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Rubén Aguilar Valenzuela

El Jesús histórico

Esta semana, desde hace 2000 años, se celebra la pasión, muerte y resurrección, del personaje histórico llamado Jesús de Nazaret. Un hombre, como lo plantea el teólogo alemán Gerd Theissen, doctor honoris causa de la universidad de Oxford y Cambridge en Inglaterra, que “vivió, pensó, actuó y murió como judío” (La religión de los primeros cristianos, Salamanca, 2002).
La venida del reino de Dios en el Antiguo Testamento, concepto fundamental de la teología judía, se traduce siempre en la “victoria” sobre los paganos enemigos de Israel. El Jesús histórico, que también asume esta idea, la plantea de modo distinto. De ese reino participan todos los que creen en él y así caben los paganos y todo tipo de pecador.
En la torá se dice que “amarás a tu prójimo como a ti mismo” y el Jesús histórico, en su predicación, califica a este precepto como el primero, sólo en su cumplimiento se puede amar a Dios, el axioma central del judaísmo, pero todavía va más allá de la tradición en la que él nació y plantea como un nuevo precepto el amar a los enemigos.
El planteamiento de Jesús histórico sobre los rituales judíos de su época, que construyen la identidad del grupo, como la circuncisión, los preceptos sobre la comida y la santificación del sábado implica cambios importantes, pero no desde la lógica de un “judío marginal” sino como un integrante de la comunidad que tiene, al igual que otros grupos renovadores, una propuesta y manera distinta de ver las cosas.
Los judíos en tiempos de Jesús ofrecen una marcada resistencia a los intentos de integrarlos a la cultura helenística-pagana que promueve el Imperio Romano. En ese marco, el Jesús histórico es acusado, al interior del judaísmo, de herejía y llevado a juicio ante el sanedrín. La acusación ante Poncio Pilatos, el gobernador romano, es haber actuado como rey. Jesús, a consecuencia de estas dos acusaciones, es ajusticiado como agitador político, afirma Theissen.
En el Nuevo testamento, el Jesús histórico el único título que el mismo se da es el de “hijo del hombre” que no significa más que “persona” o “yo”. Se define simple y llanamente como un “hombre” que en palabras de Thiessen “fue un carismático judío que obtuvo su fuerza de irradiación reanimando el lenguaje mítico, ético y ritual del judaísmo desde el centro de su fe judía: desde el axioma fundamental de la fe monoteísta”.
El Jesús histórico, de acuerdo al teólogo alemán, plantea cambios a las normas y prácticas del judaísmo, pero en el marco de una misma tradición. Se ubica claramente como un reformador, para reanimar el judaísmo, pero nunca rompe con la tradición en la que fue educado. El cisma, la separación definitiva, vendrá de parte de sus seguidores, los cristianos, ya avanzado el siglo I.

Twitter: @RubenAguilar

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