.

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