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La honestidad de Simone Farina, una excepción en el futbol

DPA

Madrid / Roma

La honestidad de Simone Farina al denunciar un intento de soborno para provocar la derrota de su propio equipo se convirtió en un acontecimiento merecedor de reconocimiento a nivel nacional e internacional, señal de que lo que debería ser normal es algo excepcional en Italia y en el futbol.
En la reciente gala del Balón de Oro, Farina, futbolista de 29 años del Gubbio, de la segunda división italiana, compartió protagonismo con el astro argentino Leo Messi. No fue por su calidad futbolística, sino por haber denunciado un intento de soborno para arreglar un partido de la Copa y haber dado así impulso a una investigación que amenaza con salpicar a varios clubes italianos implicados en las mafias de apuestas ilegales.
“Eres un ejemplo para todos”, premió a Farina Joseph Blatter, presidente de la FIFA.
A Blatter, sacudido en los últimos meses por numerosos escándalos de corrupción, le vino bien una foto con el “jugador limpio”, como llaman en Italia al rubio Farina, convertido en ejemplo para la golpeada sociedad italiana y para un deporte sacudido por los escándalos de racismo en Inglaterra, la violencia rampante en Sudamérica, las manipulaciones de resultados en diversas ligas del planeta y la polémica y reciente clasificación del Olympique de Lyon y del Olympique de Marsella a los octavos de final de la Liga de Campeones, el máximo escaparate europeo.
“Deberían llevarlo a todas las canchas a que reciba una ovación del público puesto en pie”, pidió Michel Platini, presidente de la UEFA, que ante las sombras que se ciernen sobre los políticos del balompié traspasa la responsabilidad a “héroes accidentales” como Farina. “Sólo los jugadores pueden salvar al futbol”, dijo el francés.
El reconocimiento internacional en Zúrich culmina unas semanas de aplauso nacional para un jugador que desde que a finales de diciembre se hizo pública su denuncia vive entre la timidez, el miedo y la atención mediática.
Miedo a que aquellos a los que ha denunciado tomen represalias contra él, su esposa o sus dos pequeños, miedo que crece exponencialmente cuanto más aparece en los medios su nombre por una fama inesperada e indeseada.
“No me gusta estar bajos los focos. Cuanto menos hable, mejor. Sólo hice lo que debía”, aseguró el 19 de diciembre Farina, que desde entonces no habló más hasta que junto a Blatter admitió: “No ha sido fácil”.
Más de 200 periodistas abarrotaron la cancha del Gubbio, ciudad del centro del país, para ver el 6 de enero el primer partido de la nueva vida de Farina. “Simone, nuestro orgullo”, se leía en la pancarta que le dedicó su afición.
Farina dijo “no” a los 200 mil euros (253 mil dólares) que su ex compañero Alessandro Zamperini le ofreció por ayudar a su equipo a perder ante el Cesena en el partido del 30 de noviembre, dinero que debía repartirse con otros tres compañeros para hacer la derrota menos sospechosa.
Está lejos de ser una gran estrella del futbol y los medios italianos aseguran que gana anualmente 90 mil euros.
El centrocampista zurdo reflexionó, lo habló con su esposa, los rechazó e informó inmediatamente a su club y a la fiscalía de Cremona, que ve así la oportunidad de tirar del hilo y relanzar un caso que estaba atascado.
Entre los reconocimientos en Italia destaca el del seleccionador Cesare Prandelli, que ha invitado a Farina en febrero a acudir a Coverciano a participar en un entrenamiento del equipo nacional, cumpliendo así con los deseos expresados en Facebook por cientos de personas que pedían premiar a Farina.
“Ha hecho su deber con coraje, no hay que dejarlo solo”, pidió Prandelli, convertido él sí en referente moral del “calcio”: ha establecido un código ético que afecta a todo jugador seleccionable, promueve una Italia que destaque por el buen futbol y el toque de balón en lugar de por “catenaccio” y defiende la nueva realidad multicultural del país y de la selección ante el racismo mostrado por grupos xenófobos que no admiten ver a sudamericanos y negros con la casaca “azzurra”.
“En este mundo la normalidad puede convertirse en un hecho heroico”, reflexiona Prandelli, deslizando un atisbo de crítica a lo que rodea al fenómeno Farina.
“Necesitamos esta normalidad que tanto cuesta ver en estos momentos en el mundo del futbol. Debemos sentirnos partícipes cuando un chico denuncia algo similar. Todos debemos tener una moral no tanto de palabra como de comportamientos”, agrega el seleccionador.
Farina es usado también como baluarte en la lucha contra “l’omertà”, termino que refiere a la ley silencio de la mayoría de los ciudadanos ante los crímenes de la mafia en Italia, tan bien reflejada en varias de sus obras por el escritor siciliano Leonardo Sciascia.
El homenaje a Farina no es el primer gesto de la nueva escuadra “azzurra” en este sentido. En noviembre, el equipo se entrenó en el campo de Rizziconi, confiscado en 2003 a la ‘ndrangheta, la mafia de la región de Reggio Calabria, en el sur del país.
“La invitación a Farina es una señal de continuidad en el camino que hemos abierto para combatir la ‘omertà’”, señaló Prandelli, dispuesto a que su labor por el fútbol italiano vaya más allá de la de la cancha y de los 90 minutos de juego.
El país celebra al “héroe del calcio” -como definió a Farina el diario “La Repubblica”-, que pone a Italia en el mapa por primera vez en los últimos tiempos por motivos positivos y no por las fiestas de Silvio Berlusconi ni los problemas financieros que trata de atajar Mario Monti, el nuevo primer ministro.
“Italia da la vuelta al mundo sin criminalidad, deuda pública ni escándalos: no estamos habituados”, escribió el diario “La Gazzetta dello Sport”.
Farina afronta con temor, timidez y paciencia ese inesperado papel de héroe que le han otorgado y que no alcanza a entender. “Comportarse de manera normal en el futbol puede tener de verdad consecuencias imprevisibles”, afirmó en “La Repubblica”.

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