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Hay señales de que en México van a ocurrir cambios muy fuertes, afirma José Agustín

*Lamenta el escritor acapulqueño profundamente la muerte de su compadre Gabriel García Márquez

Claudio Viveros Hernández

Taxco

En su visión de la realidad mexicana y la descomposición, el escritor y autor de Tragicomedia mexicana señaló tajante del México de hoy: “Me deja, por un lado, una sensación espantosa de amargura y por otra parte también me permite saber que soy un sobreviviente”.
Sin embargo, con los últimos acontecimientos que se viven, dejó entrever la esperanza de que “son señales de que van a ocurrir cambios muy fuertes, pero cada vez se pospone más el cambio famoso”.
De los lapsus que han protagonizado en materia de lectura gobernantes panistas, priistas en el máximo poder y diputadas perredistas como la reciente de Michoacán, esbozó una carcajada: “Caray, me parece patético, ora sí que era algo de esperarse ¿no?”.
Y ya encarrilado, se aventó la puntada anecdótica: “Está como los chistes de la Revolución. Estaban asaltando un tren y entonces dice un solado raso: mi general, el tren viene demorado, a lo que su jefe contesta terminante: Yo no sé si venga de verde o de morado, pero ustedes échenselos”.
José Agustín accedió amable a la entrevista. Antes había dicho “ah, mi amigo Juan” del director de este medio con el que el escritor ha colaborado esporádicamente y nutrió con sus letras, con su aliento como suriano para fortalecerlo.
Ahí, en el desayuno en el día de su homenaje estuvo con su inseparable esposa y la anfitriona, Rosario Cambray, a donde llegó también el secretario de Cultura, Arturo Martínez Núñez, y lo saludó efusivamente.
Antes, recordó sus viajes para acá, a su tierra y se abrió, aún con las secuelas de su accidente en una conferencia para estudiantes en Puebla que le afectó al caerse de un templete de tres metros de altura –tan grave que, recuerda, le paró la productividad un año–, pero cual rebelde y ese vigor juvenil que le caracteriza, se mantiene con una fortaleza admirable.
“Me siento muy contento, porque dicen que nadie es profeta en su tierra y pues resulté que sí soy profeta en la mía” y platicó que en otra fecha había recibido un reconocimiento muy bonito en Acapulco “mi tierra, porque es donde yo nací”.
De su trabajo como escritor expresó que se siente relativamente bien, “mientras siga produciendo, espero que sigamos en armonía; la verdad me ha dado mucha satisfacción, sobre todo el año pasado y el anterior, yo creo que después de años de no haberme pelado, demasiado, de repente me llegaron homenajes y felicitaciones”.
Acerca de la literatura en Guerrero dijo que hasta donde alcanza a ver está bastante bien, “pero me falta leer mucho” y de los que tiene presentes citó que le dio mucho gusto conocer un poeta y que resultó “estupendo novelista, se llama Julián Herbert, vive en Coahuila, pero nació en Acapulco. Entonces, pues es paisano” y en esto de leer a las nuevas generaciones depende en buena medida de que le acerquen textos “y en estos viajes también aprovecho para surtir mis libreritos”.

Su legado y la literatura

El que ya muchos escritores de Guerrero le sigan sus pasos, José Agustín confesó que “es una satisfacción inconmensurable, da mucha satisfacción al trabajo” e igualmente como protagonista de un movimiento literario contracultural y rebelde subrayó que la contracultura y el rock son una muestra de insatisfacción de muchos jóvenes, como una especie de radiografía de la realidad, bastante triste; lo que bien se aprende no se olvida, “el rock y la literatura son a todo dar, ¿no?”.
En su trayectoria en la que la escritora Margo Glantz lo ubicó como parte de la llamada Literatura de la Onda junto con otros escritores de su generación, el autor de La tumba soltó la sonrisa para externar que esa fue una ocurrencia de ella, “se le ocurrió esa cosa y entonces dijo que yo soy responsable porque escribí un cuento que se llama Cuál es la onda. Qué tal si escribiera un cuento que se llamara La abuelita Pata, ¡se llamaría la literatura de la pata o qué, ¿no?” y soltó de nueva cuenta la carcajada.
A lo largo de su trayectoria se acuerda que en su tiempo había críticos en 1966 que decían que en 1970 ya nadie iba a poder leer nada de lo que él escribiera porque era un lenguaje absolutamente  “banal e intrascendente”. Pues bien, se congratuló, “este año se cumplen 50 años de la publicación de mi primer libro La tumba”, publicado en 1964.
Con los jóvenes, se siente identificado, “claro, sigo siendo joven”.

García Márquez, el que más quería

De Juan Rulfo, su maestro; Juan José Arreola con quien en la víspera su muerte, según ha contado, se puso una guarapeta de aquellas en Guadalajara y, al otro día, con la cruda, recibió la noticia; y más cercana aún la reciente muerte de Gabriel García Márquez, se sinceró al decir: “el que yo más quería de todos era García Márquez”, a quien recuerda con el cineasta Paul Leduc, quien lo convenció para que hiciera el guión de la novela Bajo el volcán de Malcom Lowry y le dijo que sí y él lo que necesitaba a alguien para que lo apoyara en esa película y le hablaron a José Agustín.
“Yo llegué a tener muy buena relación con Gabriel. Cuando veníamos de regreso de España mi mujer estaba a punto de tener nuestro tercer hijo. Entonces él casi a ciegas dijo “yo quiero ser padrino de este niño, yo quiero ser padrino de este niño… y, pues sí: nació el niño y fue su padrino. Sí tengo lazos muy estrechos, este golpe (su muerte) me pegó”.

José Agustín, los proyectos y su receta: vivir

“Yo me siento relativamente bien, tratando de hacer cosas cada vez mejores. Tengo una novela ahora que estoy escribiendo que se llama La locura de Dios. Me he demorado mucho escribiéndola porque en realidad agarré un vuelo con ella sensacional”.
Para los jóvenes, si quieren ser escritores, recomendó: “en mi caso, la mejor receta sería echarte a escribir; quieres ser escritor, escribe”.
Para él, lo mejor es vivir, “vivir es la mejor experiencia”. Todo lo que ha hecho y deja como legado, dijo, “ha sido un fortuna, nunca me lo imaginaba, no hice absolutamente nada para obtenerlo y, mira, finalmente me recompensó la vida”, aseveró.
“Tiene mucho que soy uno de los pocos escritores que puede vivir de sus regalías. Eso me da un nivel de independencia enorme. No estoy enteramente satisfecho, siempre aspira uno a hacer las cosas mejor, pero sí creo que no me ha ido mal. 70 años estoy a punto de cumplir, pero a ver quién sabe cuántos me siga deparando la vida”, terminó sonriente un entero José Agustín para larga vida y con ganas de unos sorbos de café.

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