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Hay en Octavio Paz una visión religiosa muy poco explorada: Aguilar Camín

*La idea se planteó en la segunda mesa de un encuentro en el que se analiza la vida y obra del escritor en El Colegio Nacional

Jorge Ricardo / Agencia Reforma

Ciudad de México

Fue Héctor Aguilar Camín quien desarrolló la más amplia tesis durante la segunda mesa del Encuentro Intelectual Octavio Paz y el mundo del siglo XXI titulada Revuelta, rebelión, revolución: ayer y hoy, en El Colegio Nacional.
Hay en la trayectoria intelectual y moral de Octavio Paz una visión religiosa muy poco explorada, dijo Aguilar Camín. Se trata de un sentimiento de nostalgia de la totalidad y del absoluto que impregna incluso su acercamiento a la Revolución y a la izquierda política.
En el encuentro este mediodía participaron también el escritor holandés Ian Bruruma, el rumano Norman Manea y el mexicano Jean Meyer, coordinados por el también mexicano Aurelio Asiain. Aguilar Camín resaltó que en la obra de Paz, tanto en su poesía como en sus ensayos, abundan palabras como comunión, reconciliación, reconocimiento o redención, un sentido de necesidad cuyo origen ubicó en la soledad con que Paz, hijo de un combatiente revolucionario que lo dejó con su abuelo para irse a la lucha, creció.
En Itinerario, una obra de Paz publicada en 1993, el Premio Nobel escribe una escena de su niñez donde él es un bulto en un sofá: “Hay un ir y venir de gente que pasa al lado del bulto sin detenerse. El bulto llora. Desde hace siglos que llora y nadie lo oye. Él es el único que oye su llanto. Se ha extraviado en un mundo que es, a un tiempo, familiar, remoto, íntimo e indiferente. No es mundo hostil: es un mundo extraño, aunque familiar y cotidiano, como las guirnaldas de la pared impasible, como las risas del comedor. Instante interminable: oírse llorar en medio de la sordera universal (?) No me habla pero yo, a veces, oigo lo que su silencio me dice: esa tarde comenzaste a ser tú mismo; al descubrirme, descubriste tu ausencia, tu hueco: te descubriste. Ya lo sabes: eres carencia y búsqueda”.
Ahí comenzó, planteó Aguilar Camín en el Aula Mayor de El Colegio Nacional que estuvo llena, una sensación de haber sido arrojado al mundo y de estar solo y estar necesitado de una comunión.
En la poesía y en el arte, dijo, Paz halló una forma de comunión, pero fue Revolución mexicana, primero, y la de la Revolución Soviética los fenómenos que miró como una experiencia colectiva de comunión.
“La grandeza de la Revolución Mexicana –añadió Camín– consiste, paradójicamente, para Paz en no ser una revolución, en no ser un movimiento histórico creado por una idea universal, como la Revolución francesa o la rusa, sino en ser una rebelión, una sacudida popular sin idea rectora y que produce un regreso al pasado y un efecto de comunión  que produce la aparición de todos los pasados”.
Al cabo del tiempo, sin embargo, al conocer casos como la condena a trabajos forzados y a destierro perpetuo de hombres como Aleksandr Solzhenitsyn por haber denunciado la descomposición del régimen socialista, Octavio Paz de desilusiona.
Aguilar Camín leyó fragmentos donde Paz considera, por ejemplo, que la falta de crítica de los intelectuales ante el régimen de Stalin eran, más que errores o fallas “un pecado, en el sentido religioso de la palabra”.
Una vez más, dijo el analista, se revela el sentido casi religioso con que Paz había confiado en la Revolución y que lo convirtió luego en uno de sus mayores críticos.
“La pasión profética de Paz no estaba en la crítica a las países socialistas sino en el pleito sagrado ¡contra quienes habían convertido en un Gulag (campos de trabajos forzados socialista para los prisioneros políticos) su sueño de la juventud”.
La intención de atisbar el absoluto, de llenar ese hueco desde la infancia, dijo, estuvo presente todo el tiempo y lo hizo descreer también en el mercado, la democracia o la idea de progreso.
“(Octavio Paz) Necesitaba encontrar en la historia el sentido que había creído ver en la Revolución de octubre y que no pudo encontrar después ni en la democracia (no completamente), ni en el mercado, ni mucho menos en lo que llamó la gangrena moral de las sociedades modernas; no aceptó nunca estos sustitutos, quería algo más, no lo consolaba bajar a la historia simple, seca, una historia sin redención”.
Aguilar Camín, un polemista en los 90, de Octavio Paz se refirió a las controversias que el poeta mantuvo con la izquierda mexicana, era el pleito también, dijo, de un “creyente desengañado”.
“Bien podrían verse ahora como un pleito de familia entre un abuelo escarmentado y lúcido, pero regañón y por momentos polémico, y unos nietos inexpertos y miopes pero desafiantes y muy seguros de sí mismo”.
Pasado el tiempo ya, el analista consideró que acaso, el abuelo, Octavio Paz, regañaba de más y los nietos, sus oponentes de la izquierda mexicana, contestaban con insultos de más.
Ian Bruruma se refirió a las revueltas populares recientes en todo el mundo que no siempre terminan en sistemas más democráticos, y Norman Manea consideró que la idea de rebelión es lo que hace caminar a la historia.
“La imperfección es el principal estímulo para la interrogación científica e intelectual”, dijo, y recordó también la crítica de Paz al mercado, obsesionado solo con producir al tiempo que reduce, dijo, los sentimientos y las ideas y que amenaza a la democracia.
Jean Meyer recordó la veta revolucionaria que Octavio Paz heredó de su abuelo, Irineo Paz, un liberal del siglo XIX, y de su padre, Octavio Paz Solórzano, que participó en la Revolución Mexicana, y que le permitió tener simpatía por la revoluciones en Budapest, Praga, México, Polonia y por los rusos de la Perestroika.

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