Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Anituy Rebolledo Ayerdi

Cómo han pasado los años (IX) 1940-2014

Acapulco y MAC

El presidente Manuel Ávila Camacho dedica en su primer informe de gobierno unas cuantas líneas al turismo como fenómeno promisorio (1 de septiembre de 1941):
“Una intensa corriente de visitantes extranjeros, especialmente norteamericanos, alcanzó el más alto nivel que registra el movimiento de turismo. El gobierno de la república ha concedido especial importancia a las labores de propaganda, publicidad y difusión cultural. Se han establecido agencias de turismo en Nueva York, Los Ángeles, San Antonio y Tucson. El tipo de cambio y las condiciones anormales europeas han sido aprovechados para atraer hacia México una corriente de turismo cada vez más importante”.
México se declara entonces preparado para colocar en el mapa internacional a su primer destino de playa: Acapulco
Por otro lado, el mandatario habló “de la situación política del estado de Guerrero y cuya característica típica fue la desaparición del orden constitucional. Motivo por el cual el Ejecutivo Federal se vio en el caso de pedir al Senado de la República que hiciera la declaratoria correspondiente y se nombró gobernador provisional (Carlos F. Carranco Cardoso) que fungió hasta la toma de posesión del ciudadano constitucionalmente electo en los comicios convocados.” (general Gerardo Rafael Catalán Calvo). El mandatario no mencionó por su nombre a ninguno de los actores de aquel drama político.

Las serenatas

Nunca como en este año de 1940 tuvieron los cancioneros tantos temas para llevar serenatas a los balcones de las mujeres amadas. Siendo tres las canciones reglamentarias, además de la obertura con Despierta y la despedida con Buenos noches mi amor, los músicos locales obsequiaban dos o tres más. Lo hacían al pie de la ventana de la destinataria ya fuera esposa, novia o “quéver”, nunca suegra. Tal cosa hoy imposible, por cierto. Póngale usted la acuciante inseguridad y la violación al “reglamento contra el ruido”. Más grave todavía la escasez de balcones a la calle. Una serenata frente a 20 ventanales de una unidad habitacional no tendría destinataria precisa, provocando la apropiación de la jornada romántica por parte de una legión de mujeres y con ello los peligrosos reclamos de esposos con R-15.
Las serenatas se usaron para una declaración formal de amor cuando se eluda el tête à tête. Bien porque el pretendiente fuera muy penoso o porque frente a ella solo se le ocurriera hablar de los ricos chilaquiles verdes de mamita. Fueron muchos los casos en los que las odas de los aedas obraron milagros. Como éstas: Amor, amor (Gabriel Ruiz), Muñequita mía (del taxqueño Rafull Krayem), Irresistible (Pedro Flores). Muchacha del alma (Gonzalo Curiel) y Linda (Alfredo Núñez de Borbón).
Una vez que la remolona haya pronunciado el ansiado yes, acompañado de un brevísimo acercamiento de labios apretadísimos –¡el primer beso!–, los poemas musicales sellarán aquella unión que podrá ser fugaz o prolongada: Acércate más (Oswaldo Farrés), Bésame mucho (Consuelito Velázquez) , Primer amor (Gabriel Ruiz) y Fidelidad (Gonzalo Curiel). Pero como no todo será miel sobre hojuelas, una relación con altibajos volverá a la normalidad con piezas como éstas: Como tú quieras (Esparza Otero); Perdón (Pedro Flores), Reconciliación (Alfredo Núñez de Borbón), Ven Acá (Agustín Lara) y Desesperadamente (Gabriel Ruiz). Ahora que si se estaba a punto del quiebre o ruptura definitiva hablaba el rencor, el despecho: Amor perdido (Pedro Flores), Tengo un nuevo amor (Ernesto Lecuona); Falsa (Juan. B Leonardo); Naufragio (Agustín Lara) y Jamás (Gabriel Ruiz).

