Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Fernando Lasso Echeverría

El destino final de Francisco Picaluga

*Picaluga se entrevistó dos veces con Nicolás Bravo en Chilpancingo, lo que sugiere la posibilidad de que haya estado involucrado en el proyecto para matar a Guerrero, con quien lo separaban diferencias políticas y de clase.

Francisco Picaluga fue un marino de origen italiano, nacido en 1792 en Boccadesse, Génova; fue hijo de Girolamo Picaluga y de una mujer dedicada a la prostitución, en la población mencionada. Este personaje se hizo célebre por la acción vergonzante de haber aprehendido  con engaños al general Vicente Guerrero –a quien llamaba “mi gran amigo”– en su barco anclado en la bahía de Acapulco, entregándolo después en Huatulco a fuerzas militares gubernamentales enemigas de Guerrero, comandadas por el capitán Miguel González, hombre de todas las confianzas de Facio, el ministro de Guerra del gobierno ilegítimo en funciones.
Consumada la entrega, Picaluga dejó el barco en el puerto oaxaqueño en manos del gobierno espurio –como lo estipulaba el trato– y continuó con la comitiva hasta la ciudad de Oaxaca, en donde recibió su pago en privado y sin consentir jamás en firmar algún recibo o comprobante alguno; ello provocó que el dinero lo recibiera en la casa del gobernador Manuel María Fagoaga, ante Miguel González, únicos testigos de este acto.
Picaluga llegó al puerto de Acapulco en 1830 como capitán del barco El Colombo, en donde entró en tratos con don Vicente Guerrero           –presidente depuesto– para trasladarle pertrechos y distintos recursos materiales de otros puertos del Pacífico, lo cual no podía impedir el gobierno usurpador de Anastasio Bustamante, por carecer de marina. Estas relaciones comerciales lograron la confianza de don Vicente en el marino italiano, y provocó que el 15 de enero de 1831 Guerrero aceptara sin rodeos una invitación de Picaluga a comer en su barco, situación que aprovechó el traidor y desleal amigo de don Vicente, para aprehenderlo en su embarcación y entregarlo una semana después a sus enemigos en la población costera oaxaqueña mencionada, cumpliendo un trato ya concertado por Picaluga –quien realizó un viaje a la ciudad de México para ello– con José Antonio Facio, ministro de Guerra de Bustamante, con el que trató los detalles de la captura y entrega de Vicente Guerrero, y el correspondiente pago por sus servicios. El 14 de febrero, don Vicente Guerrero Saldaña fue fusilado en el convento de Santo Domingo de la localidad de Cuilapan, Oaxaca, tras un rápido juicio sumario, totalmente amañado.
En su viaje a la ciudad de México para recibir instrucciones directas de Facio, al pasar por Chilpancingo Picaluga se entrevistó en forma privada –en la ida y el regreso– con el jefe del Ejército del Sur Nicolás Bravo, hecho que sugiere la posibilidad de que Bravo haya estado involucrado en el proyecto de la captura y muerte de Vicente Guerrero, hipótesis que ha sido motivo de fuertes discusiones y acaloradas polémicas; sin embargo, esta interpretación es comprensible, pues desde sus orígenes, ambos personajes eran muy distintos: don Nicolás era un hombre ilustrado hijo de ricos hacendados; Guerrero era un individuo con escasa educación, hijo de campesinos; en las luchas políticas posteriores, Bravo encabezó a los Escoceses, grupo masónico conservador, y don Vicente fue cabeza del grupo Yorkino, de ideología francamente liberal; por lo anterior, Bravo nunca coincidió con los ideales de Guerrero, nunca se llevó bien con él, y estaba enemistado fuertemente con don Vicente; incluso, hubo enfrentamientos armados directos entre ellos, cuando don Nicolás –siendo vicepresidente de la República– se levantó en armas contra Guadalupe Victoria, y éste envió a Guerrero a combatirlo; en Tulancingo, Guerrero derrota a Bravo y lo toma prisionero, afrenta que don Nicolás jamás le perdonó a don Vicente, a pesar de que éste pudo haberlo fusilado y no lo hizo; por otro lado, cuando sucedieron los hechos de la traición, captura y muerte de don Vicente, Bravo servía al gobierno usurpador de Bustamante, como jefe de la plaza militar en Chilpancingo, en donde le dio a Picaluga un salvoconducto para facilitarle que llegara a la ciudad de México, pues el italiano venía de una zona dominada por los insurrectos que protestaban por la destitución de Vicente Guerrero como  presidente de la República.
De hecho pues, la traición del marinero Picaluga y el posterior asesinato de Guerrero, fue un verdadero complot de Estado, maquinado en los máximos círculos del poder de aquella época,  representados por el presidente ilegítimo Anastasio Bustamante; su ministro de Guerra, el español José Antonio Facio; el de José Antonio Espinoza, ministro de Justicia y Asuntos Religiosos; y Lucas Alamán, aquel siniestro personaje ultra conservador del México de aquella época, quien llevaba en realidad las riendas del gobierno. El asesinato de don Vicente Guerrero fue, pues, una verdadera confabulación gubernamental, en la cual Picaluga fue solo un instrumento de este complot, para quitarse de encima a un personaje que sin desear realmente el poder continuaba siendo legalmente el presidente de México, y que tenía además, una popularidad, un poder de convocatoria, y una capacidad como guerrillero, que causaba una grave preocupación al gobierno usurpador.
