Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Eduardo Pérez Haro

Reforma para el campo (II)

Para Vicente Granados.

El campo mexicano del 2014, presenta una diversidad de características y condiciones cuya enumeración podría dar lugar a un sinnúmero de asuntos por atender. La mayoría de las veces que alguien se coloque ante el intento de plantear los principales problemas del campo tiende a dispersarse en una lista interminable de temas, problemas y asuntos que al final no haya por dónde empezar.
Otros pecan de una simplificación, siempre sesgada sea proveniente de un interés al lado de los grandes agricultores o al lado de los campesinos pobres, derivando en un juego axiomático donde, por un lado, se dice fácil que los únicos que han demostrado ser competitivos son los grandes empresarios agrícolas, que no hay por qué darle tantas vueltas al tema y que lo que hay que hacer es aproximarle a éstos las mejores condiciones técnicas y financieras pues son quiénes tienen los “tamaños” y lo saben hacer, en tanto que a los pobres hay que atenderles como tales, con política social.
Del otro lado, y tras la denuncia reiterada a la postura de los grandes productores, se afirma que el pequeño productor campesino es asiento del México profundo, dueño ancestral de una cosmovisión que supera las deformaciones éticas y culturales del capitalismo salvaje, poseedor de tecnologías armónicas con el medio ambiente que por lo demás es viable, y que la justicia social es una deuda pendiente que debe de ser saldada de una vez por todas.
Concomitante con esta idea, se presenta una tercera vertiente que la significan diversas iniciativas autogestivas que van de capacitar a los campesinos pobres para una eficaz economía familiar de autoconsumo hasta la idea del empoderamiento para hacerse cargo de su propio destino. A fin de cuentas, posiciones que involuntariamente se han limitado a la condición de un reclamo y los efectos de una utopía ontológica, por cuanto los campesinos pobres han probado subsistir con poca o nula ayuda, y después de cien años ahí están, son mayoría y se reproducen.
Entiendo que quienes se reconocen en una u otra de las posiciones que aquí se mencionan pueden protestar que no he honrado la riqueza de sus argumentos y de los esfuerzos que por décadas se han desplegado por sus distintos protagonistas, no es mi intención desestimar ninguna de las dos cosas, realmente creo en los trozos y trazos de verdad que hay en cada una de estas posturas pero si alguna de éstas mira el camino recorrido y los resultados alcanzados podría no justificarme en la simplificación a la que les he expuesto pero tal vez sí, conceder el beneficio de la duda para hacer un esfuerzo por colocar la discusión en otros términos.
Al presente, los resultados de este debate, de los últimos treinta años, es el de una balanza comercial agropecuaria y agroalimentaria negativas, con eso podría decir todo, sin embargo, a ello se suma un creciente costo fiscal del sector, emigración incontenible, extensión de la pobreza, degradación del medio natural e inseguridad y sometimiento de actores y territorios al crimen organizado. Pregunto, ¿mantenemos la discusión en los mismos términos?, ¿aguantamos una proyección de estas posturas a treinta años para aproximarnos a una hipótesis de resultados en la cercanía de la mitad del presente siglo?, ¿insistiremos en colocar alguna de estas posturas para la Reforma Estructural del Campo?
Digámoslo de esta manera para seguir hablando. Cada una de estas posiciones ha crecido al amparo de contextos cambiantes y de esfuerzos redoblados, alcanzando el surgimiento de resultados aislados que se validan ahí y sólo ahí, en esa experiencia localizada; los grandes han crecido en la exportación, las exportaciones se han multiplicado con el TLC, con el TLC se han desmantelado estructuras de los pequeños productores otrora ejemplares, los campesinos pobres han sabido resistir, subsistir y reproducirse, los emigrantes envían remesas y contribuyen de manera sustantiva, no hay desabasto de alimentos, las mujeres han sabido asumir su responsabilidad en la parcela sin desentenderse de la familia, los jóvenes buscan nuevos horizontes como lo hicieron los emigrantes primigenios que conformaron las ciudades como el mismo Distrito Federal, los campesinos se retraen de prácticas perturbadoras del medio natural, los consumidores buscan productos saludables, etc., etc., etc.
