Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Humberto Musacchio

Base naval en las costas de Toluca

El gobierno del estado de México, en un desplante de generosidad muy explicable, donó a la Secretaría de Marina-Armada de México un terreno de 80 hectáreas y 50 millones de pesos para la construcción de un centro de adiestramiento para las fuerzas especiales de la citada dependencia del Ejecutivo Federal.
Decimos que el caso es explicable porque la delincuencia se ha apoderado de amplias zonas de la entidad mexiquense y, ante la impotencia de las policías municipales y del estado, hace bien el gobernador Eruviel Ávila en buscar fuera de su jurisdicción el remedio para el mayor de los males que afronta.
Por el contrario, lo inexplicable es que el Ejecutivo estatal recurra a una fuerza como la Armada para resolver sus problemas, pues además de Valle de Bravo, Tequesquitengo y quizá la presa Madín o la parte regenerada del lago de Texcoco, no son muchos los espacios navegables de la entidad, y de éstos, algunos sólo pueden ser recorridos en lancha.
Por supuesto, el asunto se ha presentado de otra manera, pues los navíos no podrían surcar las aguas del río Lerma. La inversión del gobierno del estado de México es para construir a orillas de la presa de Valle de Bravo un centro de adiestramiento de la Armada, que será “un área de entrenamiento de la Infantería de Marina y las fuerzas especiales”, de acuerdo con la información de un diario capitalino.
Ciertamente resulta extraño que la Armada se haga de un centro de capacitación en el corazón del país, a orillas de un vaso artificial –el “lago” de Valle de Bravo se formó al inundarse un área que abarcaba el viejo pueblo de ese nombre–, donde las posibles maniobras navales resultan insignificantes.
Pero es de suponerse que no se realizarán maniobras tales ni navegarán por la superficie del lago destructores o lanchas torpederas ni bajo las aguas se deslizarán más submarinos que los Marinela. La intención es, en palabras de don Vidal Francisco Soberón Sanz, titular de la Semar, que la Armada de México cuente “con una presencia permanente del personal naval” en la entidad mexiquense.
Y en efecto, todo indica que el motivo es la presencia de los vigilantes de nuestra soberanía marítima en el Altiplano, pues Eruviel Ávila ya hizo entrega a la Armada de 20 camionetas tipo pick up para que en ellas realice tareas de patrullaje en tierra, además de que a las 43 Bases de Operación Mixta se sumarán otras diez.
Los mexiquenses y los mexicanos en general deberíamos sentirnos felices al saber que contingentes de la Armada realizarán tareas policiacas a más de mil metros sobre el nivel del mar, pero es inevitable preguntarse qué sentido tiene trasladarlos a tales alturas, sobre todo cuando el Estado mexicano cuenta con policías y soldados que podrían desempeñar esas funciones.
Lo cierto, sin embargo, es que nuestros hombres de mar intervienen cada vez más en actividades propias de gendarmes, y lo hacen a cientos de kilómetros de las costas que, suponemos, deben estar muy bien resguardadas de los narcos, los piratas y otras plagas que suelen aprovechar la falta de vigilancia.
En reciprocidad, tal vez sería oportuno mandar soldados a custodiar nuestras islas, no sólo las del lago de Chapultepec, sino también las que tenemos en ambos litorales. Y ya metidos en ese intercambio, quizá no estaría mal enviar al mar a policías corruptos, agentes del Ministerio Público transables y hasta jueces a modo. Con suerte y se hunden por el peso de los doblones que suelen guardarse en los bolsillos.

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