Bésame mucho

La canción Bésame mucho fue compuesta por la jalisciense Consuelo Velázquez cuando era muy jovencita. Y más que la edad, lo extraordinario del caso fue que la mujercita no había dado o recibido jamás un beso de amor. Consuelito atesorará su obra temerosa al qué dirán de padres y amigos de Ciudad Guzmán. Será Emilio Tuero, El Barítono de Argel, quien logre a muchos ruegos la autorización para estrenarla en 1941.
A partir de entonces la tonada será adoptada como despedida por los soldados que marchan a los frente de batalla de la Segunda Guerra Mundial –bésame, bésame mucho, como si fuera esta noche la última vez. Una canción de amor convertida a querer o no en un bolero de guerra, si bien los conocedores hablan de un bailable foxtrot. Cual fuere el modo se trata de la pieza más internacional del cancionero mexicano.
Traducido a por lo menos veinte idiomas, Bésame mucho ha sido interpretada por los más grandes cantantes y orquestas del siglo XX y del que corre. Ahí están: Frank Sinatra, Edith Piaf, Elvis Presley, Charles Aznavour, Hermanas Andrews, Andrea Boccelli, Cesárea Evora, Joao Gilberto, Sara Montiel, Felipa Giordano, Marlene Dietricch, Sammy Davis, Los Beatles, Luis Mariano, Plácido Domingo, Perry Como, Mario Lanza, Diana Krall, Catherine Valente, Elthon John, Coros del Ejército Ruso, Connie Francis, Los Flamingos, Luis Miguel, Celine Dionne, Ray Connif, Lucho Gatica y, por supuesto, todo intérprete de habla hispana que se respete.

Acapulco y Tennesse

Tennesse Williams no llegaba a los treinta cuando visitó a Acapulco acompañado por un amigo canadiense de 22, Kip Kiernan. Vistiendo trajes de baño o simples pantalones recortados, ambos harán de la playa de Caleta su paraíso privado. Bebían ron con agua de coco como desesperados y comían ostiones y pescado frito pues las hamburguesas no se conocían. El todavía incipiente escritor buscaba en los efluvios marinos un cierre sensacional para Batalla de ángeles. Hospedado en una cabaña del hotel Costa Verde, quien será uno de los más grandes dramaturgos estadunidenses se quedaba muy a menudo sin plata.
“¡Jesucristo! –le escribe a su representante literario en la ciudad de México–, la remesa mensual se retrasa en forma alarmante: he estado arruinado diez días. Todos los amigos extranjeros han desaparecido, solo Kip está conmigo. No hay nada para comer en este lugar que no sean coconuts y una olla de frijoles fríos. Si usted decide renunciar a los derechos de Batalla de ángeles –amenaza– espero que me avise por lo menos con 30 días de anticipación”.
“El cheque llegó en el correo de esta mañana, ¡gracias a Dios! –festeja Williams. Una vez con la plata en el bolsillo no corre a bebérsela en tragos de ron con coco sino a preparar la vuelta a casa. La anticipa porque que ha ocurrido un hecho enojoso incluso para un dramaturgo. La novia de su amigo Kip ha llegado al puerto para “rescatarlo de su cautiverio”, según su equívoca y exagerada apreciación. Lo consigue luego de enfrentar al escritor llamándolo a gritos “maricón hijo de perra” y sin faltar la amenaza de acudir a la policía. Tres meses más tarde, el estreno de Batalla de ángeles será un decepcionante fracaso, lanzando al dramaturgo en otros proyectos y nuevos itinerarios.
Tennesse, que adoptó como nombre literario el de su estado natal en la Unión Americana, concibe en Acapulco un ensayo a partir del bolero Amor perdido, de Pedro Flores. El lo titula Amor perdida, tal cual, no obstante la advertencia de su confusión sobre el género del sustantivo español. El texto retrata a un joven escritor detrás del éxito y sus amoríos frutados, él mismo. Siete años más tarde lo conseguirá hasta la consagración a partir de su obra Un tranvía llamado deseo. Le seguirán muchas más y entre ellas Verano y humo, El dulce pájaro de la juventud, La rosa tatuada, Una gata sobre el tejado de zinc (caliente); El zoo de cristal y La noche de la iguana. Algunas se convertirán en éxitos cinematográficos elevando a las alturas a sus intérpretes principales. Y no únicamente a los actores, también a sus escenarios como fue el caso de Puerto Vallarta. Este, a decir del director John Houston, antiguo residente vallartino, se conoció por primera vez en el mundo gracias a su película La noche de la iguana.

