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“Ése no es, ése no es”, gritaban los agentes que no identificaban al vocero

*Según testimonios de los opositores a La Parota, estaban dormidos cuando los ministeriales les aventaban la luz a los rostros y los jalonearon. “Me pegaron la pistola, sentí calientito, yo mirando a donde estaban los demás y se me vino a la mente ¿se los llevaron o qué?, pero los policías ya no dejaron levantarme”, señala una de las comuneras agredidas

Mariana Labastida

“Ése no es, ése no es”, era el grito de los policías, que los pobladores identificaron como ministeriales, a mitad de la noche mientras aventaban luz a los rostros de los comuneros que se encontraban en el plantón del Cecop en la comunidad de La Concepción, e ingresaban a una de las casas donde suponían se encontraba el vocero Marco Antonio Suástegui Muñoz.
Ayer se cumplió el primer mes en que los integrantes del Cecop instalaron el plantón en La Concepción para impedir el paso a la gravillera ubicada en Parotillas e iniciar un movimiento por el rescate del río Papagayo para evitar la extracción industrial de material pétreo, por lo que fueron demandados por el propietario de la empresa Kimbar, Humberto Marín, e iniciar con la conformación de la Policía Comunitaria.
Anatolia García llegó a La Concepción el día que el Cecop instaló el plantón y no ha regresado a su casa en San Pedro Cacahuatepec, y la noche del miércoles se acomodó a dormir en el lugar donde regularmente duerme el vocero, que ese día lo invitaron a dormir en otra casa; ella estaba con otros cinco compañeros dormidos en colchonetas y sillas en el corredor de la casa de la familia Del Carmen “y cuando sentimos ya nos estaban jalando”.
Dijo que intentó levantarse pero en ese momento la jalaron para que se quedara sentada; “me pegaron la pistola, sentí calientito, yo mirando dónde estaban los demás y se me vino a la mente los demás ¿se los llevaron o qué? Pero ya no me dejaron levantarme”, y recordó que se sentía cegada por la luz que le echaron a los ojos para ver quién era en medio de la oscuridad.
La opositora recordó que escuchó cómo se llevaban a sus compañeros pero que ella ya no podía moverse, y entre la oscuridad y la luz de las lámparas sólo se escuchaba “ése no es, ése no es” de los hombres encapuchados que tenían rodeada la casa donde ella estaba, y otros estaban en el corredor donde estaban dormidos los campesinos.
“Toy luchando porque vienen repartiendo refris, cama y a uno no lo ven, por eso estoy decidida a morir donde sea. Al último tenía miedo porque se siente caliente tu cuerpo al ver las armas y pensé aquí me van a violar todos”, indicó.
Eran las 3 de la mañana cuando los opositores fueron despertados abruptamente por los policías en su afán de encontrar a Suástegui Muñoz, y al frente del convoy que llegó a La Concepción iban vehículos militares que se estacionaron pasando el entronque de los caminos que van de Agua Caliente y San Isido Gallinero, cerca de la casa muestra de la CFE. Atrás iba la patrulla de los federales, frente a la casa donde entraron tres patrullas de ministeriales, y más atrás la de preventivos municipales.
Algunos agentes, dijeron los testigos, llegaron caminando y salieron corriendo, y al parecer los vehículos los habían dejado cerca de la entrada a la comunidad de Garrapatas, por eso es que rodearon todas las casas donde regularmente se resguardan del sol los opositores, comen y duermen.
“Ni pa’ que les digan nada, te llegan con armas”, dijo Pablo al recordar cómo irrumpieron los hombres encapuchados en su casa.
“Ya cayó Marco”, aseguró el policía que agarró al comunero Pablo del Carmen del cuello para sacarlo de la cama y llevárselo a jalones de cabellos y amenazándolo con su arma a la patrulla; “ni a los narcos les hacen así, creo yo”.
Fue cuando tenían en la patrulla al opositor que se dieron cuenta de que no era el vocero del Cecop al que habían detenido, entonces empezaron a preguntarle dónde estaba Suástegui Muñoz.
“Yo les dije que no sabía nada, me tenían con la pistola aquí”, y señala a un costado de su abdomen.
“Me dijeron que me iban a dar una calentada pa’ que digas y yo no dije nada”, recordó Pablo, quien se mantuvo firme en su respuesta negativa ante las preguntas de los agentes, aunque por su mente pasaba la idea de que “me iban a matar, uno sin deber nada y agarran a uno como delincuente, sin deber nada me iba a llevar la chingada”.
