Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Arturo Solís Heredia

CANAL PRIVADO

¿Ya supiste?

“¿Ya supiste?”, me preguntó un broder el fin de semana, con la perfecta e insuperable retórica interrogación de esas dos palabras. “¿Ya supe qué?”, repregunté sin hablar, con tono de sarcasmo y cara de fastidio, esperando a que se decidiera a revelarme el chisme (seguro colofón chilpancingueño del ¿ya supiste?).
“Los (apellido familiar en plural muy conocido en Chilpo) se fueron a vivir a (ciudad fuera de Guerrero, más segura que cualquier ciudad guerrerense)”, me respondió en un susurro, con tono de ‘aquí entre nos’ y cara de ‘qué mala onda’.
“¿En serio?”, le dije por decir algo, mientras sentía cómo mi panza se endurecía como piedra. “Si güey, ¿cómo ves?”, comentó serio y los dos nos quedamos mirando sin mirar nada, en absoluto silencio. Ya no le pregunté, ni él me dijo razones ni detalles, porque sin saber sabíamos.
No recuerdo cuántas veces, ni cuántas personas, me han dicho lo mismo de no sé cuántas familias chilpancingueñas, en los últimos meses. Varias, muchas, demasiadas, pero a la vez muy pocas como para acostumbrarme a la noticia y guarecerme en la indiferencia.
Pero sí recuerdo que en, con y cada una, la panza se me volvió piedra, las palabras se me escondieron y me quedé mirando sin mirar nada, triste y preocupado por la situación, molesto con las autoridades que no son capaces de protegernos… e, inevitablemente, un poco encabronado con los migrantes.
Sé que soy injusto, que también yo he pensado y querido huir de la violencia y del miedo. ¿Quién, en su sano juicio, con familia que proteger y patrimonio que cuidar, no ha pensado y querido lo mismo, aunque sea un instante, en privado, en silencio?
Quizá por eso no puedo evitar encabronarme un poco con los migrantes, na’ más por un rato. Quizá porque al migrar me hacen sentir tan temeroso y vulnerable como ellos, quizá porque migrar no es fácil, quizá porque para migrar se necesite más valor que cobardía, o quizá porque cuando migran, nos dejan un sentimiento de abandono.
Quizá porque los que nos quedamos, sentimos que, parafraseando a Mario Benedetti, “despacito, sin que el aire nocturno lo advirtiera, ahí nomas nos dejaste, a solas con nuestra suerte”.
Quizá por eso, para aliviar un poco la culpa, todos los que migran, al menos todos los que me han dicho algo antes de irse, aseguran que no es para siempre, que volverán, porque aman Chilpancingo y a su gente, cuando las cosas mejoren, cuando el temor y la violencia desaparezcan, cuando todo vuelva a ser como era antes.
Quizá por eso, cuando se van deseando no irse, me quedo más triste, preocupado, molesto y un poco más encabronado. Porque, aunque quisiera creer que pronto las cosas mejorarán, que desaparecerán el miedo y la violencia… no puedo, no creo.
Porque aunque queramos que todo vuelva a ser como antes, estoy convencido de que los chilpancingueños sólo regresarán y ninguno querrá irse de aquí, hasta que un montón de cosas dejen de ser como eran antes.

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