En un movimiento de fuerzas encontradas el mundo se viene transformando arrojando luces y oscureciendo áreas enormes de la vida material y subjetiva, dirían de la estructura y la superestructura, el horizonte histórico se nubla con la explotación del trabajo pero no sólo, ahí está la crisis del trastocamiento en la dinámica de reproducción de los recursos naturales envuelta por el cambio climático o la crisis económica de los países desarrollados, o el mismo extravío del rumbo de la civilización, etc. Estamos en un gran debate pero no sólo es de ideas sino de proyectos en marcha y ahí están las experiencias en curso de los distintos actores y agentes económicos en al menos dos grandes planos, el de los países y grandes regiones del mundo y el de agentes económicos a la vez actores políticos desde regiones, empresas y localidades, en el interior del país.
Se traslapan realidades de distinto tiempo, formas del atraso y formas avanzadas, cada una con sus fuerzas y debilidades, intrínsecas, de contexto o de tiempo, verdades relativas, creencias y voluntades contrapuestas. Por el tamaño de su territorio, de su población y de su economía, México está entre los 15 países más grandes del mundo, hace parte de una de las culturas primigenias en el plantea (de no más de otras cinco de la misma condición), con más de seis mil años de historia, no prehistoria, historia, etc. Somos una nación con tres guerras en doscientos años, con mucha sangre derramada, con agenda histórica y saldos pendientes, pero a la vez y sin menoscabo del pasado que nos perfila, ante el imperativo de procesarnos fuera de la nostalgia y la melancolía, para resolvernos dentro de la controversia contemporánea, en la reestructuración mundial, en el debate de las hegemonías, en la redefinición de los paradigmas del desarrollo en medio de la era digit@l. Y no hay reversa ni manera de sustraerse.
Las teorías sobre la cuestión agraria y la economía agrícola han ofrecido diversas herramientas para el análisis del campo, desde los fisiócratas precursores de la ciencia económica hasta los novedosos planteamientos del ecologismo como disciplina holística, y sin desdén sobre ninguno de los postulados y esfuerzos del pensamiento, tenemos enfrente esta combinación de hechos, una discusión anquilosada, una correlación de fuerzas desventajosa para las mayorías y la necedad del Estado mexicano que, fuera de la historia y de toda idea propia o atrevimiento de la imaginación, se ha agazapado en el pragmatismo del nuevo clasicismo del dejar hacer y dejar pasar, permitiendo que las contradicciones entre el capital y el trabajo, entre la industria y la agricultura, entre la ciudad y el campo se desplieguen sin control, acicateando la financiarización de la economía en favor del enriquecimiento especulativo y la creación de monopolios domésticos a la manera de cacicazgos decimonónicos, posibilitando el enriquecimiento de personajes rústicos, el atraso del país y el empobrecimiento de la mayor parte de los mexicanos particularmente concentrados entre la población rural.