La luz de una luminaria de la calle fue lo que ayudó a Pablo para que lo soltaran, pues llegó un hombre encapuchado que los identificó y dijo que no era Marco Antonio, fue cuando le pidieron que se bajara de la camioneta.
Xóchitl Palma despertó al escuchar el ruido que hicieron los policías al intentar abrir la puerta de lámina de su casa; “yo dije hay Diosito ya tiraron balazos”. Recuerda entre las primeras imágenes que vio en la oscuridad, antes de que un hombre sacara a su esposo Pablo de la cama para llevarlo a una patrulla pensando que era Marco Antonio, que eran las 3 de la mañana.
Ella no supo qué hacer más que agarrar a sus tres hijos que también se despertaron y gritaban ante la presencia de los encapuchados vestidos de negro y con armas que andaban en su casa; “primero entraron tres y sacaron a mi esposo, luego otros tres gritando que prendiéramos la luz y nosotros dijimos para qué si ya se llevaron al señor y de ahí entraron otra vez apuntando, que querían la luz y yo le dije: semos puras mujeres”.
En la casa estaba Xóchitl, sus dos hijas de 4 y 6 años, su hijo de 9 y la madrina de su esposo, que es una persona de la tercera edad e invidente, quien creyó que el ruido era afuera de su casa; “dije ya le cayeron a los señores que duermen afuera”.
A Xóchitl no le dijeron a qué iban ni qué buscaban cuando comenzaron a “esculcar” su casa levantando colchones y moviéndolos a todos. “Me robaron el dinero y las alhajas” que estaban guardando para mejorar su casa. “Yo lo único que les dije que era una falta de respeto y pensaba que me iban a romper la tele y el refrigerador porque lo andaban moviendo”.
A un lado de la casa a donde irrumpieron los policías está la de los padres de Pablo, pero no entraron allí a petición de él quien les indicó que su madre tiene diabetes, aunque eso no evitó que ésta se espantara por el ruido.
En el pasillo de la casa de la familia Del Carmen estaba también Francisco Cabrera, quien despertó con el ruido del paso de los vehículos de los militares, pero no le dio tiempo de reaccionar cuando un policía ya lo estaba jalando a la calle, y después de quitarle el machete le preguntaron por Marco Antonio pero respondió que no lo conocía. Cuando sacaron a Pablo de su casa lo llevaron ante él para que identificara si era el vocero del Cecop, “y yo le dije que no lo conozco”.
Un policía golpeó a Francisco en el estómago para que identificara a Marco, “luego se acercó un encapuchado, un chaparrito de ellos y fue el que lo identificó y dijo que no era él y ya me soltaron”,  señaló el campesino, quien recordó que los policías se echaban la bolita para identificar a quién iban a buscar pero no traían nada para dar con él, “sólo llegaron espantando gente”.
Marciano Cruz estaba dormido en la casa a un lado de la de los Del Carmen y al escuchar el ruido y gritos de “nos cayeron, nos cayeron”, salió con machete en mano y descalzo; “cuando yo me levanté estábamos sitiados y gritando por acá corrió”, que llegó a la esquina de la casa cuando un policía lo encañonó y le quitaron el machete, con él iba su esposa Flora.
“Iba un encapuchado diciendo ‘ése no es’ cuando agarran a Margarito”, que era otro de los opositores que estaba dormido en la parte trasera de su camioneta. “A él le dijeron tu eres Marco y lo pararon, a ver tu identificación, pero les explicó que estaba en la camioneta y no dejaron ni que él la abriera, abrieron la camioneta y de ahí dice el otro tráeme la foto y dice el otro: te la dejé”, y se enfrascaron los policías en una disputa por la imagen del vocero para identificarlo entre los pobladores.
Los opositores dijeron que los policías “los conejearon” porque llegaron “a la hora del sueño”, que Margarito fue el segundo comunero que confundieron con Marco Antonio y después agarraron a otro más.
“A la hora que cayó el gobierno no es hora de un gobierno que venga a proteger lo que nosotros tenemos aquí, según es para que nos cuide pero a esa hora, a las 3 de la mañana, que llegaron a atacar el movimiento, en lugar de que nos cuide nos manda a golpear, que nos caiga de día y que vayan contra los que están robando”, dijo Facundo Hernández.

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