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Discuten sobre la actitud de Octavio Paz como intelectual frente al poder del Estado

El historiador y ex líder del Partido Liberal de Canadá, Michael Ignatieff, consideró que el poeta no fue un intelectual orgánico ni al servicio del PRI

Silvia Isabel Gámez / Yaniireth Israde / Agencia Reforma

Ciudad de México

El trabajo intelectual debe rescatar la complejidad de la vida social, sus tensiones, dilemas y sus valores encontrados, consideró el sociólogo y analista político José Woldenberg.
Los intelectuales no deben presentarse como exorcistas capaces de ordenar el mundo, sino hacer discernible la complejidad, aseguró durante la mesa que cerró el coloquio Octavio Paz y el mundo del siglo XXI en El Colegio Nacional, titulada La letra y el cetro. Los intelectuales y el poder.
Otro deber de los intelectuales, señaló, es trascender los alineamientos acríticos en torno al gobierno o las oposiciones. “Es necesario que desde el espacio intelectual se genere una auténtica exigencia hacia la actividad política”.
La palabra clave, como lo quería Paz, es independencia, indicó. A diferencia de los regímenes autoritarios, donde un partido es portador de los valores y sus opositores la encarnación del mal, agregó, en democracia es necesario preservar la diversidad de opciones.
Mark Lilla, historiador de las ideas, consideró que en la época actual ha desaparecido la ambición y la curiosidad intelectual.
“¿De qué habla el intelectual hoy en día?”, preguntó. “De la libertad individual”.
Se es liberal sin importar las ideas o los sentimientos, señaló el profesor de la Universidad de Columbia. El libertarismo, dijo, es un dogma que no trae aparejada una filosofía política.
Antes, recordó, los intelectuales estaban dispuestos a sacrificar la libertad en función de sus ideas; ahora se ha dado una regresión, pues la libertad no puede ser todo.
“Como intelectuales hemos abdicado, el dogma libertario nos ciega y nos hace pasivos”, afirmó.
“Los intelectuales tenían nostalgia del futuro, hoy tienen amnesia del presente”.
El crítico literario Christopher Domínguez Michael se centró en la relación de Paz con el poder. Durante décadas, dijo, el Nobel creyó en la legitimidad y el carácter progresista de la Revolución.
“El Estado mexicano, con su corrupción y autoritarismo, pese a todo no había aplicado el terror ideológico, y había permitido que los intelectuales lo sirvieran con cierta distancia crítica”, destacó.
Paz se concibió como alguien obligado a dialogar en igualdad de condiciones con el “príncipe”. Y eso hizo en las décadas de 1980 y 1990, recordó.
“A Paz le repugnaba la ideal del intelectual encerrado en la torre de marfil. Si había una torre, debía tener una gran ventana hacia la plaza pública”.
El historiador y ex líder del Partido Liberal de Canadá, Michael Ignatieff, consideró que Paz no fue un intelectual orgánico ni al servicio del PRI.
“Su papel como intelectual público fue interpretar a México frente al resto del mundo”, dijo Ignatieff
Fue alguien, dijo, que evitó tentaciones de la vida intelectual como erigirse en un experto o comportarse como un payaso. “Estoy aquí porque fue un hombre serio, profundo, que sirvió a su país sin halagos”.
El moderador de la mesa, Ricardo Cayuela, director de Publicaciones del Conaculta, concluyó haciendo un recuento de las diferentes intervenciones que hubo en el encuentro, que los interesados pueden recuperar en la página www.octaviopaz.mx.

Debaten visión democrática de Paz

La visión de Octavio Paz sobre la democracia puede ser difícil de “tragar”, previno el diplomático y escritor chileno Jorge Edwards durante el coloquio en homenaje al Nobel mexicano.
“No es precisamente un optimista ni un ingenuo sobre este tema. Su visión crítica es siempre aguda y a veces hasta dura, difícil de tragar debido a que no es una persona que se contente con las apariencias de las cosas, sino que quiere llegar al fondo de este gran tema”.
Edwards participó en La democracia en el orbe iberoamericano, la primera de las mesas del segundo y último día de actividades del encuentro intelectual Octavio Paz y el mundo del siglo XXI, que reunió también al filósofo y diplomático brasileño Celso Lager, al ex presidente uruguayo Julio Sanguinetti y al ex secretario de Relaciones Exteriores en México, Jorge Castañeda.
La reflexión sobre la identidad –la individual, pero también la mexicana o la de Latinoamérica– vertebra el pensamiento de Paz, planteó Edwards.
“En esta búsqueda de la identidad cabe un tema esencial: si la democracia forma parte de nuestra identidad o forma una parte difícil, no enteramente asimilada, difícil de integrar. ¿Es una cosa importada, que traemos sin un éxito total o es una cosa que puede llegar a ser nuestra?”.
El pensamiento de Paz conduce a pensar, añade Edwards, que se puede se demócrata, que existe la posibilidad de la democracia.

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