Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Federico Vite

Se dobla pero no se quiebra

¿Había oído del concepto literario conciencia épica? Pareciera una mamarrachada, como la hisperliteratura, pero créame, resulta mucho más atractivo que definir la pusilánime apariencia de una generación. Por principio, sin descalificar, creo en la literatura sin adjetivos, en la voluntad de comunicar estéticamente una buena dosis de vida mediante las palabras. Por eso me intrigó la novela?Soul runaway, de Harold Brodkey (Farra Straus Giroux, 1991, 993 pgs.), quien postula la tesis de la conciencia, paradójicamente lírica, vista como género épico.
En esta curiosa y monumental empresa, el narrador?Wiley Silenovicz —protagonista de otros relatos de Brodkey— intenta comprenderse y saber por qué se odia con tanto furor. Es un chico listo, sensible e inseguro. En este libro, publicada por Anagrama en 1994 con el título de?Alma fugitiva, Wiley reflexiona sobre la dominante madre adoptiva, el poder seductor del nuevo padre y, en especial, sobre su deseo místico de comunión con la naturaleza. A la manera de un gladiador, la vida de Silenovicz confronta cada uno de los personajes que lo conectan con la realidad, y se devana los sesos tratando de comprender el mal y el bien. Aunque suene manido, al final del libro el lector descubrirá que para Wiley nada humano le es ajeno, pero está contado como si fuera librando pequeñas y sensibles batallas en contra de sí mismo, exhibe su existencia con la valentía de quien se sabe frágil pero resistente. Puesto en palabras de los urbaneros de Acapulco: se dobla, pero no se quiebra.
Suelo no estar de acuerdo, en muchas opiniones, con Harold Bloom, pero hablando de Brodkey concuerdo con el crítico: este tipo es un Proust gringo, no más, no menos. No es fácil crear una novela voluminosa de gran intensidad y, sobre todo, sin pender el interés de la trama, un abanico en el que se va grabando la comprensión del mundo que consuma día a día?Silenovicz.
Avasallado por el enorme talento de otros narradores como Norman Mailer, Roth o Don DeLillo, Brodkey tiene un ladrillo en ese muro de las grandes novelas estadunidenses. Bloom, para ser precisos, comentó acerca de?Alma fugitiva: “Brodkey es un Proust americano, sin paralelo en la prosa de ficción desde Faulkner”. Suena muy halagadora y portentosa esa definición, pero la creo.
Alma fugitiva?se caracteriza por hacer espectacular la intimidad, es un showtime de la existencia, pero lo extraordinario no es la cantidad de hojas que utilizó para contar una vida, sino en el hecho de generar complicidad en el lector para ir, página tras página, en pos de Silenovicz, como si uno tomara una copa con un amigo, igual creo que si oyera usted con atención las peripecias de un hombre que no se cansa de sentir, aunque sentir duela y vivir canse.
Brodkey publicó su primer trabajo, muy bien recibido por los críticos literarios de su tiempo, en 1958:Primer amor y otros pesares,?libro que reúne nueve relatos en los que analiza la vida de los gringos en la década de los 50. Treinta y tres años después?publica?Alma fugitiva, novela que lo hizo un autor de culto. Pero Brodkey cometió un grave error, se la creyó pues, pensó que había hecho lo imposible, que la palabra arte estaba asociado a él y la verdad es que no. Su segunda y última novela,?Amistad profana, aparece?en 1994.?Libro menor y llorón en el que relata una relación homoerótica del narrador con un italiano de cascos ligeros. La revista?Time?señaló que?Amistad profana?era “un fracaso total que exasperaba al lector”.
A Brodkey le gustaba mucho alardear de su talento, sobre todo, enumeraba algunas de las características que lo hicieron escritor de culto. En una entrevista al?Paris review?comentó que la primera y gran tradición americana era no publicar, sino vagar en el limbo de la literatura que no se lee. Curiosamente, gracias a esas declaraciones, algunas personas vieron en él a un segundo J. D. Salinger.
En la página 992, cuando uno siente que la historia ya fue contada, Brodkey nos regala esta sutileza: “Quizá habría de proseguir este relato por otros medios… Al igual que prosiguió el tiempo […]. Pero por un instante, hagamos una pausa. Que nadie diga nada. O, mejor dicho, déjenme permanecer en silencio, entre mis recuerdos durante un tiempo”.
Que tengan buen martes.

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