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“Hasta con el perico” llegó la familia De la Cruz, del estado de México, al puerto

Mariana Labastida

La familia De la Cruz llegó a Acapulco “hasta con el perico” luego de que la dueña, la matriarca de la familia, se fuera de vacaciones a otro destino de playa y en el avión no permitieran que viajara con la mascota, por lo que decidieron traerlo desde Tlatlecahuacan en el estado de México hasta el puerto.
Rubén de la Cruz Ponce es la segunda ocasión, en menos de una semana, que visita Acapulco.
Por tratarse de una familia grande se dividieron en dos grupos para visitar el puerto, ayer jueves llegaron nuevamente en total 12 integrantes de diferentes edades, el primer punto en visitar fue playa Tamarindos.
Por 100 pesos rentaron una mesa con cuatro sillas, pagaron un extra por dos sillas más para poder estar debajo del enramado que fue colocado en la playa por parte de uno de los restaurantes cercanos a la zona donde estaban; se alejaron un poco del bullicio del parque acuático que está frente al acceso de plaza Estados Unidos, y se instalaron cerca del desemboque del río Camarón.
A la playa llegaron con llantas para meterse al mar, una hielera con bebidas, frituras y comida en diferentes bolsas. Al centro de la mesa estaba la jaula de Alex, el perico que se trajeron a pasear porque el encargado del animal, el abuelo de la familia, le tocó venir de paseo y no hubo quien se hiciera cargo de la mascota para no dejarla sola.
Los De la Cruz se dedican a la agricultura y ganadería. Otro grupo de ellos que vive en Tepetitlax, otro pueblo del estado de México, se dedican a hacer pan de fiesta, y debido a la cercanía entre las comunidades se organizaron para viajar a Acapulco y llegaron a hospedarse en un hotel en Caleta, aunque no pudieron recordar el nombre del lugar.
Tenían la intensión de visitar “todas” las playas, por eso es que pensaron que después de las 4 de la tarde irse a Revolcadero hasta que oscureciera, debido a que traen sus propios vehículos dijeron que les es más fácil moverse, además de que a diferencia de la semana pasada hay menos visitantes, así lo sintió Rosa Isela Serrano, esposa de Rubén.
Tres jóvenes, dos mujeres y un hombre están acompañando a Rubén y su esposa bajo la palapa, los otros siete integrantes de la familia están en el agua jugando con las olas que están tranquilas por lo que permite que los niños estén dentro del agua brincando debido a que los primeros metros la altura del mar es de medio metro aproximadamente.
El ritmo en playa Tamarindos, en la zona donde estaban los De la Cruz era lento, no se veían muchos vendedores informales, uno que otro pasaba ofreciendo pescadillas, coctel de mariscos, frutas y helados; otros ofrecen lentes oscuros, inflables y juguetes como cubetas y rastrillos de plástico para los niños.
Un grupo de cinco niños pelean por la propiedad de una de los rastrillos de plástico que están usando para hacer un hoyo en la arena con el fin de ocuparlo como pequeño chapoteadero, “-es mio, -no el tuyo es aquél, el mio es este” es lo que se escucha señalando hacía los instrumentos de trabajo que esan sepultados en la arena por una ola que alcanzó la obra que realizan los menores.
Entre las olas se ve un padre de familia jugando con su hijo, un pequeño de unos 2 años que brinca y se cuelga sobre sus piernas cuando ve que una ola se acerca con el objetivo que no le alcance el agua, aunque cuando cae de nuevo al mar va arrastrando poco a poco hacía adentro a su padre en busca de más olas que evitar.
Los visitantes se ven dispersos en el agua, donde se alcanza a ver un número mayor de personas es frente al parque acuático instalado por el gobierno del estado y hacía playa Papagayo, en el resto de la zona de playa incluso no todas las sombrillas y sillas están ocupadas, las que están frente al mar que son más caras están vacías.

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