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García Márquez no se acercó al poder, el poder se acercó a él, dice Salinas de Gortari

*Visita el expresidente mexicano a la familia del Nobel de Literatura

Jorge Ricardo / Agencia Reforma

Ciudad de México

Gabriel García Márquez no se acercó al poder, el poder se acercó a él, dijo Carlos Salinas de Gortari, antes de esbozar una de sus pícaras sonrisas frente a la casa del escritor colombiano, fallecido el jueves.
Había llegado una hora antes, antecedido por miembros del Estado Mayor, que impidieron que un camión de agua se estacionara a un lado de la puerta. “¿Quién va a llegar?”, “¿es un pesado?, les preguntaban los periodistas, dos docenas de México y Colombia, que hacían guardia en Fuego 144, Jardines del Pedregal. “Ahorita que llegue lo van a ver”, respondían.
Llegó a las 12:10 horas, a bordo de un auto negro. Rápido, sonriente, con un traje negro y la piel brillante bajo el sol. Los dos policías que desde la madrugada hacían guardia en la casa pusieron sus celulares en modo de cámara y dispararon. “Está igualito”, dijeron unas reporteras. El Presidente mexicano entre 1988 y 1994 dijo que hablaría a la salida y entró a la casa.
Luego de una hora en que los periodistas aguantaron de pie frente al portón de madera, salió un asistente del escritor colombiano a decir que si no se organizaban Salinas no saldría a dar declaraciones. Los camarógrafos plantaron sus cámaras al otro lado de la calle, se hincaron bajo estas los fotógrafos, los redactores se colocaron en media luna y un reportero colombiano sacó una cinta beige y marco una “x” sobre el pavimento.
Salinas comenzó solo: “Vine a darle el pésame a la señora Mercedes, a Rodrigo y a Gonzalo, sus hijos, y también a Mónica, su secretaria. Y dentro de esta tristeza enorme que tenemos todos, me alienta encontrar a la familia siempre unida, sin duda, pero también conmovida por el homenaje mundial que se le ha dado a este hombre universal”.
Se convertía en la primera personalidad importante que entraba a la casa, antes incluso de los presidentes de Colombia y México, que el lunes participarán en el homenaje que Gabo recibirá en el Palacio de Bellas Artes, un acto al que Salinas dijo que no acudirá.
Minutos antes, adentro de la casa había recordado con Mercedes Barcha, la esposa del colombiano, aquel domingo de agosto de 1994, durante la “crisis de los balseros”, cuando unos 37 mil cubanos se lanzaron al mar para llegar a Estados Unidos, y el entonces Presidente Bill Clinton le llamó para saber sobre el estado de Cuba.
“Mi primera reacción fue: ‘si voy a tratar de saber qué pasa en Cuba, mi principal conducto es García Márquez’ y lo llamé por teléfono”.
“Tuve el honor –añadió sonriendo– de participar con Gabo en esa circunstancia que permitió el diálogo entre el Presidente Clinton y el Presidente Castro. De ese tamaño era la dimensión de García Márquez”, dijo.
Salinas hablaba desenvuelto, dando la nota en un día donde una decena de personas llevaron algunas flores amarillas a la casa del autor de Cien años de soledad y donde lo más vistoso había sido un hombre que tocó una pieza con una gaita colombiana. Desde las ventanas de enfrente un par de vecinos se pusieron a ver.
“El Gabo era una gente que siempre tenía la cualidad de sumar, no es que él se acercara al poder, es que el poder se acercaba a él –añadió Salinas–, y en esa circunstancia especial tenía la cualidad de buscar la concordia (…) Nunca hablaba mal de nadie. Era fiel a sus principios y leal a sus amigos. Pero así como no quería que le dijeran cómo escribir un libro, él tampoco decía cómo se debía gobernar un país”.
En diez minutos contestó todo, menos lo que una colombiana le gritó: “Se dice que usted aún tiene injerencia en Los Pinos, es cierto eso? Salinas lanzó otra de sus sonrisas. Miró el sol: “Está muy bonito el día”, dijo y se fue.

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