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Con lonas, cuerdas y colchonetas acampan los visitantes en las playas de la zona Tradicional

Mariana Labastida

Lonas, telas, cuerdas, colchonetas y colchones inflables forman el dormitorio de la familia Arteaga en playa Suave, lugar que comparten con otras 12 que acampan bajo la sombra de las palmeras.
No tuvieron que comprar nada para comer en la playa, llevaban bebidas y alimentos; al igual que la familia Núñez Muñoz, que colocó un anafre para asar carne, chorizo y calentar tortillas.
Miguel Arteaga Vargas, empleado de comunicaciones en el estado de México, decidió vivir una experiencia diferente con su familia, según dijo cada año viene de vacaciones a Acapulco, siempre se había hospedado en hoteles, sin embargo en esta ocasión junto decidió dormir en la playa.
La familia llegó el miércoles por la mañana y se quedó todo el día en Barra Vieja; por la tarde decidieron trasladarse a una de las playas de la bahía de Santa Lucía y el lugar que escogieron para pasar la noche fue playa Suave, aprovechando las palmeras de un terreno junto a la abandonada construcción del centro nocturno Tropicana.
Los Arteaga no trajeron una casa para acampar como otros, sino que viajaron con lonas, telas y cuerdas que amarraron entre las palmeras para sostener los plásticos que traían para las paredes y el techo de lo que es su habitación. Adentro se puede ver un colchón inflable, colchonetas y otra de las cuerdas evitando que se ensucie con la arena.
Miguel está sentado en un banco plegable, su esposa Alma le da un masaje en la espalda mientras el grupo de niños hace peticiones. De la cuerda que está a un lado cuelga una cámara fotográfica que nadie quita; luego de pasar la primer noche en la playa, Miguel dice bromeando estar arrepentido, “por el calor, hacía mucho calor” se adelanta en explicar Alma a quien secunda una de las jóvenes con la expresión, “y los mosquitos, muchos piquetes de moscos”.
Fuera de ello dice que todo está bien, “yo me estoy poniendo muy bronceado”, dice uno de los niños, lo que causa risa a todos; la única recomendación que tuvieron, y eso de los propios prestadores de servicios, es que cuidaran sus pertenencias, que la playa era libre y podían instalarse.
Todos voltean a ver a otro de los pequeños, quien fue el único que dijo que sí había seguridad mientras el resto del grupo lo negó. “Sí, cuando íbamos para allá paso una patrulla para el otro lado”, dijo indicando con los brazos las direcciones, mas en la playa no han visto ningún tipo de vigilancia policiaca.
Como fueron de los primeros en estar en la playa el Jueves Santo, por la mañana personal del gobierno del estado llegó a invitarlos a la sesión de activación física, “querían eso, que bailáramos zumba, pero estaban en el mero sol”, sorprendida dijo Alma, mientras los cinco niños seguían comiendo frituras y tomando refresco.
Alrededor de la instalación de los Arteaga hay otras 12 casas de acampar. En algunas se ve gente dormida, en otras los turistas están acostados tratando de estar bajo la sombra de las hojas de las palmeras.
Los Muñoz están en otra parte de playa Suave, provenientes de León, aseguraron que estaban en un hotel y la casa de campar sólo era para la playa, aunque en el interior había zapatos, tenis y ropa. Afuera el jefe de la familia encendía fuego en un anafre para poder asar la carne y el chorizo que tenían en una bolsa de plástico, y calentar las tortillas de harina que habían comprado.

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