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Ni la marea alta ni los banderines rojos de alerta frenan la alegría de la Semana Santa en Acapulco

Karla Galarce Sosa

El alto oleaje fue aprovechado por cientos de surfistas que disfrutaron las olas de playa Princess.
A pesar de presencia de banderines rojos, que fueron incrustados en la arena por personal de Protección Civil estatal, los vacacionistas llegaron al mar y abarrotaron las playas del puerto, bebieron cervezas frías, comieron mariscos y pescados y helados o frituras y disfrutaron del Sábado de Gloria en el mar.
Las marejadas humedecieron prácticamente toda la arena. En un inusual panorama, en las playas Revolcadero y Princess no había vehículos estacionados sobre la arena, por lo que en las ramadas construidas por los restauranteros solo se observaron familias disfrutando del descanso cerca del mar.
Dentro de una alberca inflable, el pequeño Samuel disfruta del clima tropical en Acapulco. Están a su lado sus padres, Samantha y Giovanny, quienes viajaron en avión para llegar a Acapulco desde la ciudad de México. Comentaron que otros integrantes de su familia llegarán en un vuelo hoy desde Monterrey, para disfrutar del ambiente festivo que cada año se respira en playa Princess.
Mientras los turistas orean sus cuerpos y los cubren de bronceadores y aceites, un equipo de personas se enfilan a la playa y suben el volumen al equipo de sonido que llevan. Comienzan a bailar al ritmo de salsa y desarrollan movimientos para activarse y sudar. Eran las 2 de la tarde y el movimiento en la playa no cesaba.
Miles de familias llegaban. Unas llevaban aún sus maletas, otras llevaban sólo lo indispensable para disfrutar del día, bajo el sol y en el mar; otras personas llegaban con hieleras repletas de cervezas y refrescos y otras más tenían las manos ocupadas porque llevaban piñas coladas, vasos con micheladas o copas de cocteles fríos.
A la distancia, la playa parecía cubierta por una rara textura. Se trataba de los miles de bañistas que disfrutaban del sol y el mar. Cada vez que una enorme ola se acercaba, esa mancha de personas era arrastrada por el agua hasta la orilla. Poco a poco el agua se fue llenando de tablas de surf y de pequeños buggies, donde los surfistas jóvenes aprovechaban las olas y surcar el mar.
Bajo el sol, que para las 3 de la tarde produjo una temperatura de 35 grados centígrados, los visitantes corrían para evitar tocar la arena caliente con los pies descalzos. Los meseros iban y venían de un lugar a otro, llevando o trayendo comidas, bebidas, pero sobre todo cervezas preparadas con algún otro ingrediente en enormes vasos de unicel que provocaban el antojo de los que veían el desfile. El trajín de comida y bebidas, iba acompañado del sonido de cuatrimotos que iban de un lado a otro. Turistas y prestadores de servicios turísticos conducían los vehículos y rodeaban a los transeúntes que corrían para evitar quemarse con el calor del sol.
Así como fueron llegando los vacacionistas a la playa, se fueron llenando los tambos con basura, se fueron ocupando los sanitarios con personas que querían quitarse la arena del cuerpo, y buscaban otro sitio donde asearse.
El lado de playa Princess, no lucía tan repleta como la tradicional playa Revolcadero. El contraste en el número de usuarios, así como los accesorios de playa que los vacacionistas tenían era completamente diferente en ambas playas.
Mientras en playa Revolcadero se caracterizó por un ambiente de algarabía, con gritos, música a todo volumen y un desfile de meseros con comida y bebidas, numerosas familias con pieles rojas y durmiendo en sillas de plástico o sobre la arena; en playa Princess había pequeñas familias disfrutando del sol sobre camastros, a distancia, tanto del área donde rompen las olas como del hotel, se entretenían con la lectura de revistas, libros o periódicos y el número de integrantes en ellas no rebasaban las 4 personas.
La salida de la playa no fue tan tormentosa como haber llegado a ella, pues los vacacionistas salían de la franja de arena después de haber disfrutado de un Sábado de Gloria en Acapulco, a pesar de los contratiempos como el tráfico para llegar o, la falta de un estacionamiento, de un sanitario limpio, o de un cesto para basura.

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