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Tomás Tenorio Galindo

ÉSTE PAÍS

El jaloneo en el PRD

De una votación histórica en torno al 18 por ciento, el PRD pasó en los comicios presidenciales del 2006 al 35.3 por ciento. Pero ?en los procesos electorales estatales del 2007, la votación del PRD cayó a  un promedio de 16 por ciento, mientras el PRI repuntó ?hacia el 42 y el PAN quedó en 31.5 por ciento (El Universal, 18 de noviembre de 2007).?Si en el 2006 Andrés Manuel López Obrador hizo una aportación significativa al capital electoral del PRD, es evidente que un año ?después la situación ha cambiado y que el tabasqueño dejó de ser fuente de votos para los candidatos de su partido (y en una ?versión más descarnada estaría generando el retiro de votos allí donde se presenta). ?Esta caída es más pronunciada en relación con las preferencias preelectorales que López Obrador (no el PRD) llegó a tener en ?2005 después del desafuero, que eran hasta de 44 por ciento, con una diferencia de entre 8 y 13 puntos porcentuales respecto a ?su más cercano posible rival (que era el del PRI, Roberto Madrazo; el precandidato del PAN, que se suponía sería Santiago Creel, ?estaba entonces en tercer lugar). ? Estos datos ofrecen el fondo de la actual contienda por la dirigencia nacional del PRD, protagonizada principalmente por ?Alejandro Encinas y Jesús Ortega, cabezas de una polarización sin precedente que se desarrolla dentro de ese partido. La semana ?pasada López Obrador hizo público su apoyo a la candidatura de Encinas y con eso intensificó el tono del proceso interno. Con ?sarcasmo dijo que “los perredistas moderados no son otra cosa que conservadores más despiertos”, en alusión a Jesús Ortega. ?El dilema que se le presenta al PRD no es tanto si decide su futuro tomando como referencia el factor López Obrador (con él, sin ?él o contra él), sino si aspira con seriedad a constituir una fuerza electoral capaz de disputar el poder presidencial en el 2012, o ?no (y de nuevo, con López Obrador, sin él o contra él). ?Hasta ahora, el capital electoral del PRD parece concentrarse exclusivamente en la izquierda, pero existen franjas sociales (la ?clase media) que le demandan asumirse como un partido de centro-izquierda. El déficit de votos que originó la derrota de López ?Obrador en el último tramo de la campaña del 2006 está localizado justamente ahí, en las porciones centristas de la sociedad ?mexicana. Bien interpretado, ese es el grito de un sector de la población que está pidiendo ser representada por el PRD, pero que ?pide también moderación y mensajes positivos. ?Sin embargo, eso es precisamente lo que López Obrador no quiere: ni moderación ni mensajes positivos. Al declarar su repulsión ?a los “moderados” del PRD, bautizados así por su presunta postura de cercanía o condescendencia con el gobierno calderonista, ?López Obrador extendió un certificado de rechazo también para aquellos sectores sociales que simpatizan (o simpatizarían) con ?un PRD de tendencia moderada. Y con ello, el ex candidato presidencial expulsa de sus afectos quizás al 17 por ciento de los ?electores que pudieron haber sido atraídos en el 2006 a votar por el PRD gracias a su figura (y que se han ido retirando también ?debido a las posiciones lopezobradoristas).?El combate a la desigualdad y a la pobreza es la carta de presentación de la izquierda. Sin embargo, una izquierda pura (o, en ?contraste, una derecha pura) no parece concitar hoy un apoyo electoral mayoritario, ni en México ni en cualquier parte del ?mundo. Han tenido mejor aceptación los partidos que se definen de centro-izquierda, como el PT de Lula en Brasil o el PSOE de ?Rodríguez Zapatero en España.?El caso de Lula es emblemático de los dilemas electorales que enfrenta la izquierda y de las amplias posibilidades que tiene de ?convertirse en una opción electoral realmente viable. El ex obrero metalúrgico ganó la presidencia brasileña hasta su cuarto ?intento, y sólo después de haber comprendido que tenía que moderar su presencia pública y dejar atrás la “cara de rabia”.?Como escribiera Frei Betto poco después del primer triunfo de Lula en 2002, “el desempleo, el hambre, la mala calidad de la ?salud y de la educación” fueron los factores reales que lo condujeron a la Presidencia, pero el vehículo que le dio viabilidad a su ?candidatura fue la adopción de una estrategia electoral más flexible que le atrajo las simpatías de sectores que antes lo veían con ?prejuicios.?Las luchas electorales en la actualidad no son entre derecha e izquierda, sino entre centro-derecha y centro-izquierda. Ese ?esquema no fue inventado por nadie, sino impuesto por la demanda de una sociedad que se define más plural que los partidos y ?que las ideologías. Es un hecho que el centro (en el que podemos situar a la vasta clase media) también comparte el combate ?contra la desigualdad y la injusticia. ¿Por qué un partido de izquierda tendría que renunciar al apoyo de ese sector? ?Encinas cuenta con respetabilidad y es heredero de la tradición comunista mexicana. Por ello su elección al frente del partido ?sería vista como una reivindicación después del liderazgo de Leonel Cota, un recién llegado del PRI. Pero no cuenta con el ?suficiente apoyo de las estructuras partidistas, que se han volcado hacia Ortega, un político cuyo pragmatismo es motivo de los ?cuestionamientos del lopezobradorismo. El temor de estos últimos es que este último pacte desde el PRD con los intereses del ?calderonismo, temor que parece infundado dada la fuerte presión y el acotamiento bajo los cuales trabajaría Ortega.?Es verdad que al menos una parte de la izquierda, o una parte del PRD, no quiere ser “modosita”, como dijo Encinas, ni ?“conservadora” –términos inapropiados para la discusión pues no reflejan las preocupaciones de aquellos a quienes están ?dirigidas esas palabras–, pero también lo es que hay otra parte a la que le preocupa legítimamente el declive electoral del PRD y ?el estancamiento de López Obrador, y que aspira a una reformulación de la estrategia partidista.?Pero, sobre todo, existe un electorado que ha votado por el PRD pero que hoy reprueba a López Obrador. Esa fuerza electoral es ?la que debería ocupar al perredismo, porque al final esos votos (a su alcance) son los que definirán el futuro del PRD, gane quien ?gane la presidencia nacional del partido.

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