Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Arturo Solís Heredia

CANAL PRIVADO

 
*Para desfacer entuertos

En lugar de desfacerse, cada semana que pasa el entuerto preelectoral guerrerense parece más complicado e incierto que la anterior.
Hace un año, la alineación y los pronósticos de las contiendas internas del PRD y el PRI para elegir candidato a gobernador, en la todavía lejana (al menos para los laicos), elección estatal, parecían definidas y casi unánimes. Por el PRD, los senadores Armando Ríos Piter y Sofío Ramírez, y un par de suspirantes más, con pocas posibilidades reales de competir con los primeros; por el PRI, la secretaria federal de Turismo Claudia Ruiz-Massieu Salinas, el alcalde de Chilpancingo Mario Moreno, y los diputados local, Héctor Astudillo, y federal, Manuel Añorve, más parejos pero menos ciertos que sus contrapartes amarillos.
Hasta entonces, antes de las tormentas de septiembre y la violencia de todos los días, ese parecía el elenco estelar e inamovible para la batalla preelectoral, pues el alcalde acapulqueño Luis Walton se veía con ganas de todo, menos de aspirar a broncas más abundantes e intensas de las que ya padecía… literalmente.
En cuanto al resto de los huesos aspirables, la cosa pintaba menos clara, con excepción de las seguras inscripciones de Jorge Salgado Parra y Ángel Aguirre Herrera para candidatos a las alcaldías de Chilpancingo y Acapulco, y apenas un puñado de presuntos amarrados más.
Hasta entonces, en esas disputas secundarias se configuraban los entuertos primarios a desfacer, más allá de las naturales y rigurosas asperezas que siempre acompañan la lucha entre los aspirantes a la gubernatura.
Pero nadie contaba (al menos los laicos) con el poder desbarajustador de un año como el que siguió. Las lluvias, las balas, las autodefensas y uno que otro imprevisto previsible de similar calado, sabotearon las definiciones unánimes.
El tormentoso Manuel y el no menos tormentoso Pioquinto Damián Huato casi liquidaron las aspiraciones de Mario Moreno, avivando los ánimos de Astudillo y Añorve y, al parecer, sepultó los ánimos de la de por sí desanimada Claudia Ruiz-Massieu, que ninguna necesidad seguro dice tener, de meterse en camisas de cinco mil varas.
En la tienda de enfrente, el tormentoso Andrés Manuel López Obrador zarandeó el que parecía frondoso árbol preelectoral de Ríos Piter, mientras que a Sofío Ramírez, sus espectaculares fotografías le salieron sobre expuestas, lo que avivó los ánimos de los ya mentados dos rezagados y un par más, y hasta los del antes agüitado Walton.
Eso y más, movió los tapetes de casi todos los demás aspirantes secundarios, incluidos Salgado Parra y Herrera Aguirre.
Sin embargo, carezco absolutamente de pretensiones, ganas e interés como para seguir aburriéndolos, pacientes lectores de esto, y aburriéndome yo mismo, con recuentos adicionales del entuerto preelectoral, aunque esta semana parezca más difícil de desfacer que la pasada.
Con todo respeto para los suspirantes y sus simpatizantes, las venturas o desventuras de sus aspiraciones óseas me tienen, como seguro también tienen a muchos ciudadanos de a pie como su servilleta, completa y decididamente sin cuidado.
No porque les tenga malas fe ni voluntad, y menos porque me tenga sin cuidado el tiradero que seguro nos dejarán con las refriegas de sus disputas. Not at all (pronunciando con el más mamila acento británico).
Pero sí, porque sé que tanto brinco, tanto ruido, tanto hueso y tanta pólvora, de nada nos servirán a los ciudadanos, estando tan parejos los suelos, habiendo tan pocas nueces, tan poca carne, y teniendo tan mojados sus arsenales.
Como a cualquiera, algunos de ustedes me simpatizan más que otros y viceversa o al contrario; pero eso, al final y al principio de cuentas, de poco o nada vale en estos menesteres.
Porque por más simpáticos o antipáticos que nos resulten unos y otros, en nada más parecen distinguirse entre sí, poco o nada parecen interesados y afanados en convencernos de sus prendas preelectorales con ideas, propuestas y proyectos.
Al uno u otro que sea el candidato del PRD, y al uno u otro del PRI, les anticipo mis más sinceras y respetuosas felicitaciones, pero dudo mucho que el éxito de unos u otros sea motivo suficiente para sentirse especialmente feliz y respetado como ciudadano.
A menos, claro, que uno de ustedes, con eso me conformo, se atreva a ganar convenciendo a los electores, y no sólo a sus patrocinadores.
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