Después de que cobró en la ciudad de Oaxaca la entrega del prisionero, a Picaluga se le perdió el rastro. En el cuarto tomo de la obra México a través de los siglos, don Enrique de Olavarría y Ferrari expresa no haber tenido más noticias de Picaluga, ni encontrado documento alguno que diera luz sobre su paradero, después de haber consumado su incalificable acto. Sin embargo, a través del tiempo, se forjaron muchas versiones sobre su destino:
–Que volvió a Génova en 1832, en donde lo apresaron y compareció ante el Real Consejo del Almirantazgo; en este juicio, se le condenó a muerte y a indemnizar económicamente a los herederos del general Vicente Guerrero, pero escapó de la prisión y al parecer vivió sus últimos años en la ciudad turca de Esmirna.
–Que Francisco Picaluga nunca volvió a Génova, pero el Real Consejo del Almirantazgo, sumamente indignado por los hechos que le fueron dados a conocer, juzgó a Francisco Picaluga en ausencia, y en estas condiciones emitió el veredicto conocido, el cual fue acreditado en nuestro país y en muchos otros, sin embargo, el sentenciado –perdido en el mundo para la justicia– jamás purgó ninguna pena, ni reparó algún daño.
–En la obra de José María Bocanegra, titulada Memorias para la Historia de México Independiente (1862), se lee que “el reo condenado a muerte por el Almirantazgo de Génova, se hallaba en Siria”, y que se decía que era reclamado por el gobierno genovés.
–Don Manuel Payno, en su obra Episodios Históricos de la Guerra de Independencia, decía al respecto lo siguiente: “La existencia de Picaluga es en efecto, un misterio. Unos dicen que se le ha visto años después, en las calles de la ciudad de México; otros, que se hizo mahometano y vive en un serrallo de Turquía; algunos más, aseguran que varios mexicanos lo han visto en un convento de Tierra Santa, con una larga barba y un tosco sayal, haciendo una vida de penitencia para expiar en esta tierra el horrendo crimen que cometió”.
–Que se fue a radicar al puerto de Mazatlán, en donde terminó su vida suicidándose en esa población.
En 1969, al general e ingeniero Amado Aguirre, diputado constituyente por Jalisco –fallecido en 1951– le fueron publicados los resultados de una investigación realizada por él a través de muchos años, respecto al destino final de Francisco Picaluga, después de los hechos registrados en Acapulco. Esta indagación, concluyó  que la última versión era la verídica; de acuerdo con el artículo de Aguirre publicado por el PRI en el libro Antología Literaria. Recopilación de discursos, artículos y poemas de la Asociación de Diputados Constituyentes, Picaluga nunca salió de nuestro país. La larga y exhaustiva investigación hecha por el ingeniero Aguirre, basada en diversos testimonios verbales y escritos, que pueden verse en el libro mencionado, se puede resumir de la siguiente manera:
En 1832 llegó Picaluga al puerto de San Blas, Nayarit, haciéndose llamar Juan Pazador, en donde después de algún tiempo, se casó con doña Cruz Flores, nativa de Tepic y cuñada de un rico comerciante español llamado Ramón Pauquino; ya casado, y con su nueva identidad, Picaluga se fue con su esposa a radicar al puerto de Mazatlán, invirtiendo su capital en negocios marítimos y de comercio que no le dieron buenos resultados; el acabose fue el envío a Inglaterra de una gran remesa de Palo de Brasil remitida por Pazador en tres buques, consignada a una casa importadora del puerto de Liverpool, barcos –que como era natural en esa época– tuvieron que hacer la travesía por el estrecho de Magallanes, hecho que hacía muy prolongado el viaje; durante el traslado, el producto vendido sufrió una baja notable en su cotización, situación que no estaba prevista en el contrato y esto le causó al italiano la ruina; además de ello, tenía gusto por los juegos de azar, hecho que colaboró en forma importante para que perdiera su fortuna, y lo obligara a suicidarse en la recámara de su propia casa en 1859, ante la quiebra y las numerosas deudas que tenía que enfrentar. Fue sepultado en el panteón número uno del puerto, clausurado entre 1870 y 1871, fecha en la cual se inauguró el panteón dos de la ciudad. Al parecer, Pazador y su esposa no tuvieron hijos propios, pero adoptaron dos o tres hijas que terminaron en forma muy modesta su vida.
Entre los documentos de interés encontrados en el proceso de investigación, se tienen los datos de la partida de defunción fechada el 30 de marzo de 1859, encontrada en el archivo parroquial del lugar correspondiente, manuscrito que le da al difunto Pazador condición de italiano, y certifica como causa de su muerte una herida de bala. Se observan también en el texto de Aguirre testimonios valiosos de personas que habían conocido antes a Picaluga, y que cuando lo volvieron a ver en Mazatlán años después, identificaron a Pazador como el “Judas de Acapulco” que había entregado a Guerrero a sus enemigos por dinero; así mismo, radicaba en Mazatlán un paisano de Picaluga de apellido Bianchi, que al viajar a Italia –ya muerto Picaluga– fue abordado por dos hijas de éste, que obviamente sabían su paradero, pues le pidieron que investigara en el puerto mencionado qué bienes materiales había dejado su padre, para intentar recuperarlos. Son muchas pues, las evidencias expuestas en el texto de Aguirre que demuestran que Picaluga –después de haber cometido su incalificable acto– vivió y murió en el puerto de Mazatlán, con el nombre de Juan Pazador, hecho que ya había trascendido, pero sin pruebas o testimonios de certeza, que evitaran dudas al respecto.
* Presidente de Guerrero Cul-tural Siglo XXI.

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