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Tomás Tenorio Galindo

OTRO PAÍS

*El sismo y cuatro días sin Aguirre

La última actividad pública del gobernador Angel Aguirre Rivero en la Semana Santa fue la reunión que sostuvo el miércoles con la directora general de Coordinación de Delegaciones de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu), Sheila Ortega Muciño, y el delegado de esa dependencia en Guerrero, Héctor Vicario Castrejón.
Aparentemente eso fue lo único que hizo ese día, y después nada se supo de él hasta el lunes 21, cuando acudió a Petatlán a inspeccionar por primera vez los daños causados por el sismo ocurrido tres días antes, lo que ya había hecho el sábado el secretario de Desarrollo Agrario, Jorge Carlos Ramírez Marín, y el domingo la secretaria de Desarrollo Social federal Rosario Robles.
Pero ¿qué hizo el gobernador el jueves, viernes, sábado y domingo? ¿Dónde estaba el viernes cuando se produjo el temblor? ¿Por qué Ramírez Marín fue el primero en visitar la zona afectada en la Costa Grande? ¿Por qué en un hecho inusual fue la esposa del gobernador quien acompañó el domingo a Rosario Robles, a la misma región? ¿Y por qué acudió él tres días después del terremoto, lapso en el cual los enviados del gobierno federal otra vez opacaron al gobierno del estado hasta casi desaparecerlo?
Esas preguntas empezaron a surgir el mismo viernes 18, cuando después del temblor por ningún lado se veía al gobernador, se acrecentaron el sábado y el domingo y persisten hasta este día. Y con mayor fuerza en la medida en que se incrementa el número de viviendas destruidas, que hasta ayer era ya de cuatro mil.
En un intento de responder a los mordaces comentarios publicados en el diario Reforma por su ausencia antes y durante la emergencia ocasionada por el sismo, el gobierno del estado hizo publicar antier en ese periódico un desplegado firmado por la oficina de comunicación social, en el que da a conocer que el sábado 19 Angel Aguirre se reunió con el Grupo de Coordinación Guerrero, reunión “en la que estuvieron presentes los comandantes de la Octava Zona Naval y Novena Región Militar, además de presidentes municipales, en donde analizaron las acciones de seguridad y evaluaron el informe preliminar de las afectaciones, tanto por el sismo, como por la tromba que cayó sobre la ciudad de Chilpancingo”.
Sin embargo, el desplegado no aclara ni disipa las dudas sobre el paradero de Aguirre, pues lo que ahí se afirma es mentira. La reunión del Grupo Coordinación Guerrero sí se realizó y está registrada en un boletín de prensa de tres párrafos difundido el mismo sábado por el gobierno, pero no fue para analizar los daños causados por el sismo y la tromba, sino para abordar el ataque realizado ese día contra el hotel Jacarandas, donde se hospedan los policías federales enviados a Chilpancingo. El boletín anuncia que el lanzamiento de dos granadas, una de las cuales no detonó, era ya investigado por la Procuraduría General de Justicia del estado. El comunicado no dice quiénes estuvieron en esa reunión ni hace referencia al gobernador. Tampoco contiene referencia alguna al sismo y a la tromba que se abatió sobre Chilpancingo, ni alude a la presencia de algún alcalde. Es obvio que de haber estado ahí el gobernador, el boletín habría dejado constancia de ello como es la costumbre, así como de la presencia de los comandantes de la Región Militar y la Zona Naval. Y no existe en esos cuatro días otro boletín sobre el Grupo Coordinación Guerrero, como se puede verificar en el portal oficial del gobierno. (“Se inicia investigación por el hecho del Hotel Jacarandas donde detonó una granada sin que causara daños ni heridos”, boletín oficial, 19 de abril de 2014).
Así que la pregunta persiste: ¿dónde estaba el gobernador de Guerrero cuando se presentó la emergencia por el sismo? No habría nada de vergonzoso en que, como todos, Ángel Aguirre se tomara unos días de descanso de vez en cuando. Pero las suposiciones no han sido que se había ido de viaje, ni que estaba enfermo, sino que volvió a ocurrir lo de septiembre, cuando la tormenta Manuel lo sorprendió en una bien pertrechada fiesta en la Casa Guerrero, que acabó hasta la madrugada de la noche en que se abatieron los aguaceros.
Un viaje o un malestar habrían podido ser informados y admitidos, aunque fuera a destiempo, pero si la postura oficial es que el gobernador se encontraba en el estado la semana pasada –como parece ser el caso, pues al menos su esposa sí estaba en Guerrero el domingo–, entonces la única conclusión es que estaba imposibilitado para desempeñar sus funciones.
En septiembre fue evidente que una tremenda resaca lo dejó incapacitado al grado de impedirle salir de inmediato para hacerle frente a la emergencia, pero ahora se desconoce el motivo de la ausencia, aunque los mal pensados suponen que adelantó la celebración de su cumpleaños, que casualmente era el lunes 21 en que reapareció. Si fue así o no, no lo sabemos porque en lugar de informar qué hizo el gobernador en esos cuatro días, si se fue de viaje o se enfermó, el gobierno adoptó una actitud vergonzante y decidió callar, con lo que solamente aviva las conjeturas sobre los motivos por los cuales Aguirre desatendió una emergencia por segunda ocasión en siete meses. En consecuencia, con todo derecho puede la opinión pública pensar que si el gobierno no se atreve a decir qué hizo o dónde estuvo el gobernador, es porque es peor decirlo que ocultarlo. Entonces sí volvió a ocurrir lo de septiembre, ¿no?

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