Acapulco y Trotsky

Ramón Mercader del Río cruza el Atlántico en 1940 con un solo y único propósito: asesinar en México a Led Davidovich Bronstein, alias León Trostky. La orden ha sido dictada en Moscú por José Stalin y lo hace por conducto de la madre Caridad, quien, amorosa, lo colma de bendiciones y ruega al cielo para que no falle en su histórica misión. Trotsky, fundador del Ejército Rojo, significa por su intenso activismo internacional una piedra en el zapato del zar de todas las Rusias. Habiendo fallado un atentado reciente en la ciudad de México, encargado al pintor mexicano David Alfaro Siqueiros, resultaba entonces imperioso eliminar al molesto moscardón asilado en México por el presidente Cárdenas.
El español usa varios nombres a su llegada a México y entre otros Salvador Turkoss, Frank Jackson y Jacques Mornard, con el que enfrentará juicio y condena. Aquí contacta de inmediato a Silvia Ageloff Maslow, con la que había trabado relaciones estudiando ambos en La Sorbona de París. Ella es la menor de tres hermanas neoyorquinas rabiosamente trotskistas. La mayor tenía a su cargo en Brooklyn al nieto de los rusos y la de en medio traducía los dictados del líder rebelde en su guarida de Coyoacán, DF, mejor guardada que la propia casa presidencial.
Una vez que ha logrado penetrar al cubil de León, Mornard viaja a Acapulco con su amante Silvia Ageloff. Su mente elabora únicamente pensamientos relacionados con la forma en que habrá de cumplir con el encargo de su madre, una cubana nacionalizada española con residencia en Moscú. La pareja se hospeda en los bungalows del hotel El Mirador y sus primeras salidas serán al mercado municipal localizado de la plazoleta Escudero. Ahí provocan carcajadas entre los vendedores cuando exijan artesanías mexicanas “pero sin el sello de la Cocacola”. “¿¡Y ‘ora de dónde chingaos sacaron esa pendejada!?”, pregunta un matrona sin despegarse el puro de la boca.
Mientras Silvia se entretiene probándose ropa típica, Mornard se acerca a un vendedor que pregona su mercancía con gritos de “¡legítimos ayutlecos, legítimos ayutlecos!” Se trata de machetes forjados efectivamente en Ayutla de los Libres, con fama de ser los mejores de la región. Están tendidos sobre un petate raído.
–¡Mire, mister, éste le viene a su tamaño –ofrece el vendedor
–Agárrelo sin compromiso.
Mornard toma receloso la acerada herramienta, la pulsa con fuerza y lanza al aire dos tajos cruzados (¿se imaginó cortar en el último la cabeza de Trotsky que rueda como pelota?). El machetero lo saca de su ensimismamiento con la oferta de otro “más mejor, más barato, ya amolado y de pilón su funda de cuero de becerra”.
–¡Perfecto, me lo llevo! –reacciona el hombre borrando de su pensamiento la macabra visión.
Silvia se queja de insolación y sube sola a La Quebrada. Mornard se mete a la cantina La Marinita, de Doroteo Lobato, en pleno Zócalo (hoy Bancomer). Va en busca de una cerveza, el calor lo agobia. Junto con el servicio llegan hasta él las voces de trovadores locales que cantan el corrido de Simón Blanco. Vuelve a lo suyo cuando escucha aquello de cayó a las redes el león, sentencia de la que se apropia convencido de que “su León” está por caer en las suyas. Pregunta la historia del personaje para formular enseguida un comentario seco: un homme courageux, sans doute, Jacques y Silvia regresan a la ciudad de México, él para cumplir con su destino histórico, ella para sufrirlo.

