Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Viven turistas y locales una lenta y calurosa procesión del viacrucis por las calles de Taxco

Por varias horas, que parecían eternas, también el paso de los penitentes, ánimas, encruzados y flagelados fue lento por las calles sinuosas con el sol a plomo, lo que caló hondo sobre su piel y su andar descalzo, como parte de la penitencia o disciplina

Durante la procesión de las tres caídas, en la que se representa la pasión de Cristo, con la imagen que es venerada por miles de taxqueños, entre decenas de soldados romanos, festivos por la sentencia para crucificarlo, y decenas y decenas de enigmáticos penitentes de diferentes hermandades; las multitudes, población y turistas, se observaron por toda la ciudad y se incrementaron pasado el mediodía.
Por varias horas, que parecían eternas, también este viacrucis de los penitentes, ánimas, encruzados y flagelados fue lento por las calles sinuosas con el sol a plomo, lo que caló hondo sobre su piel y su andar descalzo, como parte de la penitencia o disciplina que es llevada a las calles, a lo público, por estas hermandades.
Por la mañana, las horas transcurrieron y no había visos de nada. Pasadas las 11 se observaron a los primeros penitentes, que avanzaban por la ruta en dirección de la capilla de San Nicolás, a la parroquia de Santa Prisca y de ahí hacia el ex convento.
Las mujeres penitentes (ánimas), con una vestimenta negra que cubría todo su cuerpo, un capuchón por el que asomaban sus ojos y descalzas, con cadenas atadas a los tobillos y un crucifijo que abrazaban en un caminar pausado, lento y agotados de las duras penitencias de estos días, no decayeron, sino que mantuvieron su fortaleza y espíritu religioso; algunas con edad avanzada y jóvenes las demás.
En los rostros de sus compañeras guías sólo se notaron los ojos enrojecidos por los desvelos de noches anteriores. Todas avanzaban en silencio, aunque sus pies descalzos reaccionaban con la temperatura de las piedras, que subía en las calles del centro histórico.
En la procesión hubo continuos huecos, sin imágenes, penitentes, ni feligreses, con la consecuente desorganización que cuestionó la gente en calidad de espectadores, prestos con celulares, tabletas y cámaras fotográficas, y de vez en vez, la aparición de comisionados del orden que pedían silencio a las personas que incesantemente mascullaban y abrían la boca, al grado de que no faltó uno de ellos que exclamó: “calle por favor, parece guacamaya”, lo que de inmediato produjo la calma y todos los cercanos callaron.
El sermón, a cargo del párroco de Santa Prisca, se aproximaba. En la procesión, del lado de participación de los penitentes hombres, hubo algunos, varios después, que recularon en la penitencia, porque su cuerpo ya no respondió. De inmediato, ahí en el trayecto, sus ayudantes los replegaban a las orillas o los daban de baja para quitarles con rapidez los rollos de espinas, a los encruzados que pidieron un alto y les prodigaban de alcohol para reanimarlos.
Varios de los penitentes quedaron prácticamente noqueados con la autodisciplina y, sin más, emprendieron la graciosa huida, que hiciera famosa en sus intervenciones aquel cronista taurino. Después, desde algún lugar de la ciudad platera, ya repuestos, reaparecían ante el público, como si nada hubiera ocurrido.
En el atrio de Santa Prisca, el sacerdote Primo Maldonado Meza, pronunció el sermón una vez que un pregonero de los personajes de la hermandad de los soldados romanos leyó la sentencia de Jesús, para ser crucificado en el monte Calvario, considerado como facineroso al lado de dos ladrones, al compás de festivas notas de un tambor y una flauta de esa legión.
La imagen religiosa del Cristo con la cruz a cuestas, con la que cae en tres ocasiones, avanzó poco a poco y el clérigo expresó: “Jesús no fue un suicida, dedicó su vida en la enfermedad, las injusticias, la marginación, vivió entregado a buscar el Reino de Dios para todos y su justicia. Buscó un mundo más justo y dichoso para todos”.
Y se siguió, casi a manera de mensaje idóneo para los tiempos de inseguridad y violencia que se viven: “Dios no quiere ver sufrir a sus hijos e hijas. Por eso no corre hacia la muerte, pero tampoco se echa para atrás; no huye ante las amenazas, tampoco modifica su audaz mensaje (…) para alcanzar la plenitud del amor que identifica con Dios”.
Taxqueños y turistas presenciaron en el zócalo de la ciudad el viacrucis, la procesión de las tres caídas con Jesús y otras imágenes religiosas. Concluido este pasaje de la pasión, la procesión continuó hacia el ex convento donde se representó la crucifixión y el descendimiento.
La impresionante procesión del Santo Entierro, con la imagen de Jesús dentro de una urna y la música fúnebre que impone silencio y respeto, a la que continuaría a la medianoche la procesión del Silencio que, como su nombre indica, deja atrás los cánticos y música para transcurrir en el más absoluto silencio, que cimbra a los lugareños y turistas.
Este sábado, los soldados romanos harán recorridos por todas las capillas de la ciudad, en señal de arrepentimiento por haber apresado y crucificado al nazareno.
A la medianoche, en el atrio de Santa Prisca se hará una representación donde caerán eliminados por un rayo. El domingo de resurrección finaliza la Semana Santa, con un espíritu festivo en la que participan diferentes grupos religiosos en un recorrido por la calle principal. (Claudio Viveros Hernández / Taxco).

468 ad