Que el Estado mexicano, particularmente el gobierno de En-rique Peña Nieto se predisponga a colocar una Reforma Estructural para el Campo ante un Congreso que aprueba sin discutir muestra los excesos que se permite la democracia figurativa, pero esa no es la mayor desventaja, sino que los actores del debate sobre el campo, después de treinta años sigan “discutiendo sobre el sexo de los ángeles”, los campesinos jóvenes estén intentando cruzar la frontera, los viejos se encuentren desgastados y dispersos, y las mujeres no terminen de lidiar con las redes culturales y de su marginación en las decisiones. Y no obstante…
En el tiempo actual, la discusión sobre el campo en México no puede ser una discusión fuera de los desafíos alimentarios del planeta que habrá de resolver el crecimiento de la demanda por razón de su propio crecimiento demográfico en el que se alarga la expectativa de vida por los beneficios de la ciencia médica, pero además, porque la dinámica de superación de la pobreza, diga lo que se diga, ya sumó más de un mil millones con mayores ingresos y por tanto mayores consumos alimentarios en los países emergentes (China, Rusia, India, Brasil, sólo por mencionar a los grandes que se agregaron después del ascenso de los tigres asiáticos) y no hay bases para suponer que esa tendencia quedará truncada, lo único dable al respecto es que, la demanda crecerá. Y dicho sea no ya porque tengamos que hacernos cargo de la alimentación del mundo cuando en México se padece pobreza alimentaria sino porque en el mundo globalizado la formación de los precios es global. Ya nadie, ni la más alejada de las comunidades o el más ermitaño de los campesinos escapan a la formación mundial de los precios que no sea el caso de la yuca, tal vez y por ahora.
No obstante este referente a considerar no puede sino mirarse desde el conjunto de la economía nacional, no hay tal economía agrícola más que en el sistema de análisis y en la realidad estadística, pero en la realidad verdadera, la de los bienes y servicios o la de los intercambios y el sistema financiero, en la de los sujetos sociales, agentes económicos, actores políticos y el Estado, se presenta como ámbito o componente de una sola realidad diversa y compleja pero siempre entrelazada más no aislada. Este es otro referente que no puede ser omiso ni siquiera soslayado. Por el contrario todo ejercicio de imaginación, planeación o de establecimiento de nuevas reglas desde la perspectiva del Estado o la de los productores sean pequeños o grandes debe definirse tomando en cuenta el rumbo, el ritmo y la modalidad de lo que podamos definir o suponer en el sector urbano industrial o de servicios a los que vende el sector rural y a los que le compra todo, absolutamente todo lo que no produce, sean medios de producción o medios de consumo final por supuesto, incluidos buena parte de los alimentos. Y así…
El campo no está circunscrito a la producción de alimentos y las materias primas de la industria tradicional de transformación, ahora está en el engranaje de los servicios, comerciales o financieros y la generación de nuevos productos como los bioenergéticos, los nuevos materiales (minerales) o los servicios ambientales, y sobre esa base la disputa por la tierra vuelve a la escena y ya no a la manera de la lucha de principios del siglo pasado o de su reanimación en los años 60 y 70 sino que ahora como disputa trasnacional, con el ingrediente de que a pesar de su fuerte movilidad informal, en México la propiedad en su mayor parte es del minifundio ejidal, comunal o privado. Tiene dueño y aunque viejos todavía no se mueren así es que habrá que darle vueltas al tema porque no es cosa sencilla para nadie. Y ahora que si se tallan los metales puede ser peligroso porque el pasto está seco, y si alguien lo duda que salga de día de campo a Michoacán, o a Guerrero, o a Durango, Coahuila o Zacatecas o donde el interesado disponga. Pa’l caso…
Tan sólo tomando en cuenta estos cuatro aspectos, i) perspectiva alimentaria mundial, ii) perspectiva de la economía nacional dominada por el sector urbano (industria y servicios con 96.5% de la generación dela riqueza), iii) diversificación de la demanda sobre los bienes del sector rural (nuevos alimentos, minerales estratégicos de la era digital, energéticos de nueva generación en el subsuelo y bioenergéticos, servicios ambientales, turismo y vivienda), y iv) disputa trasnacional por la tierra con dos terceras parte en propiedad de los campesinos pobres y con edad avanzada, con eso se podría empezar para ordenar los términos de la discusión antes de hablar de tecnologías, infraestructura, formas organizativas, combinaciones de grandes, medianos y pequeños, desarrollos territoriales, financiamiento o apoyos gubernamentales, sustentabilididad o inocuidad alimentaria y nutrición, etc. aspectos todos que por supuesto habrá que revisar y que deberían de abordarse y preceder a cualquier aventura legislativa sobre la Reforma Estructural del Campo.

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