Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

“Somos más de 50 los sobrevivientes, muchos se han ido muriendo”

*Juvenal Cabañas relata que estudiaba la secundaria hace 40 años cuando fue detenido por el Ejército, torturado y encarcelado

Zacarías Cervantes

Chilpancingo

Juvenal Cabañas del Valle vive de milagro. A los 18 años, cuando todavía estudiaba la secundaria, fue detenido por el Ejército acusado de emboscar y matar a militares en Atoyac, durante la llamada guerra sucia.
Durante cuatro años sufrió torturas de todo tipo hasta que se declaró culpable, sin serlo.
Después fue liberado por el gobierno mediante una ley de amnistía, y actualmente muchos de quienes estuvieron detenidos con él están muertos; unos porque no soportaron las torturas, y otros por las secuelas.
Juvenal Cabañas fue entrevistado ayer, después del Cuarto Avance del Informe de la Comisión de la Verdad (Converdad) que se presentó en el Congreso del estado.
En la entrevista, entre lágrimas dijo que a 40 años de su detención no ha encontrado justicia ni respuestas para esclarecer en dónde se encuentran sus compañeros inocentes que fueron desaparecidos.
Durante el informe del presidente de la Converdad, José Enrique González Ruiz, en la sala José Francisco Ruiz Massieu, Juvenal Cabañas se mantuvo callado, arrinconado en una esquina, al pie de una bocina desde donde pudo escuchar claramente las intervenciones, sin que expresara, ni si-quiera con una mueca, asombro o incredulidad.
Al final, en la entrevista con el reportero se soltó: “Somos más de 50 los sobrevivientes, muchos se han ido muriendo, el último caso es el del compañero Zohelio Jaimes (dirigente de la Coalición de Ejidos de la Costa Grande de Guerrero fallecido hace dos semanas)”.
Don Juvenal en ese tiempo, estudiaba en la Secundaria Técnica 74 ubicada en el poblado Río Santiago, cerca de la cabecera mu-nicipal Atoyac.
Entonces se esforzaba por estar dentro de los mejores promedios porque había la promesa del director de que éstos tenían derecho a una beca para la Escuela Superior de Agricultura de Chapingo.
“Me esforcé tanto que no puedo decir que fui el mejor alumno, pero sí era el segundo, porque me interesaba seguir estudiando. Sin embargo, ahí se acabó todo”, dijo en referencia a su detención.
–¿Como fue detenido?
–Fui detenido en San Vicente de Benítez, mi tierra natal. Recuerdo que me pusieron una capa o un casco en la cabeza. Me vendaron, me amarraron de pies y manos, después me empezaron a torturar.
“Me trasladaron en helicóptero al cuartel militar de Atoyac en donde la tortura fue más sofisticada porque allí comenzaron los toques eléctricos; es decir que te cuelgan con una cuerda, que te meten en una pila de agua, que te echan tehuacán o refresco con gas en las narices, o que meten chile picoso en las narices, en fin, es duro”.
El sobreviviente de la guerra sucia recuerda que mientras sufría las sesiones de tortura le exigían que confesara que él había asesinado a los soldados, “pero yo nunca había matado a nadie y de los que estaban conmigo creo que ninguno participó en los hechos en los que el Ejército quería que confesáramos”.
Recuerda que, al principio, en el cuartel de Atoyac estaban 30 pero que cuando llegaron a la cárcel de Acapulco sólo eran 22, “algunos habían salido, otros no corrieron con la misma suerte, se murieron”.
Añadió que después, cuando ocurrió una segunda emboscada al Ejército en Río Santiago, adelante de donde estaba su escuela secundaria, acusaron a todos los habitantes de El Quemado, municipio de Atoyac, y que se llevaron detenidos a aproximadamente 60, “algunos, también, no corrieron con la suerte de salir vivos, pues muchos se mu-rieron en las sesiones de tortura”.
–¿Durante o después de su detención, usted supo de qué concretamente lo estaban acusando?
–No, nunca. A nosotros nos decían “tú mataste a los militares y por eso estás en la cárcel”. Al último te decían: “yo mejor quisiera que me dijeras que sí porque así ya no te vamos a golpear”, entonces muchos dijimos “ah, bueno, sí los maté”. Así dijeron muchos y fue entonces que nos pasaron a la cárcel para que nos declarara el Ministerio Público Federal, que de hecho fue nomás para que le firmáramos porque ya habíamos, supuestamente, confesado.
