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El primer párrafo de Cien años de soledad fue escrito en Acapulco

*El viaje familiar al puerto y la epifanía en la carretera

Óscar Ricardo Muñoz Cano

“Un día,?yendo para Acapulco con Mercedes y los niños, tuve la revelación: debía contar la historia como mi abuela me contaba las suyas. Nunca llegué a Acapulco. Yo había comprado meses atrás un automóvil. Lo empeñé y le di a Mercedes la plata calculando que nos alcanzaría para vivir unos seis meses. Pero?yo duré año y medio escribiendo el libro”.
Así contó al periódico español El Mundo Gabriel García Márquez sobre cómo nació Cien años de soledad, su novela cumbre, y agregaba que entre los años de 1965 y 66 “cuando el dinero se acabó, ella (Mercedes) no me dijo nada. Logró, no sé cómo, que el carnicero le fiara la carne, el panadero, el pan y que el dueño del apartamento nos esperara nueve meses. Se ocupó de todo sin que yo lo supiera: inclusive de traerme cada cierto tiempo 500 hojas de papel. Fue ella quien llevó el manuscrito al correo pensando: ¿y si después de todo resulta que la novela es mala? Creo que no la había leído”.
No obstante, en distintas biografías se habla de ese viaje y se afirma que sí estuvo en el puerto pero que la pasó muy mal; “durante un viaje de los García Márquez a Acapulco, Gabo estuvo insoportable. Apenas pronunciaba palabra. Atendía poco a sus hijos. Ignoraba la presencia de Mercedes. No encontró paz hasta que llegó a su departamento…”, declaró en una entrevista Agus, la nana de la familia Coudurier, quien le rentaba el departamento a Gabo donde se gestó la obra.
A este mito se suma una imagen de Gabo en Acapulco en 1965 departiendo con gente como Luis Buñuel o Luis Alcoriza que quizá, o no, se refiera al tan citado viaje pero que da cuenta de que con sólo cuatro libros, ya despuntaba como una figura importante del mundo cultural del país.
Lo que sí es que García Márquez había decidido a mediados del año 65 tomarse unas vacaciones en compañía de su familia luego de estar en Michoacán acompañando a su amigo Arturo Ripstein, quien filmaba un guión suyo: Tiempo de morir.
Gerard Martin, en el libro Gabriel García Márquez, una vida (Editorial Debate, 2009) escribe que en los 60 la vía para llegar a Acapulco era la sinuosa y tortuosa carretera libre “llena de recodos y curvas estremecedoras y García Márquez que siempre ha sido un conductor apasionado, estaba disfrutando de lo lindo al volante de su pequeño Opel blanco recorriendo el paisaje cambiante de la carretera mexicana. A menudo ha dicho que conducir es una habilidad en cierta medida automática, que sin embargo exige concentrarse mucho, lo cual le permite abstraerse y pensar en sus novelas. No llevaba mucho tiempo conduciendo aquel día cuando, de la nada, la primera frase de una novela se le presentó en su cerebro. Tras ella, invisible pero palpable, estaba toda la novela, como si le fuera dictada —se la trasvasaran— desde arriba. Fue tan poderoso e irresistible como un hechizo. La fórmula secreta de la frase se hallaba en el punto de vista y, por encima de todo, en el tono: Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento…. García Márquez, como sumido en un trance, se hizo a un lado de la carretera, dio media vuelta con el Opel y tomó rumbo de nuevo hacia ciudad de México. Y entonces…”.
La versión clásica, agrega el biógrafo “nos ofrece a un García Márquez que da media vuelta con el coche en el preciso instante en que oye la frase en su cabeza y cancela perentoriamente las vacaciones familiares, que conduce de regreso a ciudad de México y empieza la novela en cuanto llega a casa. Otras versiones nos lo muestran repitiéndose aquellas líneas y reflexionando acerca de sus posibles implicaciones mientras conduce, luego elaborando profusas notas cuando llega a Acapulco, y empezando la novela propiamente cuando regresa a la capital”.
La duda, sin embargo, fue esclarecida finalmente por su hermano Eligio García Márquez en su libro Tras las claves de Melquíades, historia de Cien años de soledad, publicado en el 2001 en la Editorial Norma de Colombia.
El hermano menor de los García Márquez, muerto en 2005, incluyó un capítulo sobre ese viaje, titulado “Epifanía rumbo a Acapulco”, en el que afirma que el escritor no se regresó a la ciudad de México como solía contar, sino que permaneció en el puerto aquel fin de semana y escribió allí el primer párrafo de Cien años de soledad. Fragmentos de ese capítulo fueron publicados en la edición especial que la revista Proceso dedicó a García Márquez en 2007 para celebrar los 40 años de la novela.
Escribió Eligio García que “García Márquez ha dicho en alguna ocasión que, durante el ya legendario fin de semana en Acapulco, ‘en el que apenas pude dormir, hice un examen general del proyecto y me di cuenta de que tendría que escribir por lo menos 800 páginas, para dejar unas 400 en definitiva’”.
Agrega el hermano investigador: “Había planeado una semana de vacaciones con su familia, pero fue tal la urgencia de escribirlo, que no aguantó: ese mismo lunes regresó a la ciudad de México, a su casa de la calle Loma 19, en el barrio de San Angel Inn. También ha dicho, en otra ocasión, que apenas llegó se encerró en su estudio, su Cueva de la Mafia, se sentó frente a la máquina, agarró la frase anotada en el hotel de Acapulco ‘y, sin un plan previo, empecé a escribir durante ocho horas diarias, a veces más y sin detenerme, para que no se me fuera la idea’”.

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