Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Jorge Camacho Peñaloza

El colapso policial

*Los Estados que abandonan fácilmente a sus jefes no se dan cuenta que en seguida acaban sometidos por sus enemigos. Esopo.

Es una realidad que en todas las encuestas institucionales y particulares entre los actores sociales que gozan de menor credibilidad son los policías y, por qué no decirlo autocríticamente, los políticos.  Me voy a referir a los primeros, de quienes la ciudadanía en términos generales los evalúa con menos del 50%. ¿A qué se debe esta realidad?, es la pregunta que debemos hacernos porque en la respuesta está la explicación a la crisis, diría debacle, del sistema policial en nuestro país, y particularmente en algunos estados como Guerrero.
El sistema policial en Guerrero atraviesa por una de su más profundas crisis derivada de razones que van más allá de la falta de capacitación, equipo, infraestructura, mejoras salariales, seguridad social de los policías, exámenes de confianza y penetración del crimen organizado.
Actualmente esta crisis tiene sus manifestaciones más claras en Chilpancingo en donde la policía municipal fue prácticamente cesada por carecer de confianza no sólo en la sociedad, sino en las instituciones y por eso la Policía Federal sustituyó a los elementos municipales en las tareas de seguridad, aunque aquellas no sean garantía en la protección de la sociedad y la preservación de la paz pública.
En Acapulco de igual forma se vive un movimiento casi de rebelión policial derivada de la misma problemática que tiene sumidos a los cuerpos de seguridad en la percepción social de que trabajan para la delincuencia organizada, que carecen de la más elemental capacitación no sólo operativa sino en otras materias como cultura de la legalidad, derechos humanos y primeros auxilios.
En ambas ciudades, las más importantes de la entidad política y poblacionalmente hablando, los policías municipales prácticamente se manifestaron para reclamar y plantear demandas concretas, bloqueando los palacios municipales, sin embargo no son los únicos municipios en los que existe esta crisis, también se vive en Teloloapan, Arcelia y en aquellos en los que logró consolidarse el sistema comunitario de autodefensa.
Es indudable que se trata del colapso de las policías en el estado, ya que en el sistema estatal y federal existen evidencias también de falta de probidad de sus elementos y de inconformidad entre ellos hacia sus superiores. Somos testigos de cómo en cuestión de días las policías municipales de las dos cabeceras más importantes de Guerrero, han colapsado, ante la indiferencia de las autoridades, que nomás no demuestran verdadero interés por solucionar de fondo este problema derivado más allá de las precarias condiciones laborales que han provocado que se manifiesten ya no ciudadanos, sino quienes se supone que cuidan a los ciudadanos.
Este colapso tiene causas más profundas que las condiciones laborales, están relacionadas con la transformación, por un lado, del sistema político, del avance de la democracia en la sociedad y del régimen de gobierno, en tanto que por el otro, el sistema policial continúa siendo el que se forjó desde la perspectiva del régimen autoritario de gobierno que se impuso a lo largo de casi todo el siglo XX en el país, un sistema policial diseñado para servir a los jefes, reprimir a los grupos disidentes y dar protección a los grupos del poder político.
Hoy en día, en pleno siglo XXI, en la era de la globalización cibernética, del avance de la democracia sobre regímenes autoritarios de derecha y de izquierda, en México muchos gobernantes continúan creyendo que los policías están a su servicio, para acallar protestas, resguardar sus domicilios, cuidarles sus espaldas. Lejos está de su visión la idea de que la policía debe estar al servicio de la ciudadanía, de la seguridad pública, de la preservación del Estado de derecho en los espacios públicos.
Se sigue pensando que las policías son el brazo armado, el recurso de coacción, el monopolio de la fuerza al servicio del poder, visión que evidentemente choca con el avance democrático de las reglas, exigencias ciudadanas y necesidades de la seguridad en un contexto de crecimiento de la delincuencia organizada, visión que ha convertido a las policías en el eslabón más débil que hoy por hoy se está rompiendo no sólo en Chilpancingo, Acapulco y en Guerrero, sino en muchos estados de la república, como en Michoacán y Tabasco, amén de aquellos en los que existe un fuerte penetración del crimen organizado en las policías, como en Sinaloa, Tamaulipas, Jalisco y Estado de México.
Tenemos pues un modelo policial colapsado por una visión anacrónica gubernamental, que se niega a entender que las policías no están a su servicio sino al de la sociedad, y como creen que está a su servicio no les merecen las mejores condiciones laborales, los ven como parte de su personal doméstico, lo que los deja en la indefensión ante sus magras condiciones laborales, pero al mismo tiempo inermes al acecho de los ofrecimientos de la delincuencia organizada.
La paradoja es que esa visión anacrónica gubernamental, las malas condiciones laborales y la infiltración del crimen organizado han roto ese eslabón, el más débil, cuando debería de ser uno de los más fuertes, baluartes de la seguridad de los ciudadanos y de la sociedad que hacen posible la vida y trayectoria política de esos gobernantes que se niegan a modernizar democráticamente a la policía orillándola a caer en este colapso en el que se encuentra.
Vuela vuela palomita, ve y dile a nuestros gobernantes que la época del cacicazgo ya pasó de moda y que los policías no son parte de su patrimonio, sino funcionarios públicos al servicio de la ciudadanía.

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