“Ante el juez, sin embargo, nunca aceptamos ningún cargo, pero el proceso siguió durante cuatro años”. Recuerda que, finalmente, su acta de libertad se la firmó la juez Josefina Hernández. Pero que ninguna autoridad de alto rango se hizo responsable de su injusta detención y de las torturas.
–De los que estuvieron detenidos con usted, ¿cuántos murieron como consecuencia de las torturas?
–Allí, cuando estábamos siendo torturados, ninguno. Todos corrimos con la suerte de llegar vivos, después algunos sí se murieron pero ya fuera  de la cárcel, como consecuencia de las torturas. Sin embargo los de El Quemado sí nos tocó ver que algunos se murieron en el comedor, porque venían muy golpeados, eran unos señores ya grandes, por cierto. Tendrían unos 70 o 75 años.
“Pero otros que fueron detenidos no los llevaron a donde estábamos nosotros, se los llevaron directamente al Cuartel Militar número Uno y son esos los que están de-saparecidos”, recordó.
Subrayó que, incluso, un medio hermano suyo estuvo en el Campo Militar número Uno durante un año y ocho meses en calidad de desaparecido, “pero salió cuando fue liberado (de su secuestro) Rubén Figueroa. Entonces salieron varios familiares míos”.
De las secuelas de las torturas dijo que el tabique nasal lo tiene desviado “de un madrazo que me dio Cuenca Díaz (Hermenegildo, el general secretario de la Defensa Nacional en el sexenio de Luis Echeverría), pero lo peor fue la secuela emocional, porque siempre crees que te van a volver a detener y que vas a sufrir lo mismo”.
De los hechos de los que lo acusaron, asegura que no participó, y recordó que el día en que murieron los militares él se encontraba jugando basquetbol con unos soldados que estaban de francos, “posteriormente les dijeron que los iban a concentrar porque se habían accidentado unos militares, pero nunca dijeron que los habían asesinado, eso se supo después, eso fue un 25 de junio de 1972, y casi un mes después, el 22 de julio, me detuvieron a mí”.
–¿Pero usted simpatizaba con el movimiento de Lucio Cabañas?
–No sabía qué cosa era eso. Yo me dedicaba solamente a estudiar porque yo lo que quería era llegar becado a Chapingo. Yo no conocía de política. Posteriormente sí me llamó la atención, empecé a ver las cosas como son ahora.
Hoy dice que como sobreviviente, junto con  sus compañeros, espera la respuesta del Estado mexicano con respecto a qué va a pasar con ellos, “por ejemplo, en mi caso, yo era estudiante de la secundaria, recién había terminado cuando me detuvo el Ejército acusado de haber matado a los militares que combatían la guerrilla”.
Y agrega: “Somos afortunados de estar vivos porque la mayoría de los compañeros que estaba con no-sotros en el cuartel murieron y es la lucha que anda haciendo la gente, piden que les digan dónde están. Si están muertos que les digan dónde están sus cuerpos, y si están vivos que les digan donde los tienen”.
Sin embargo, dice que después de 42 años no hay nada claro todavía, “esperemos que por la lucha no quede, vamos a seguir luchando. Exigimos que, si se pudiera, que los que están desaparecidos aparecieran. Hay un lema que dice: vivos se los llevaron y vivos los queremos, aunque a estas alturas es difícil que un familiar esté vivo por las situaciones que nosotros mismos vivimos”, y una lágrima le baja por una de las mejillas.
“A nosotros nos mantuvieron en condiciones infrahumanas, pero logramos sobrevivir a la tortura del Ejército en esos momentos, pero hoy en día queremos con la Converdad dar un seguimiento a los hechos que se dieron en ese entonces, porque ahora sí podemos hablar, no en contra del gobierno sino del gobierno, de lo mal que nos hizo y ojalá el gobierno también reconociera que se equivocó en su momento con la gente  que nada tuvo que ver con los hechos que se le imputaban”.
Dijo que desde el momento en que los liberaron como presos políticos, el Estado reconoce que se equivocó, “entonces ahora lo que se pretende es que haya una reparación del daño y de eso todavía no estamos seguros porque la Comisión Nacional de Derechos Humanos no ha querido reconocernos, pero vamos a esperar, estamos al pendiente cada día”.
Finalmente, dijo que “el problema es que a veces el gobierno se equivoca, pero a veces reconoce y otras no, y en el caso de los desaparecidos no quiere reconocer que se equivocó, pero lo peor es que no quiere decir en dónde están, porque nosotros aunque sobreviviendo aquí estamos ya, pero ellos no sabemos dónde están”.

468 ad