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Rememoran a Federico Campbell en la Feria Internacional del Libro de Minería

*El concurrido homenaje fue, sobre todo, una congregación de amigos que recordaron durante casi dos horas momentos con el periodista apenas fallecido y, al hacerlo, retrataron al narrador

Yaniireth Israde / Agencia Reforma

Ciudad de México

Fernando Macotela, director de la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería (FILPM), pidió al público no albergar “un mal sentimiento”.
Se dirigía a quienes no pudieron ingresar la noche del sábado al homenaje dedicado el escritor Federico Campbell, fallecido dos semanas atrás. Entraron casi al final, pero permanecieron de pie en el Salón de Firmas del Palacio de Minería.
“El único informe negativo de esta feria, el año pasado, fue la seguridad; recibí una amonestación bastante severa por parte de autoridades universitarias. Han comisionado a personas de Protección Civil, tanto de la UNAM como del GDF, para que controlen que no haya exceso de personas”, informó a modo de disculpa.
El concurrido tributo fue, sobre todo, una congregación de amigos que rememoraron durante casi dos horas momentos con el homenajeado y, al hacerlo, retrataron al narrador.
En la mesa estaban Carmen Gaitán, viuda del escritor; su hijo, el periodista Federico Campbell Peña, el poeta David Huerta, y Macotela.
Gaitán reía por momentos, pero la sonrisa pronto se torcía: reía y lloraba a la vez.
“Federiquito” endurecía la mandíbula, miraba al techo con ojos opacos; él lloraba de otro modo la ausencia de su padre.
Acudieron amigos del tijuanense como el promotor cultural Eduardo Clavé; el director del Fondo de Cultura Económica (FCE), José Carreño; el periodista Armando Ponce o el escritor Vicente Alfonso. Le reconocieron la honestidad, su proverbial capacidad de asombro, su devoción por el norte, el apoyo que ofreció a jóvenes escritores aun cuando no los conocía, su excentricidad al escribir o al vestir.
“Carmen: ¿es pecado tener estilo?”, acostumbraba preguntarle a su esposa.
Participante asiduo en la Feria de Minería, había rehusado este año hablar del escritor estadunidense William Burroughs, porque “no puedo hablar de un tipo que mató a su mujer”, le dijo a Macotela.
Estaba atento, por ejemplo, de la hora que marcaban los anuncios de relojes en publicaciones impresas: siempre diez con diez.
“La vida con él fue una delicia”, repetía Carmen Gaitán, su compañera durante 28 años, norteña como él.
“En nuestro último viaje juntos fuimos a Xilitla y a la zona arqueológica de Tamtoc. Era fascinante ver a un hombre de 72 años con la gracia y el espíritu de un pequeño niño, de un duende de 5 años absolutamente fascinado por Tamtoc; me decía: ‘¿pero cómo hicieron estos huastecos estas estructuras?”.
Clavé lo definió como una “reserva moral de México”.
“Frente a la corrupción que nos ha llevado donde estamos, hay en México una reserva moral, y es ésa la que todavía pudiera salvarnos. Si alguien me inspiró esta idea de reserva moral fue Federico Campbell”.
En Federico, prosiguió Clavé, no había maldad.
“Nunca le vi un gesto de maldad, ni con los que lo habían herido, ni con los que lo habían robado, los seguía viendo; nunca hubo una mala palabra para ellos: ése era Federico Campbell”.
En el acto se anunció la publicación en el FCE de La era de la criminalidad, volumen inédito de 500 páginas; la reimpresión de Pretexta, con anotaciones de su autor; y la reedición en Océano de Padre y memoria.

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