Hilda en Acapulco

Hilda, la hermana mayor del trío Ageloff Maslow, para quienes Trostky representa la salvación del mundo, llega a Acapulco con una prima en plan de descanso. Tres días más tarde las encontramos en la refresquería del Chino Rivera, en el interior del jardín Álvarez, quien les ha servido sendas limonadas de la marca Trébol, embotellada aquí por la familia Pintos. Hilda escucha a un voceador del Trópico que pregona su nota principal: “¡Han matado a Trotsky, han matado a Trotsky!”. La mujer lanza un ¡nooo! desgarrador mientras se desploma hasta caer al piso inconsciente. “Váguido”, le llaman dos mujeres acapulqueñas que corren en su auxilio, reanimándola con chorros de alcohol alcanforado. Una vez repuesta, la mujer llora amargamente y condena con grandes voces: “¡Mornard, maldito!, ¿por qué lo hiciste? ¡¿Por qué le hiciste esto a Silvia, canalla?!, ¡¿Por qué le hiciste esto a la humanidad entera!? ¡Mornard, mil veces maldito!

Acapulco y El Juicio

–EL JUEZ RAUL CARRANCA Y TRUJILLO: “¿Por qué Silvia Ageloff ha dicho que usted compró el piolet (arma asesina) en Acapulco?”
–EL ACUSADO, JACQUES MORNARD: “No es verdad, ese instrumento lo adquirí en Suiza. En Acapulco, en cambio, en fecha que no recuerdo, compré un machete. El puñal, ya lo dije, lo compré en La Lagunilla. Debo agregar que el machete que compré en Acapulco lo envié a Nueva York”
–LA TESTIGO, SILVIA AGELOFF: “¡Mentira, el piolet lo compró en México! Lo digo porque me di cuenta de su equipaje y no lo trajo de Suiza. ¡Es un mentiroso y un hipócrita asesino! ¡Quiero que lo maten como él mató al maestro! ¡Canalla!”
–El DEFENSOR DE OFICIO, Octavio Medellín Ostos: “Dudo mucho que en Acapulco vendan esa clase de instrumentos”
Piolet: Especie de pico de mango corto, que se utiliza en alpinismo (Diccionario de la muy Real Academia de la Lengua).
¡No, pos no!

Acapulco y Téllez Vargas

Eduardo Güero Téllez Vargas, legendario reportero mexicano de la fuente policiaca, logra introducirse disfrazado de médico al quirófano donde es operado León Trotsky. (Mornard le ha asestado minutos antes un golpe de piolet en la cabeza). Practican la craneotomía (25 centímetros en la región parietal), los doctores Rubén Leñero Ruiz, Pablo Zuloaga, Joaquín Mass, Everardo García Espino y Salvador Meléndez. Observan el doctor Gustavo Baz, rector de la UNAM y por supuesto el “doctor” Téllez Vargas. El reportero de El Universal contará sin duda la historia más completa y estrujante del suceso que conmueve al mundo.
Empeñado en escudriñar todos los recovecos del Caso Trostky, El Güero se dio a la tarea de investigar la vida sentimental del ucraniano y muy particularmente en los escenarios de Acapulco. El seguía una pista sobre la estancia de aquél en el puerto, acompañado por una mujer mexicana de “no malos bigotes”. Sus primeras pesquisas apuntaban hacia la pintora Frida Kalho, esposa del muralista Diego Rivera, quien al parecer lo ignoraba o se hacía de la vista gorda en aras del triunfo del comunismo. No sucedía lo mismo con la contraparte. Natalia Sedova, la esposa del perseguido, no soporta su descarada infidelidad y viaja a Nueva York. Allá permanecerá hasta que a su leoncito se le pase lo verriondo.
Todavía en los setentas el reportero Carlos Ortiz Ortiz, mi compadre, mantenía viva la consigna de su maestro Téllez Vargas. La de seguir investigando el affaire Trostky-Kalho en las candentes arenas acapulqueñas. Imposible, se pensaría hoy, y solo por razones de la seguridad personal del ruso. Sin embargo, nunca faltaron versiones de que a Frida se le vio aquí acompañada por una viejecita con gafas, piocha y caballera blanca alborotada
¡Ochi chornya!

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